j. b.
Viernes, 4 de diciembre 2015, 09:47
Carlos Aganzo, director de El Norte de Castilla, y Paco Heras, propietario de los cines Broadway de Valladolid, comentaron ayer la película 'La colmena', de Mario Camus, con el público en la última sesión de las jornadas 'Valladolid, Tierra Capital del Español'.
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El filme, basado en la novela de Camilo José Cela, se alzó en 1983 con el Oso de Oro del Festival de Berlín compartido con el filme Ascendancy, de Edward Bennett. Cela comenzó a escribir la la obra en 1945 y no se publicó hasta 1951 en Buenos Aires; y en España, hasta 1955 por problemas con la censura. «Ninguna novela refleja la posguerra como esta, que fue prohibida por las escenas de sexo», señaló Carlos Aganzo. «Cela hizo una novela de pequeñas historias, creando un mosaico grande, con diálogos humorísticos perfectamente creíbles, de doble y triple sentido, con lo que Cela, que fue censor, lo que hacia era burlar a la censura».
Para Paco Heras «esta es la película coral más importante que he visto; la novela tiene trescientos personajes y en la película salen más de cincuenta que encarnan pequeños momentos de grandes momentos en un relato donde se repiten tres constantes: el frío, el hambre y la humillación permanente».
En el coloquio tanto el público como Heras y Aganzo resaltaron la falta de horizontes, la opresiva ausencia de libertad, la podredumbre ética y económica, la doble moral y el destino incierto de las personas que el guion de José Luis Dibildos plasma con contundencia al reflejar en múltiples ambientes y circunstancias personales la grisura y el amargor que marcan unas vidas sin expectativas.
Charo López, Ana Belén, Concha Velasco, José Sacristán, Victoria Abril, Luis Escobar, Antonio Resines, José Luis López Vázquez, Paco Rabal, Agustín González, Luis Ciges y María Luisa Ponte nutren el reparto de un filme con multitud de personajes entre los que no falta el propio Cela, que aparece como «inventor de palabras» en una de las tertulias del café madrileño regentado por doña Rosa, mujer de carácter despótico, reina de un espacio en el que se reúnen poetas que aspiran al reconocimiento en concursos literarios para paliar el hambre. Allí, en ese café, sucede casi todo, «el 35% de la película, en un local ya desaparecido en la madrileña Glorieta de Bilbao», precisó Paco Heras.
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En su opinión, una de las claves del buen hacer de los actores es que la mayoría habían vivido y conocían de primera mano la situación de la España de posguerra. «Es lo que decía Mario Camus afirmó cuando eligió a ese magnífico plantel de actores de primera línea». También se habló de la otra voz literaria que aporta la música de Antón García Abril, elemento esencial en opinión de Heras «para mostrar el ambiente de tristeza de aquella sociedad». Otro de los aportes es el vestuario de los personajes, «con el que cda uno representa la pobreza que lleva dentro, eso está cuidadísimo, algo que en el cine de ahora se descuida mucho», comentó.
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