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Angélica Tanarro, jefa de la sección de Culturas de El Norte, durante la conversación con Juan Jesús Armas Marcelo.
«El español es una lengua de resistencia»

«El español es una lengua de resistencia»

Armas Marcelo reivindicó en la primera jornada de ‘Valladolid, Tierra Capital del Español’ la globalización del idioma y amenizó con anécdotas la figura literaria e íntima de Vargas Llosa

JESÚS BOMBÍN

Martes, 24 de noviembre 2015, 11:36

Un encendido discurso sobre el presente expansivo que vive el idioma y el prometedor futuro que le aguarda como herramienta de comunicación global sirvió ayer a Juan Jesús Armas Marcelo para abrir las jornadas Valladolid, Tierra Capital del Español en la sala Miguel Delibes del Teatro Calderón. En conversación con Angélica Tanarro, jefa de la sección de Culturas de El Norte de Castilla, el escritor canario impartió la charla Vargas Llosa, la forja de un mito, en una sesión que sirvió para conocer más a fondo la obra y el lado más personal del escritor hispanoperuano, así como para hacer un diagnóstico de una lengua a la que, en su opinión, le aguarda un futuro prometedor que, dijo, «ya pronosticó Dámaso Alonso en 1979, cuando afirmó que el español pasará a llamarse hispanoamericano. Nunca en ningún país se ha perdido el español, es una lengua de resistencia con futuro», afirmó.

Sobre la aspiración de Valladolid de reivindicar la capitalidad del idioma, advirtió que la ciudad «lo va a tener difícil porque hay mucha competencia; ahora bien, lo tendrá más fácil si aspira a ser capital del castellano, reivindicando ese grado de ambigüedad entre el castellano y el español».

Al parecer del miembro de las Academias de Perú, Panamá, Colombia, Real Hispanoamericana, Norteamericana y Venezolana, el futuro del español está más que consolidado y puso California como ejemplo de una zona de Estados Unidos «que tiene dos lenguas pese a quien pese. Recuerdo que la primera vez que fui a la ciudad de San Francisco solo el lumpen hablaba nuestro idioma en el que hoy se comunican jueces».

Echó mano del matiz histórico para explicar que en Filipinas nunca fue el español el habla del pueblo, que se comunicaba «con una cosa que se llamó el chabacano, mezcla de tagalo y español, pues el español solo lo hablaban las clases altas y administrativas. El español no lo puedes hablar con 500 palabras, como el inglés. Y, a pesar de ello, ha metido las raíces en cualquier sitio: en Guinea Ecuatorial, en el Sáhara bajo el protectorado... Y de ahí no ha desaparecido. El español se convierte en lengua de resistencia, como en el caso de Puerto Rico, que está lleno de poetas, y Nicaragua...».

A lo largo de la conferencia recordó la pasión por el cuidado del idioma del académico Vargas Llosa, al que calificó como «creador de la lengua, que petrifica en sus textos una manera de escribir dando voces propias a personajes a los que se les había negado y eso tiene mérito, pues muchos novelistas fracasan porque los personajes hablan igual que ellos, no se diferencian».

De Vargas Llosa ensalzó su espíritu arriesgado al seguir publicando novelas, ensayos y obras de teatro y mantener una presencia continua en la prensa, pero cuando arrancó sonrisas del público fue al contar aspectos más personales del autor de La fiesta del chivo. «Él está convencido de que lo primero y más importante es la literatura, y yo pienso que la vida lo es más que escribir; él vive cercado por los libros y por tres secretarias y su método de trabajo y de organización es de corneta militar; como alguien se atreva a romper la disciplina que lleva, acaba con él, es un fanático que se evade del mundo», relató.

El repertorio de anécdotas le dio también pie para contar la aversión de Vargas Llosa por el alcohol desde que tenía 17 años. «Prefiere impartir veinte conferencias que beber un whisky; y yo le he visto tomarse una paella con un vaso de leche», contó, dejando caer que este hábito de evitar el alcohol podría verse modificado por mor de su nueva vida sentimental: «Eso podría cambiar ahora que se ha convertido en un personaje, y como sabe que hay que conocer sobre vinos...».

También aludió al horario milimétrico que rige su vida diaria. «A las 23:15 horas, aunque estemos en mitad de una cena, pone cara de indio somnoliento y empieza a despedirse. Y se levanta a las cinco de la mañana a leer», remachó, recordando una relación amorosa «que le duró quince días». Después de humanizar con anécdotas al Premio Nobel habló de cómo ha convertido la literatura en una vocación profesional, proponiéndose «vivir de los libros y los derechos y esas cosas. Y eso en el Perú. Y el tipo se va a París en 1958 y hoy en día es Balzac, aunque quisiera ser Flaubert, y en las raíces morales, Víctor Hugo». Porque en lo literario Armas Marcelo equipara al escritor hispanoperuano con Balzac por su concepción de la novela como el medio ideal para conocer la historia de las naciones. «Si uno quiere saber cómo era Rusia ha de leer a Dostoievski, de la misma manera que para conocer América Latina hay que leer a Mario, aunque a él no le gusta, le indigna que digamos que es el Balzac contemporáneo», dijo tras valorar como sus mejores títulos los tres primeros que escribió: La ciudad y los perros, La casa verde y Conversación en la catedral».

Con un llamamiento al orgullo por el idioma como seña de identidad y pertenencia a una comunidad cada vez más amplia unida en torno a la palabra concluyó la jornada, organizada por El Norte de Castilla con el patrocinio de la Agencia de Innovación, Financiación e Internacionalización Empresarial, la Junta de Castilla y León, la Diputación Provincial de Valladolid, el Ayuntamiento de la capital, y con la colaboración de Iberdrola y los cines Broadway.

Las jornadas en favor del español continuarán con una segunda sesión, el viernes 27 de noviembre, en la que se recordará la figura de Camilo José Cela, el último Nobel español, en un acto que tendrá como protagonista a su hijo, Camilo José Cela Conde.

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