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Javier Aguiar
Viernes, 20 de noviembre 2015, 11:50
Estamos en Éfeso, a orillas del Egeo, en los primeros años de nuestra era. María, la mujer que siglos de tradición cristiana han convertido en icono, Virgen y madre de Dios, es aquí una pobre anciana que pasa sus últimos días de vida vigilada y mantenida por unos pocos discípulos de su hijo. Lejos del personaje construido para sostener una fe, se muestra más próxima a la persona que por su condición debió de ser. Campesina, ignorante y pagana. Pero sobre todo una madre llena de dolor por la absurda muerte de su hijo, de la que se siente culpable, y de una rabia inmensa que lanza contra todo lo que la rodea, empezando por esos seguidores a los que no entiende, que considera fanáticos y uno de los cuales, sospecha, está escribiendo su historia y la de su vástago sin respetar la verdad.
Esa mujer será el viernes y el sábado sobre el escenario del Teatro Calderón Blanca Portillo, sin duda una de las personalidades del teatro español de los últimos años en sus facetas de actriz y directora. La artista, que saltó a la fama por su presencia en series televisivas de éxito, rompió el melón de sus cualidades interpretativas, especialmente dramáticas, desde sus primeras apariciones sobre las tablas.
En este su primer monólogo, un género que no le gusta, se pone a las órdenes de otro neófito, en este caso como director teatral, Agustí Villaronga, un contrastado cineasta y actor de amplio recorrido.
Ambos llevan ya un año embarcados en esta arriesgada propuesta coproducida por el Centro Dramático Nacional y basada en una novela a su vez gestada en un texto anterior del prestigioso escritor irlandés Colm Tóibín.
María necesita descargar todo el dolor, la rabia, la incomprensión y la impotencia que lleva dentro y lo hace ante un público golpeado por la fuerza de esos sentimientos. «La emoción en estado puro, sin artificios intelectuales ni elitistas, eliminando todo lo que nos separa de ese sentimiento enfebrecido», es lo que ha querido plasmar el director, explica el propio Villaronga, para quien lo esencial del montaje es «desnudar a la narración de toda complejidad que no vaya directamente al corazón», una sensación que se ve acentuada por la música creada ex profeso por la compositora y cantante australiana Lisa Gerrard.
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