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cristina martín
Miércoles, 22 de julio 2015, 13:54
Intercambiar papeles en la vida con una persona poderosa es difícil, pero no en el teatro, donde todo está permitido, hasta vengarse de quienes están en lo más alto de la sociedad y abusan de su poder. La compañía Venezia Teatro permite descubrir para qué sirve el poder, no solo el reservado a los políticos, sino el de cualquiera en su vida cotidiana, y lo hace gracias al texto de Marivaux y el montaje La isla de los esclavos, donde los roles cambian por completo. Esta adaptación, dirigida por José Gómez, parte de un discurso del siglo XVIII para hablar de poder en los mismos términos que hoy en día y comprobar qué pasaría si una persona de repente es libre y poderosa. Reseña que el montaje propone una toma de conciencia poniendo el foco en la responsabilidad individual que asume cada uno a la hora de ejercer el poder.
¿Qué es lo que más le atrajo del texto de Marivaux?
Queríamos contar algo diferente al público, me interesaba mucho la reflexión del poder que hacía Marivaux en esta obra porque encajaba perfectamente con la situación actual de cómo es la distribución del poder en nuestra sociedad: la malversación, esas ganas de seguir ganando más, con algunos episodios como el de las tarjetas black o los contratos a través de los cuales te pagan en negro por tu trabajo... El texto pone en evidencia perfectamente cómo funciona el poder antes, ahora y siempre.
¿Cómo se presenta esta historia al espectador?
Lo más interesante es que el público se va a sentir identificado con su vida real, como si se cambiara el puesto con su jefe. El texto narra la historia de dos señores de la alta sociedad que están de viaje con dos esclavos y naufragan en una isla en la que existe una regla que hay que cumplir: si naufragas, debes intercambiar los roles con tus esclavos. Es un juego macabro de venganza, pero siempre con un tono de comedia, mostrando algunas jugarretas que hace uno de los esclavos; el otro, sin embargo, lucha por hacer justicia y conseguir la igualdad, porque ve una oportunidad de ser libre por fin. Marivaux recoge las dos visiones, tanto la de resignación y aguante de los poderosos como el sentimiento de libertad de los esclavos.
¿Cómo es el montaje sobre el escenario?
La interpretación de los actores es lo que tiene más relevancia en el montaje de La isla de los esclavos, por supuesto. El decorado se basa en una estética limpia y de tonos negros y blancos únicamente. El escenario es un tablero de ajedrez sobre el que se desenvuelven los dos bandos opuestos que configuran la trama, y luego, el juego de la iluminación es fundamental para acercarse mucho más al público.
El pasado año acudió por primera vez a Olmedo Clásico.
Sí, entonces, como actor junto a la Compañía Nacional de Teatro Clásico y fue una experiencia brutal. Recuerdo que pasamos mucho calor, eso sí, pero el espacio donde hicimos la obra me pareció que tenía una energía muy acogedora, por lo que es un verdadero regalo volver a este escenario.
¿Cuál es su próximo reto?
Estamos buscando el texto para nuestra cuarta obra, y aunque todavía no lo tenemos muy claro, vamos a cambiar de siglo... Hemos investigado mucho sobre teatro clásico y tras varios montajes ya podemos avanzar unos años. Quizá lleguemos a finales del siglo XIX... De momento seguiremos de gira con La isla de los esclavos durante todo el verano y hasta el próximo año en Madrid.
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