Victoria M. Niño
Miércoles, 15 de abril 2015, 20:57
Amaya Arzuaga ha colado el diseño en la lista de los ganadores del Premio Castilla y León de las Artes. La última Premio Nacional de la Moda es la primera diseñadora que se incorpora a la selección regional de músicos, pintores, escultores, actores y un torero. Amaya (Lerma, 1970) estudió en la Politécnica de Madrid y en 1994 creó su marca. Sus colecciones desfilan en las pasarelas del mundo.
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¿Considera la moda un arte?
No creo que la moda sea un arte, lo cual no quiere decir que no tenga su valor. Hay un proceso creativo que va parejo al artístico y los mayores consumidores de moda son los artistas. Son disciplinas relacionadas pero distintas.
¿Consumen moda los diseñadores, por qué siempre salen con camiseta negra a saludar tras los desfiles?
La moda puede ser solo en negro, tiene matices infinitos. Yo voy de negro desde que tenía 14 años. Supongo que la saturización de ver tantos colores, tanta ropa. Muchas veces se hace el comentario de ¿cómo puede dedicarse a la moda y vestir tan mal?. Pues porque el día del desfile es una jornada de mucho trabajo. Quizá hayas podido pensar qué ponerte, pero es que cinco minutos antes de salir al escenario estás tirado en el suelo arreglando cosas.
¿Le influyó tener fábrica de punto en casa?
Bastante. Cuando sales de una escuela o una universidad, al menos hasta hace poco, tenías conocimientos teóricos pero no prácticos. En mi casa aprendí lo que era un proceso de producción, cómo llega una colección a la calle. Cuando empecé ya tenía claro la estructura para mostrar mi trabajo.
¿Ycomo material de trabajo?
Al principio usaba mucho punto. Pero ahora, casi nunca. Por ejemplo para la colección de verano no hay nada. Utilizo cualquier material y técnica que me guste y domine.
En sus colecciones ¿el patrón está por encima de todo?
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El diseño consiste en hacer volumen, puede ser más arquitectónico o supuestamente más sencillo. Tiene que marcar tendencias y eso se logra no a través de los colores sino del patronaje y la coherencia, en todos los sentidos. En un desfile se pueden ver 50 vestidos del mismo diseñador pero la tendencia la marca el concepto que hay detrás, que los hace identificables. Luego a esa idea añades música, pelo, zapatos, pero tiene que haber una idea.
¿Ala moda le ha pasado como la ópera, que el peso de los accesorios es cada vez mayor?
Creo que no, que ya hemos llegado al punto en que lo importante es la ropa. Durante un tiempo fue más importante la modelo que lo que llevaba puesto. Los zapatos o los bolsos son complementos igual que para una persona que se viste para salir.
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Las grandes marcas se han metido en accesorios ¿usted no?
Soy poco amante de los complementos, me gustan las líneas puras y limpias. Los grandes grupos de moda se interesaron por los accesorios porque el low cost permite comprarse un vestido barato al que añaden buenos complementos. Eso es parte del sector. En mi caso lo tengo poco explotado, hice una colección de zapatos.
¿Por qué tiende a la monocromía?
Porque me gustan poco los estampados, prefiero la línea definida del patrón, que la prenda sea redonda por ella misma. Alo máximo que llego es al bicolor, son formas de entender la moda, cada uno tiene la suya.
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¿Cómo ha cambiado la venta desde que empezó?
Muchísimo y no creo que para bien. Los pequeños decimos que por un lado está Zara y por otro Prada, y no somos ni el lujo estricto ni el low cost. Como cada vez hay más tiendas multimarca, crece la uniformidad y la globalización, que nos viene muy mal.
¿Triunfó la confección barata con la crisis?
Antes cada diseñador creaba su tendencia y, hasta que llegaba a la calle, pasaban varias temporadas, porque había una evolución natural. Ahora el low cost copia cualquier cosa que sale y ha forzado ese ritmo. En la calle hay un batiburrillo que lleva a la uniformidad. Cuando llegó la crisis lo primero de lo que prescindió la gente fue de la ropa. Si se llevan los flúor por ejemplo, no vas a gastarte mucho dinero en un pantalón que te vas a poner dos veces. Mi única crítica al low cost es que copie con tal implantación en el mercado que lo ahogue.
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