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Esquina de las calles Quevedo y Lope de Vega. Góngora vivió en la casa amarilla, frente al convento de las Trinitarias.
Cervantes, esquina Quevedo

Cervantes, esquina Quevedo

De Lope a Valle, el barrio de las Letras guarda la memoria de nuestra mejor literatura

Miguel Lorenci

Domingo, 5 de abril 2015, 07:08

Cervantes, Lope de Vega, Quevedo y Góngora fueron vecinos muy mal avenidos. Habitaron en el mismo barrio hace cuatro siglos, hoy de las Letras, y arrabal de la vida canalla en el XVII. Se odiaron con una mala baba que haría las delicias de los programas del 'higadillo' que se refocilarían con las invectivas que intercambiaron estos grandes literatos. Vivieron entre menestrales y comediantes, en un vecindario de lupanares, de tabernas y conventos, muchas huertas, algún noble y varios libreros.

Era la periferia del Madrid que moría en el arroyo de Recoletos y el olivar de Atocha. Un barrio barato y arrabalero entonces, hoy céntrico y de copas y ocio, preñado de memoria literaria, del Siglo de Oro al esperpento, de Lope a Galdós, Valle-Inclán y Lorca. Recupera estos días el pulso turístico impulsado por la búsqueda de los huesos de Cervantes. Escolares y grupos de turistas franceses y alemanes lo recorren a pie o en bicicleta. Se detienen en las esquinas de la calle de Cervantes con Quevedo, de esta con Lope de Vega, o ante los muros del convento de las Trinitarias, muy atentos al guía.

Les explica que «algo» los huesos de Cervantes siguen donde estuvieron siempre, como se sabía. Que un año de trabajo, 120.000 euros y tanta pompa mediática sirven par constatar lo conocido, que sus despojos siguen ahí, localizados ahora en un amasijo de esquirlas óseas con otros 16 semejantes, entre ellos su esposa, Catalina de Salazar.

Sor Amada de Jesús, priora de las Trinitarias, explica al otro lado del torno que el recogimiento monástico de las hermanas «ni se ha alterado ni se alterará» con tanto revuelo. No descarta que los huesos suban a la iglesia «para que se puedan visitar». «Famoso era Cervantes, no nosotras. Será lo que tenga que ser», zanja la conversación. Guías como Juan Carlos González, de Carpetaniamadrid.com, explican que Lope de Vega tuvo la casa más rica y noble del barrio. Que la leyenda dice que Quevedo fue casero de Góngora y lo puso de patitas en la calle. Que Galdós buscaba amores de pago en la calle de Las Huertas, territorio en el XVII de «esposas de Cristo y hermanas de Venus, esto es, monjas y meretrices». «Había muchas más casas de consentimiento que huertos para una soldadesca castigada por la sífilis», dice el guía. Cuenta que también llevaron por allí una vida disipada antes de tomar los hábitos Calderón de la Barca y el zascandil de Lope, y que comediantes, autores y empresarios se buscaban en el Mentidero de los representantes.

Casanova y misas en euskera

También que Valle-Inclán se casó en el barrio y alumbró el esperpento en los espejos deformantes del callejón del Gato. Que Giacomo Casanova se hospedó un miserable pensión atestada de chinches del barrio que recorrerían luego Echegaray, Baroja o García Lorca. Que el Teatro Español nació hace más de cuatro siglos como el corral de la Pacheca, luego del Príncipe, pero después que el corral de la Cruz. Que por estas calles deambuló el Alatriste de Pérez-Reverte en 'El jubón amarillo' o que hoy es posible escuchar misa en euskera los domingos en la iglesia de San Ignacio de Loyola, la de 'Los vascos'.

La estatua de Cervantes ante el Congreso y las de Lorca y Calderón en la plaza de San Ana marcan el eje del barrio de las Letras, antes de los Comediantes, de las Musas, del Parnaso o Literario. «El de la bohemia, y la mala vida, el de los poetas y las putas, como Montmartre en París o el Trastévere en Roma», apunta González sobre las calles que transitaron también Marcela San Félix, la hija poetisa y monja de Lope, Carmen de Zayas, Vélez de Guevara, Moratín, Ruiz de Alarcón o Zorrilla.

Cervantes llegó desde Valladolid en 1606. Ocupó al menos tres casas de alquiler, todas «lóbregas y húmedas». Ninguna sigue en pie. Una placa recuerda la que tomó en la calle a la que da nombre, en su día de los Francos, y en la que murió. Le acompañaban 'las Cervantas', su extenso clan femenino, y le precedía la mala fama de ser un proxeneta que explotaba a estas mujeres. Buscó el barrio más barato de la nueva Corte y una esquiva fortuna en teatro.

Lope de Vega, titán de la letras y el teatro «era tan famoso entonces como hoy Messi o Ronaldo», según el guía. «Se le piropeaba en la calle y en la casas su efigie estaba junto a la Virgen y Cristo» explica. El mujeriego Lope aterrizó en el barrio en su triunfal madurez. Compró un noble caserón con patio y huerto, hoy en la calle de Cervantes. Vivió sus amores con Marta de Nevares, su Amarilis en la casa que recibe 63.000 vistas al año. Se sabe que sus restos estuvieron en la Iglesia de San Sebastián y que, por impago del mantenimiento de la sepultura fueron removidos a un osario común.

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