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Javier Aguiar
Martes, 3 de marzo 2015, 19:12
Defensor incansable de las artes escénicas, Alberto Conejero (Jaén, 1978) es un profundo conocedor de la historia del teatro desde la Grecia clásica. Ha escrito media docena de obras teatrales, puesto en escena varias de ellas y publicado siete. También es responsable de textos para musicales, traducciones y dramaturgias, y algunos de sus trabajos se han representado fuera de nuestras fronteras. Pero este joven dramaturgo y doctor en Filología que tan bien conocen en Valladolid sus alumnos de Escritura Dramática de la Escuela de Arte Dramático de Castilla y León (ESADCyL) ha dado un salto cualitativo en su producción literaria con La piedra oscura, publicada por Antígona ya va por su segunda edición que ha triunfado en el teatro María Guerrero de Madrid (Centro Dramático Nacional), donde será repuesta en septiembre (ya hay fechas con todo vendido para su regreso) y se ha podido ver esta semana en el mítico Teatro de Arte de Moscú. De esta obra sobre la naturalización de nuestro pasado más reciente y «el destino de los olvidados en las cunetas de la Historia» que narra el final del último amante de García Lorca y, por supuesto, de teatro habla con El Norte desde la capital rusa.
La piedra oscura ha cosechado un gran éxito en Madrid y ha sido valorada como la sorpresa de la temporada teatral. ¿Cómo lo ha vivido y cómo lo lleva?
Las entradas se agotaron pocos días después del estreno. Estamos muy felices por esta acogida excepcional y también con que el Centro Dramático Nacional, programándola de nuevo en la próxima temporada, permita ver la función a muchos de los que ahora se han quedado sin poder hacerlo. Yo no recuerdo que el CDN haya anunciado con tanta antelación la reposición de un montaje y que las entradas estén a la vente meses antes. Incluso ya hay algunos días agotados para esta segunda temporada. Yo lo vivo con alegría pero volcado en las tareas cotidianas y en los proyectos futuros. Esto pasa y pasa. Es mejor no atender al ruido que produce.
¿Cómo han sido estos dos meses en el María Guerrero?
Realmente emocionantes. Ha sido una experiencia muy luminosa. Aunque suene a lugar común, yo creo que la confianza y comunión con el resto del equipo se percibe en la función. La piedra oscura es la función que es por el conjunto de su equipo. Estamos muy agradecidos a todo el personal del CDN por su confianza en el proyecto y también a Lazona, la coproductora.
¿Ha supuesto un hito en su carrera como dramaturgo?
Ha sido una experiencia excepcional y me ha permitido el encuentro con muchos compañeros y espectadores que antes no conocían mi teatro. Son tan pocas las oportunidades para los dramaturgos de alcanzar cierta visibilidad que cuando ocurre, y de este modo, se recibe casi como un prodigio. Quizá esto facilite que otro equipo vuelva a interesarse por lo que escribo pero la incertidumbre sigue siendo inmensa.
¿Cómo ha llegado el montaje a Moscú?
El CDN participa junto al Teatro de Moscú en un programa llamado Por primera vez en ruso, que busca dar a conocer la dramaturgia española contemporánea en el país. Fue el Teatro de Moscú quien seleccionó el texto de entre todas las propuestas presentadas. Es un privilegio inmenso y una responsabilidad muy grande ser representado en una de las catedrales de la historia moderna del teatro.
La obra habla de la memoria como espacio de justicia, ha dicho. ¿Cree que en España ha habido memoria y justicia suficientes?
Hay algo incluso más terrible que la injusticia y eso es su olvido. Porque mientras alguien recuerde, mientras alguien proteja en el íntimo espacio de la memoria a las víctimas, podremos tener fe en el futuro. Creo que en España ha habido demasiado silencio y en ocasiones cierto revanchismo. Nada de esto tiene que ver con aliviar el dolor pendiente. Y me cuesta creer que en un país democrático alguien considere abrir viejas heridas que compatriotas quieran enterrar con dignidad a sus familiares.
¿Qué le enseñó García Lorca para que le empujara a escribir teatro?
Es un magisterio tan hondo y persistente el de Federico que difícilmente puedo referirme a él. Siendo adolescente me permitió asomarme al temblor y al misterio del lenguaje y también descubrir cómo el teatro hace posible que nuestras pasiones y anhelos tomen forma humana y se pongan de pie.
¿Qué encontró en el personaje de Rafael Rodríguez Rapún?
Para mí, en la corta vida que tuvo, Rafael fue un emblema de lo que significaron los intentos de avance cultural y educativo de la Segunda República, además de mi profunda simpatía y empatía por él, por la intuición de él, y por su familia. Rapún, hijo de un frutero y una criada, acaba en La Barraca, asomado a ese mundo de maravilla y anhelo de crecimiento para la nación española; eso es lo que me emociona de Rapún. Y lógicamente también la complejidad de su relación con García Lorca, de la que salieron algunos poemas que son cimas de la poesía como los Sonetos del amor oscuro.
¿Fue emocionante el contacto con su hermano?
El encuentro con Tomás (hermano de Rafael) fue absolutamente decisivo para la escritura de la obra. Y conmovedor. Nunca podré dejar de dar las gracias a toda la familia por su confianza, ya desde los primeros instantes. Tomás tuvo la generosidad de permitirme acceder a los recuerdos y archivos familiares. Confió en mí y si en algo me enorgullece el éxito de La piedra oscura es saber que muchos más saben ahora quién fue su hermano y también él (se le nombra en la función) y aun así me sigue pareciendo que tengo una deuda inmensa.
No se reconocía homosexual pero murió de amor por García Lorca ¿Cómo se explica? ¿Cómo fue la relación entre ambos?
A veces nos cuesta imaginar qué significaba declararse públicamente homosexual en España hasta hace muy poco. Incluso hoy en día hay mucha gente que sufre el hostigamiento y la humillación por ese hecho en nuestro país. Por no hablar de muchas partes del mundo donde supone la cárcel cuando no la muerte. Hay que recordarlo siempre para entender a un muchacho de poco más de veinte años que además inicia una relación con alguien como García Lorca, ya conocidísimo por aquel entonces. Quizá Lorca fue la única experiencia homosexual para Rapún, quizá lo amó aunque no fuera homosexual, quizá no podía soportar la clandestinidad acompañada de los constantes rumores. Hay que intentar ponerse en el corazón del otro. Pero, en cualquier caso, fue la relación más larga de Federico y también tuvo muchas luces. Fueron razón el uno para el otro de alegría. Rafael sobrevive un año a Federico, luchando con el alma rota por el gobierno legítimo, y cae abatido por los fascistas, si bien acompañado de todos esos fantasmas.
Su obra habla de los cimientos de la democracia. ¿Es usted de los críticos con la Transición? ¿Por qué cree que los españoles no hemos sido capaces de cerrar heridas?
Hay un libro de Max Aub, La gallina ciega, en el que se refleja, quizá como en ningún otro sitio, la normalización de la catástrofe sanguinaria que fue el franquismo. Yo nací en el 78 y entiendo tanto los esfuerzos titánicos de los hombres y mujeres que permitieron la democracia en España como la necesidad ahora imperiosa de no considerarlo un proceso perfecto y cerrado. La corrupción, el problema territorial, el debate nunca acontecido de la forma de gobierno (república o monarquía), la propia ley electoral, son asuntos que no van a desaparecer por no ser nombrados y que hunden sus raíces en las grietas de esa Transición. Necesitamos calma y generosidad para encarar estos debates si queremos seguir caminando juntos. Y si no hemos cerrado algunas heridas es porque algunos se consideran herederos de los que las causaron y legitiman sus consecuencias.
¿Qué efecto le ha causado escuchar su texto en ruso?
Hay algo extraño porque no conozco las palabras pero sí su sentido; me permite estar atento al trabajo del actor, a lo que ocurre detrás del lenguaje. Si el teatro es encuentro con el otro, aquí el encuentro es radical. De repente, aparecen lo nombres propios (Santander, Federico, Rafael, Barraca) tensando los dos idiomas y es hermoso.
¿Cómo concibe el teatro?
Concibo el teatro como el lugar que nos permite encontrarnos con los otros y compartir una experiencia poética que nos interroga y ensancha nuestro imaginario y, por tanto, nuestra dimensión como ciudadanos. Porque cuando sucede el teatro, sucede en el espectador y este queda transformado.
Un IVA «antipatriótico»
¿La situación que vive el teatro es más culpa del Gobierno o de la crisis?
El IVA cultural, el más alto de Europa, es una medida profundamente antipatriótica. Consiguen así lastrar el vuelo del espíritu, la capacidad crítica y las barreras del imaginario de los ciudadanos. Quieren reducir su experiencia de vida a las de fuerza de producción y consumo. Una auténtica catástrofe. Lamento los discursos que bendicen la crisis como un motor creativo. Una cosa es la crisis íntima de cualquier creador y otra cosa es que el Estado lo hostigue con medidas de este tipo. Los creadores de ahora somos en muchos casos hijos de la enseñanza pública y de la dignificación de las enseñanzas artísticas.
Ser dramaturgo en España es un oficio complicado. ¿Cuáles son los principales obstáculos para poder estrenar una obra?
En estos tiempos difíciles los productores suelen apostar por aquellas propuestas que ya vienen precedidas de una garantía de éxito, supuestas fórmulas infalibles con rostros conocidos de la televisión o el cine y con textos que supuestamente tengan una acogida garantizada. Y digo supuestamente porque creo firmemente que los autores y las autoras de hoy en día podemos conectar con los espectadores porque estos son nuestros vecinos, nuestros amigos, nuestras familias Es por eso que los teatros públicos deben auspiciar aquello que el temor de algunos productores privados no permite. En este sentido, los directores del Centro Dramático Nacional y del Teatro Español han apostado firmemente por la dramaturgia contemporánea. Algo está cambiado. Creo que desde lo privado se debería tomar ejemplo.
¿Cómo es su experiencia docente y su relación con los alumnos?
Cada día que entro por la puerta de un aula agradezco el privilegio de dedicarme a la docencia. Es una inmensa suerte para un creador estar en contacto con la inquietud y la sensibilidad de los alumnos. Y una enorme responsabilidad. Intento transmitirles a los alumnos la enorme felicidad que genera el teatro, el privilegio de poder convocar a los otros ciudadanos para emocionarlos, para interrogarlos sobre quiénes somos. Que todas las dificultades e incertidumbres de los oficios del teatro quedan compensadas por este raro privilegio. Y también que defiendan la profesionalidad de las gentes del teatro, el compromiso, el esfuerzo, la técnica, la exigencia que conlleva esto. Creo firmemente en el proyecto de la Escuela Superior de Arte Dramático de Castilla y León. En pocos años se ha formado un claustro con reconocidos profesionales en activo, absolutamente volcado en unas enseñanzas tan delicadas y complejas. En esta comunidad hay creadores con voces muy poderosas, vocaciones que necesitan el estímulo y la guía para desarrollarse, y la Escuela funciona con ese propósito.
¿Cuáles son sus siguientes proyectos?
En primer lugar, la compañía Sexpeare celebra su vigésimo aniversario y me ha convocado junto al director Salva Bolta para realizar la versión de un texto de Cervantes. Si todo va bien, volveré a colaborar con Pablo Messiez (director de La piedra oscura) en un proyecto que se viene gestando desde hace dos años y es la versión teatral de una novela de un autor argentino que los dos amamos. Vienen lecturas dramatizadas de Ushuaia (una obra anterior) en Atenas y Nueva York, y confío en que pueda representarse en mi país. Y, por último, estoy terminando un nuevo texto. Este último es el que me quita el sueño y en el que tengo depositados muchos de mis anhelos.
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