La sala del Calderón vista desde el escenario.

El Teatro Calderón cumple 150 años

El 29 de septiembre de 1864 se levantaba por primera vez el telón para la representación de 'El Alcalde de Zalamea'

Javier Aguiar

Lunes, 29 de septiembre 2014, 20:22

La burguesía vallisoletana deseaba contar con un gran teatro al estilo del Real de Madrid o el Liceo barcelonés y tuvo que luchar por ello. La sociedad constituida a tal efecto tuvo que enfrentarse a no pocos problemas, desde la ardua negociación con el duque de Osuna, propietario del Palacio del Almirante en cuyo solar se construyó el Calderón que exigía una cantidad desorbitada (finalmente lo vendió a un tercero, Diego Morales, a quien se lo adquirió la sociedad), hasta la oposición del arzobispo de Valladolid, que consideraba escaso el espacio que separaba el Palacio Arzobispal y las iglesias del Rosarillo y Las Angustias de este centro de dudosa moralidad y posible foco de desórdenes. También la campaña en contra de su construcción emprendida por José León, propietario del recién levantado teatro Lope de Vega, y que veía en el Calderón una competencia excesiva para su deficitaria empresa.

Publicidad

La clase pudiente de Valladolid demandaba un teatro de mayor tamaño, más céntrico y con instalaciones adecuadas a sus fines sociales y también mercantiles. Así que finalmente se consiguieron todos los permisos y se encargó el proyecto al prestigioso arquitecto Jerónimo de la Gándara, que ya había realizado antes el del Teatro de la Zarzuela de Madrid y, curiosamente, el del Lope de Vega, y como director de la obra a otro técnico de prestigio y responsable de numerosos inmuebles de la ciudad, Jerónimo Ortiz de Urbina. Las obras se abordaron de manera inmediata y discurrieron con tal rapidez que en poco más de un año (desde junio de 1863 a septiembre de 1864) el teatro estaba listo para su inauguración, si bien algunas de sus dependencias se culminaron tiempo después. Solo tres semanas antes de su apertura se decidió el nombre que llevaría el coliseo, entre teatro Central, teatro del Almirante o Calderón de la Barca, optándose finalmente por este último.

El Norte lo contaba al día siguiente: «Como teníamos anunciado anteanoche se verificó la inauguración del grandioso coliseo de Calderón de la Barca, habiéndose puesto en escena la comedia, refundida, del inmortal autor que da nombre al teatro, titulada El alcalde de Zalamea, un bailable por todo el cuerpo coreográfico, y el proverbio Huyendo del peregil. La información de aquel viernes continuaba describiendo el ambiente del acto. «El aspecto continuaba que presentaba la sala del teatro, era verdaderamente fascinador; al rico adorno de todas las localidades, se unía el encanto de nuestras lindísimas paisanas que lucían elegantes y costosos trajes y caprichosos prendidos». El redactor, sin duda deslumbrado por el evento, explicaba que «a donde quiera que se dirigía la vista había algo que admirar, del edificio, o de la concurrencia, que era extraordinaria, ocupando no solo todas las localidades, sino las puertas, pasillos y cuantos sitios permitían ver algo de lo que sucedía en escena». Y no entró más en su función de crítico el voluntarioso enviado, porque no era el momento. «Las compañías de verso y baile añadía que actuaron en la función, dejaron unánimemente complacido al público por el acierto con que desempeñaron su cometido, no deteniéndonos por hoy a tratar del mérito de los artistas, ni de la exactitud con que se verificó la representación, por dejarlo para otro día».

«Por hoy solo nos resta decir concluía la información que el teatro de Calderón de la Barca, por la grandiosidad de su sala, por la profusión de sus riquísimos adornos, por la numerosa y escogida concurrencia que anteanoche asistió a la primera representación, y por los reputados artistas que forman sus compañías, puede competir con los primeros teatros del reino y acaso con ventaja con todos los de Madrid».

Desde aquella noche de gala hasta hoy miles de representaciones, proyecciones, ballets y conciertos, además de no menos actos públicos y políticos, han llenado la historia de este extraordinario coliseo del que tanto Valladolid como toda Castilla y León esperan seguir disfrutando por lo menos durante otros 150 años.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad