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Nigel Young, David Trueba y Mauricio Vicent acompañan a Norman Foster a la llegada al Hay Festival en un Hispano Suiza.
Norman Foster pasea el sueño americano por La Habana

Norman Foster pasea el sueño americano por La Habana

Presentó en el Hay Festival un libro que muestra su admiración por la arquitectura moderna cubana y los coches clásicos

vierginia t. fernández

Lunes, 29 de septiembre 2014, 19:50

No es la primera vez que Norman Foster (Manchester, 1935) muestra su admiración por La Habana. Hace tiempo se prestó a apoyar al bailarín cubano Carlos Acosta en su intento de rescatar la Escuela de Ballet de Cubanacán, una pequeña parte de lo que fue un gran proyecto arquitectónico frustrado que, a la llegada de Castro al poder, pretendía aglutinar varias escuelas de arte en torno a las antiguas instalaciones del exclusivo Country Club. Algo de esa admiración hay en Havana. Autos and Architecture, una lujosa publicación que el arquitecto ha coordinado y que ha editado Ivorypress. La responsable de la editorial y esposa del arquitecto británico, Elena Ochoa, describía ayer el libro frente al atento auditorio del Hay Festival en San Juan de los Caballeros como «una historia de amor» de La Habana.

Los partícipes del acto amoroso, al que se unió el cineasta David Trueba como moderador del encuentro, llegaron a las inmediaciones de la iglesia a lomos de un Hispano Suiza amarillo. No pudo ser más adecuada la espectacular irrupción para ilustrar el contenido del libro, que cuenta en imágenes la historia reciente de la capital cubana a través de automóviles americanos de los años 40 y 50. La arquitectura de esa época, los coches fabricados entonces y la historia de sus gentes están íntimamente relacionados para Foster, quien ha contado con la pluma del periodista Mauricio Vicent para aportar el componente humano (el relato de las historias de sus dueños que acompañan a las fotografías) de un trabajo conjunto en el que la pieza fundamental ha sido el fotográfo Nigel Young.

El Premio Príncipe de Asturias ve un resurgimiento del interés por la arquitectura cubana de los 40 y 50 porque encuentra en ella «un gran optimismo, una mirada hacia el futuro». La conjunción de la imagen del coche clásico como «símbolo de estatus» y el elemento arquitectónico arroja un sentimiento de «ganas de vivir y de seguir hacia adelante», lo que no siempre se da en la actualidad. «Ahora los coches son más seguros y protectores pero algo se perdió en el camino, ya no tienen el carisma y la personalidad de aquellas piezas, no evocan tiempos futuros. Por esto tenemos interés por aquella arquitectura, porque nos enseña algo», explicó. Nos enseña lo que oculta, las vidas de tantas personas, adictas a sus esperanzas, sometidas al yugo de un país rico en «contradicciones fascinantes». El sueño americano se pasea por La Habana a bordo de un Cadillac o un Chevrolet o un Thunderbird del 1957. La nostalgia de aquellas curvas sugerentes embarga al arquitecto cuando se refiere a las paradojas que llevan décadas sacudiendo a la isla: mientras EE UU ejerce el bloqueo sobre Cuba, La Habana se convierte en un verdadero «museo viviente del automóvil americano».

«La perfección del caos»

De un parque móvil de unos 200.000 coches, una tercera parte son automóviles antiguos, todo «un homenaje al ingenio cubano», definió Vicent. Para el arquitecto británico el coche representa a la sociedad de consumo que impele a los ciudadanos a la sustitución sistemática de los utilitarios por otros más modernos. Estas «obras de arte» que Foster y su equipo recopilan en Havana. Autos and Architecture desafían esa dinámica. En un entorno social en el que el régimen castrista trata de igualar a los individuos, «el coche y la marca indicaban dónde estabas en la sociedad, eliminaban ese intento de nivelación».

De los textos de Mauricio Vicent afirmó David Trueba durante el acto que pueden leerse en conjunto «como una novela histórica», tal es el carácter poliédrico de la obra. La publicación refrenda también la imagen que se lleva el viajero que llega a la La Habana y encuentra en sus edificios una bella arquitectura en decadencia que se mantiene en pie gracias a lo que los arquitectos locales llaman «estática milagrosa».

De otro lado, hay arte en la publicación. Arte atesorado por la multitud de coleccionistas de raza que se dedican aún hoy en cuerpo y alma al mantenimiento y restauración de piezas tan exclusivas. A Foster le fascina que de «tantos talleres sucios y desorganizados» surjan criaturas aderezadas con la pátina del tiempo. «Un objeto perfecto surgiendo del caos», dice. Algo tan frecuente como misterioso en el arte.

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