fernando herrero
Domingo, 27 de julio 2014, 11:58
Breve, bello relato de misterioso autor. Un cuento moral que trata de la caballerosidad, del perdón, de la superación de las diferencias: abencerrajes y cristianos. Hoy mismo leía un artículo del músico Daniel Baremboin pidiendo la concordia de israelís y palestinos. En el Siglo XVI esta famosa 'Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa' supone una lección. La civilización no ha superado la estupidez de la guerra y ha llegado a potenciar destrucciones masivas incomprensibles. Quede este espectáculo como un deseo, lleno de ingenuidad, de que las gentes de hoy se comporten como Narváez y Abindarráez.
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El texto no es una obra de teatro, lo que hace necesaria una verdadera versión. El conflicto existe y se resuelve positivamente, pero la sensación es que se estira el cuento en demasía y las situaciones escénicas son escasas. Estos defectos se palian en un montaje que aúna música, canto, ballet, títeres y acción monologada y dialogada. La música, un buen conjunto la interpreta, une diversas estéticas a partir del flamenco. La danza se limita a una pareja que crea una atmósfera específica. Y los muñecos son signos coadyuvantes oportunos. La iluminación desde un fondo con ciclorama puntea las diversas escenas buscando siempre un esteticismo formal (la escena de la boda o la que cierra la historia).
El problema surge de la derivación dramatúrgica. Un comienzo poético en el que las imágenes simbólicas predominan, acompañado de la música, se transforma desde la presencia del criado espía y del padre de Jarifa en una comedia burlesca. Ruptura que puede captar las risas del público pero que rompe la atmósfera conseguida, recuperada solo brevemente al final. La interpretación no pasa de lo correcto y profesional con el gran cante de Inés León como baza máxima.
De esta edición del Festival de Teatro Clásico de Olmedo, que se completa con dos espectáculos ya estrenados en Valladolid, cabe destacar el gran número de grupos que se dedica al Teatro Clásico, incluso buscando y adaptando obras casi inéditas en un loable esfuerzo colectivo y una evidente adaptación a sus códigos estéticos. La razón estriba en que, curiosamente, este género teatral es más vendible en tiempos de crisis y de condena (ese 21% de IVA) que una investigación sobre el presente con nuevas dramaturgias o puestas en escena de actores del Siglo XX y XXI desconocidos en España. Las cosas están así y no hay que reprochar la elección a estos Grupos, sino agradecerles el rigor y el empeño puestos en una tarea igualmente imprescindible como el rescatar para hoy el patrimonio cultural de ayer.
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