«La cultura es la verdadera marca España de nuestro país»

Daniel Albaladejo (Murcia, 1971) se ha centrado en el teatro clásico en los últimos años, oficio que ha compaginado con el trabajo en televisión, en series como Acusados, Camera Café, Aquí no ha quien viva o Isabel. Esta noche protagoniza el Otelo, versionado por Yolanda Pallín y dirigido por Eduardo Vasco, con el que la compañía Noviembre Teatro subirá al escenario de la Corrala.

Se respeta todo el texto original. Es una versión muy limpia, muy directa, donde se ha tratado de quitar el cartón piedra que rodea a los actores, donde la implicación que rodea a los personajes es muy alta para que el público reciba esta historia y vea la transformación de Otelo. En este caso también destaca el vestuario de Lorenzo Caprile y la escenografía, muy básica pero muy efectiva, de Carolina González. Es una versión descarnada donde prevalece la historia y se habla de violencia de género, racismo, xenofobia, manipulación...

Temas actuales...

Sí, el ser humano es como es y en muchas cosas hemos evolucionado, pero en otras no. Quizá nos hemos vuelto más educados, pero somos animales, a veces las pasiones nos arrastran y estas eran las mismas hace cuatro siglos que ahora.

¿Qué dificultades encontró para interpretar al personaje de Otelo?

Quería hacer un personaje del siglo XXI y lograr entenderlo, incluso quererlo. Quería acercarme a la mente de ese personaje tan celoso y entender por qué se presenta como el marido perfecto y de repente se convierte en un ser irracional.

Dentro del amplio abanico de autores clásicos, ¿a quién destaca?

En este país tenemos la gran suerte de tener una de las dramaturgias más potentes que hay, que es la del Siglo de Oro, con Lope, Calderón, Tirso, Moreto, Fernando de Rojas. Buena cuenta de eso da la Compañía Nacional de Teatro Clásico.

¿Cómo fue la experiencia con esta compañía?

Fueron ocho años estupendos en los que estuve trabajando con Eduardo Vasco y con otros grandes directores como Natalia Menéndez, Pilar Valenciano o Carlos Aladro. Es bueno entrar y salir de las compañías nacionales para seguir formándote, es muy sano para el actor y para la propia compañía.

Son muchos años trabajando con Eduardo Vasco...

Es un director con el que es fácil trabajar. Nos conocemos desde hace mucho tiempo y fue él quien me dio la oportunidad cuando llegué a Madrid y también confió en mí para su compañía, Noviembre. Después de eso me llamó para la CNTC y más tarde volvimos a Noviembre y retomamos a Shakespeare con Noche de reyes. Ahora me ha dado la confianza y responsabilidad de ser protagonista en Otelo. Es una suerte saber que hay un director así que apuesta por ti.

¿El medio televisivo es más agradecido que el teatro?

En la televisión apareces una vez y sabes que, como mínimo, te van a ver 2 ó 3 millones de personas. Esa popularidad es una confianza del espectador que hay que saber disfrutar, pero es efímera. Yo siempre digo que si la televisión vende entradas de teatro, bienvenida sea.

¿Televisión o teatro?

Si tuviera que elegir, sería el teatro, aunque hace poco que lo deduje. Yo creo mucho en el arte como creación porque me fascina la interpretación. Quizá el teatro es el medio donde ese tiempo de creación es mayor, por lo que te permite más experimentación y llevar las cosas más al límite. Este año, excepto una película que haré en el mes de noviembre, me voy a dedicar al teatro.

¿Es importante la formación continua de los actores para no estancarse o encasillarse?

Sí, tienes el compromiso de seguir formándote y aprendiendo continuamente. Además de actor, hay que aprender a ser espectador. Tienes que estar al día de lo que se está haciendo, porque actualmente hay una dramaturgia fantástica, como la que hace José Padilla, o la de dramaturgos consolidados, como Juan Mayorga, que ahora se ha lanzado a la dirección con La lengua en pedazos. Hay sitios pequeñitos de muy pocas butacas donde se hacen cosas estupendas y eso se reclama mucho por parte del público.

¿Es el espectador el mayor crítico?

Sí, este oficio se hace por y para el público, al que le cuentas una historia lo mejor que puedes y le haces pensar sobre lo que ha visto. Espero que el público siga manteniendo la esperanza de ver buenos trabajos y espectáculos y en nosotros está la responsabilidad de llevarlos a escena lo mejor posible.

¿El teatro está en crisis?

Está en crisis desde que a los griegos se les ocurrió contar una historia sobre un escenario. Siempre ha habido apoyo institucional para que esto funcione y se demuestra en los festivales de verano, como Olmedo, Almagro, Mérida, Olite, Alcántara, Cáceres, que ya forman parte del tejido cultural de esas ciudades. El compromiso del gestor cultural de turno es preservar un patrimonio que es de todos. No es un patrimonio de un partido político. Ni la ideología política cultural es el patrimonio de un partido. La institución pública tiene que salvaguardar esa cultura y riqueza para las generaciones posteriores. Los bosques no hay que quemarlos y la cultura no hay que hundirla. Es la verdadera marca España del país y hay que llevarla en volandas y no hundirla.

¿Cuál es la situación actual de las escuelas de formación en España?

Hay grandes escuelas como las de Madrid, Bilbao, Sevilla, Barcelona o Valencia que están trabajando duramente con los medios que tienen para formar directores, actores, productores, escenógrafos, iluminadores... Pero están encontrando reveses. Los que estudiamos hace un tiempo conseguimos un título equivalente a licenciatura, con unas posibilidades laborales de cara a la educación o la pedagogía. Pero ahora equivale a un grado y eso es un paso atrás.

¿Qué tiene Olmedo?

Cuando llegué a la Corrala del Palacio del Caballero el año pasado me fascinó, es un sitio donde se trabaja muy bien, siempre y cuando no llueva... Y tener a las cigüeñas viendo el teatro no está mal. Es un sitio que tiene magia y te lo transmite, haciendo que sea un placer trabajar porque te sientes como en casa.