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Victoria M. Niño
Martes, 22 de julio 2014, 09:34
Shakespeare y Lope de Vega fueron los espadas que la reclutaron para el club de la lectura en general y el de los clásicos en particular. Desde entonces, Rebeca Sanz cayó bajo el influjo de Lope y sigue enamorada. Esta noche sube al escenario de la Corrala del Palacio de Olmedo su versión de La boba para los otros y discreta para sí, su tercer montaje grande como directora de La Finea Teatro.
«Estuvimos buscando textos poco conocidos de Lope, obras que se hubieran representado poco y cayó en mis manos este comedia palaciega. No la conocía y me cautivó el personaje femenino así como el antagónico. La trama tiene momentos cómicos espectaculares».
Y ¿cómo renuncia una actriz a un personaje goloso? «Cuando leí la obra, para qué negarlo, me veía a mí en la piel de Diana, es un personajazo. Pero conocía a Ainhoa, la tenía mucho cariño y es una actriz bárbara. Para mí fue una satisfacción ver que otra persona lograba hacer lo que había en mi mente al leer el texto. Cambié el chip y la dirección es muy satisfactoria. Me encanta dirigir y ver que otros llegan a lo que pido e incluso dan su punto su visión, eso me cautiva».
Rebeca Sanz comenzó en La Finea como actriz a las órdenes de Juan Ripoll. «Nos estrenamos con un Coriolano de Shakespeare. Queremos decantarnos por recrear clásicos, contemporizarlos y además buscar textos poco conocidos o maltratados por el tiempo. Nos gusta rescatar obras porque creemos que la dramaturgia clásica universal y la española del XVII tiene más que los cuatro textos que se hacen siempre. Decidí estudiar dirección de escena para especializarme y sentirme capaz de plasmar una apuesta artística-estética sobre el escenario y después de cuatro años me embarqué en este montaje». Debutó como directora en 2013, con un montaje de Animales nocturnos, de Juan Mayorga, en Alemania, y siguió con la Asociación cultural en la que comenzó de actriz a los 12 años. «Este es mi tercer gran montaje».
La Italia capitalista
La boba para los otros y discreta para sí ha sido contemporaneizada por La Finea atrayéndola a los años cincuenta a Italia. «La escenografía se sitúa allí. En el siglo XVIIhay una sociedad estamental y me interesaba trasladarlo a la sociedad clasista en la que vivimos. En los 50 el capitalismo resurge con fuerza tras Segunda GuerraMundial sobre todo en Italia con la incursión de la moda italiana y la alta costura. Así se marcan las diferencias entre clases y eso quería subrayar en esta Boba, una clara distinción entre la nobleza y el pueblo llano. Aunque hayan pasado los siglos en esta sociedad también hay un punto de eso, no hay diferencia por título nobiliario sino por título bancario». Estrenaron en Móstoles y han hecho una pequeña gira. Su primera plaza especializada será Olmedo.
Rebeca, que estudió filología, se medirá con los que podían ser sus colegas en las Jornadas de Teatro Clásico. «Me encanta y me impone un poco. Más que filóloga soy licenciada en Filología, la investigación me gusta y la vuelco en mis escenificaciones pero no me considero filóloga».
Respeta el texto y por ello «me he atrevido a tocarlo, no tanto por giros que intento respetar sino por duración. Hoy no podemos estar tres horas y media viendo un clásico. Lo he dejado en 90 minutos. Eso sí, hago como los clásicos, pongo entremeses, jácaras, zarabandas, pero de los años cincuenta, como separación de algunas acciones».
En cuanto al lenguaje, «he cambiado alguna cosa como cuando dicen me he corrido por me he avergonzado porque intento atraer a los jóvenes al teatro clásico. No quiero producir un distanciamiento. Sin embargo sí dejo palabras del vestuario, en La boba se habla mucho de eso, no lo toco. Los chapines son chapines, y algún otro término igual. Lo respeto porque me gusta aunque resulte un poco anacrónico. Suelo pedir a los actores que hagan algún movimiento que refuerce la conversación, para que al público no le quepa duda de a qué se está refiriéndo.
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