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El hispanista francés Marcel Bataillon.

El Cervantes renacentista de Bataillon

La colección de historia de la Junta publica el curso ‘Cervantes y el barroco’ del hispanista francés, ensayo que en Francia verá la luz en otoño

Victoria M. Niño

Domingo, 20 de julio 2014, 11:45

Su carrera estaba encaminada a los estudios clásicos pero se interpuso España en su camino. Marcel Bataillon cambió la antigüedad por el siglo XVI hispano y la filología por la historia cultural y espiritual, dejando una muesca en su disciplina que se convirtió en referente, Erasmo y España. 37 años después de su muerte, se publica Cervantes y el barroco, un ensayo formado por las lecciones de un curso dictado en el año académico 1952-3 en el Collège de France. Su nieto y albacea de los derechos de autor, Gilles Bataillon, confió en la colección de Historia de la Consejería de Cultura la publicación en español que acaba de llegar a las librerías. En otoño, verá la luz en Francia con prólogo de quien ocupa ahora su cátedra Carro Ossola.

Fuera Erasmo, la Contrarreforma o Cervantes, hay un principio que transe el pensamiento de Bataillon, luchar contra «la concepción lamentablemente simplista de la historia». Y el método es siempre el mismo «acudir a los documentos de la época, tratar de deshacerse de las visiones construidas después porque a veces orientan tanto la lectura posterior que no permiten entender los textos originales», explica Gilles Bataillon.

En el caso de Cervantes, Marcel sostiene que «no hay hombre barroco», no es su expresión. El padre del arquetipo español más universal es fruto de la evolución del Renacimiento, entroncado con la antigüedad clásica. Reacciona el galo al afán de varios teóricos por encajar a Cervantes en el barroco, cuando este se interpretaba como contrarreforma y por tanto con un peso cristiano determinante.

De hecho, no admite el barroco literario como categoría propia, sino como deformación del renacimiento, el manierismo. Como buen filólogo, recorre las acepciones del término. Aparece primero en portugués y durante el XVIse aplicaba a la perla irregular. En la Francia del XVII, barroco era sinónimo de extrañeza llamativa. En la Europa del XIX, proliferación ornamental. Los teóricos a los que contradice Bataillon desarrollan sus obras desde finales del XIX. Heinrich Wölfflin (1864-1945), historiador suizo, hace una historia de los estilos, más que del arte y sitúa al renacimiento en el XVI y al barroco en XVII, centrándose en la arquitectura. De ahí Hatzfeld (El Quijote como obra de arte del lenguaje, 1925), Joaquín Casalduero (Sentido y forma del Quijote, 1949) o Henri Focillon transfieren la idea del barroco plástico a la literatura. Bataillon recuerda que la palabra barroco en España es usada por primera vez en 1922 por Eugenio DOrs y la RAE la admite en 1925.

El hispanista recorre las obras de Cervantes y demuestra con finura filológica cómo la forma y el fondo entroncan con la cultura clásica. Por otra parte, alude a otro ejemplo arquitectónico del XVI, el Monasterio del Escorial, y cuestiona la crítica barroquizante con ese ejemplo de sobriedad y línea clara, tan alejada de la idea barroca. En la pintura, citará a El Greco, un manierista a partir del clasicismo.

Este curso como el de Los jesuitas en la España del siglo XVI (publicado por la Junta en 2011) estaba dirigido a «estudiantes avanzados y eran lecciones muy formales, se escribían. Mi abuelo donó su archivo al Collège de France y allí los encontró el profesor Ossola, por eso se han podido publicar». De «casualidad» califica la transformación del Bataillon latinista en hispanista. «Tuvo un profesor de griego español, fue a España en 1915 y conoció a Unamuno que troca su pasión por la antigüedad en interés por el erasmismo en España. En ese contexto era obligada la parada en Cervantes», explica Gilles. Fue movilizado en la I Guerra Mundial, después volvió a España para investigar varias veces hasta el final de la República. «Durante el franquismo no pisó España. Mantuvo sus relaciones y amistades por carta, pedía al Archivo de Indias los microfilmes. Su idea era que había que trabajar sobre España desde el antifranquismo». Mantuvo correspondencia con muchos exiliados, entre ellos con Jorge Guillén. «Parte ha sido publicada y lo demás, quizá en un futuro, en una biografía intelectual».

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