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Las zonas básicas de Villoria, San Ildefonso y Lanzahíta registran la tasa de mortalidad más elevada de la región. Alberto Mingueza

El virus se ceba con tres pueblos del sur de Castilla y León

Las zonas de salud de Villoria, Lanzahíta y San Ildefonso, que engloban a 14.700 vecinos, registran la tasa de mortalidad por la covid-19 más elevada de la región

Eva Esteban

Valladolid

Sábado, 18 de abril 2020, 08:26

El coronavirus arrecia con fuerza sobre Castilla y León. La comunidad, con 14.903 casos confirmados y 2.480 fallecimientos, es una de las más golpeadas por la pandemia. Pero en algunos municipios la sombra de este virus es más alargada que en otros. La covid-19 no da tregua. Se está ensañando con los castellanos y leoneses. Su impacto está provocando una herida irreparable en la región, y su propagación e incidencia está discurriendo más por unos caminos que por otros.

Las estadísticas, el termómetro que permite medir y evaluar la gravedad de la enfermedad epidémica, son contundentes: el sur es la zona más castigada en cuanto a la tasa de mortalidad se refiere. Allí, el coronavirus se está cebando con tres áreas básicas de salud: San Ildefonso, en Segovia, con 78 fallecidos y 326 casos positivos y que engloba a 5.495 habitantes del Real Sitio (La Granja, Valsaín y el núcleo de La Pradera de Navalhorno); Villoria, en Salamanca, que registra en los ocho pueblos que pertenecen a su centro de salud –y que agrupan a 5.437 vecinos– 42 muertes y 146 enfermos; y Lanzahíta, en Ávila, que hace lo propio con cinco municipios y 3.771 censados y que, hasta la fecha, ha lamentado la muerte de 32 empadronados, si bien la cifra de contagiados asciende hasta los 95.

Se encasillaron, intensificaron los controles y se blindaron. Lucharon con todos sus medios para evitar la llegada de posibles visitantes contagiados, pero en La Granja de San Ildefonso y Lanzahíta, ambas a los pies de la sierra –de Guadarrama y Gredos, respectivamente–, ya era tarde. La llegada «masiva» de ciudadanos a sus segundas residencias (aunque en el caso de la localidad segoviana, también del turismo) el fin de semana del 13 al 15 de marzo, cuando el Gobierno anunció el decreto de estado de alarma, les «hizo polvo». La proximidad a comunidades como Madrid –a 98 y 152 kilómetros de distancia en cada caso– provocó un «aluvión» de gente que, en medio del falso rumor de un posible cierre de la comunidad madrileña, creyó conveniente «venir a pasar unos días al pueblo».

Sin embargo, los alcaldes de estos dos municipios coinciden en que, a día de hoy, apenas quedan forasteros en el pueblo, y los que se mantienen respetan el confinamiento domiciliario. «La gente vino al principio, pero luego lo hicieron bien porque no salen de casa; ahora no llega nadie, aunque el otro día sí que tuvo que denunciar la Guardia Civil un caso y lo mandaron de vuelta para Madrid... Que todavía pase esto con la que está cayendo...», lamenta el regidor de Lanzahíta, José Miguel Gómez, quien asegura que allí, en el Corazón del Tiétar, con ese «microclima que nos hace especiales» y un acento con tintes extremeños, hay «mucha gente de fuera». «En torno al 30% de la población que está aquí en verano es de fuera; la mayoría es gente que vive en Madrid y que su familia es de aquí», explica.

Residencias de ancianos

Reyes Hernández, de 72 años, es una de las que se desplazó hasta esta localidad abulense «unos días antes» de que se paralizara el país. Pero fue fruto de la «casualidad». Reconoce que «no se hablaba de nada de cierres» y decidió visitar, como hace «muy a menudo», el pueblo de sus padres. «Vine días antes, me pilló aquí y me quedé; sí que es cierto que se lleva mejor aquí que en la ciudad, aunque estoy sola, tengo a toda mi familia en Madrid», comenta esta mujer, que pasa las horas «muertas» resguardada tras un antiguo portón de madera de dos hojas y charlando con su vecino de enfrente, Manuel Peludo. Ella, por el contrario, cree que el alto índice de mortalidad se debe a la población «tan envejecida» que habita en la zona. «Será porque hay más mayores; pienso que la gente de segundas residencias no ha afectado, sino que la mayoría son de aquí», sostiene.

Pero la realidad es que la presencia de foráneos ha influido en las cifras que se registran en la zona básica de Lanzahíta (que agrupa a Gavilanes, Mijares, Pedro Bernardo y el núcleo de La Higuera, además de Lanzahíta). Según apuntan fuentes del centro de salud, «ha habido mucho desplazamiento de Madrid». «Tenemos muchos pacientes afectados en residencias, que por motivos personales fueron a la capital y volvieron», continúan, al tiempo que precisan que, aunque Lanzahíta sea el nombre que figura sobre el mapa, allí por el momento no se han dado ni fallecimientos ni casos positivos.

Las frases

«Vemos la cantidad de basura que sale y ha crecido en días puntuales, sobre todo el fin de semana del 13 de marzo»

samuel alonso, alcalde del real sitio de san ildefonso (segovia)

«Hay mucha influencia de la residencia de Babilafuente, aunque sé lo mucho que están haciendo para salvar a los internos»

julián barrera, alcalde de villoria (salamanca)

«La gente vino al principio, pero luego lo hicieron bien porque no salen de casa y ahora no llega nadie»

josé miguel gómez, alcalde de lanzahíta (ávila)

A 164 kilómetros, en La Granja de San Ildefonso, la realidad es cruda. Calles vacías, banderas a media asta y carteles con mensajes motivadores cuelgan de ventanas para recordarles que antes o después, mejor o peor, saldrán de esta. Unidos y reforzados. Con un alcalde, Samuel Alonso, que se erige como bastión de la entereza para tratar de consolar a sus conciudadanos, «muy afectados» por la pérdida de 78 censados, «no todos vecinos habituales». Aunque estos últimos días la covid ha levantado el pie del acelerador. Les está dando un respiro que les empuja a mirar hacia adelante y ver la «luz al final del túnel». «Por suerte, esperemos y toquemos madera, el nivel de contagio ha bajado; ahora tenemos uno o dos cada día cuando hemos llegado a tener 17 e incluso un día treinta», incide.

Contadores del agua

A pesar de todo, allí tomaron medidas «antes de tiempo». Cuando se activó el estado de alarma, trataron con «todos nuestros medios» frenar la llegada de 'visitantes' con controles «mañana, tarde y noche» por parte de la Guardia Civil tanto en los puertos como en las entradas del municipio. No obstante, afirma Alonso, «ha habido incidencias, aunque mínimas, y se ha mandado a gente de nuevo a su casa». Días antes del confinamiento, en torno al 13 de marzo, recibieron un «aluvión» de turistas y gente que se instaló en sus segundas residencias. «Como se decretó el estado de alarma al poco tiempo ya se quedaron», argumenta, al tiempo que reconoce que «a día de hoy no hay muchas ocupadas». Dice estar «seguro» de ello porque han tratado de estimar, a través del padrón del agua, los contadores que 'corrían' en la localidad, además de comprobar el tonelaje de basura recogida. «Al cerrar la industria el agua ha disminuido, pero no podemos hacer balance porque con el confinamiento no podemos entrar en las casas a leerlos; también estamos viendo la cantidad de basura que está saliendo y ahora es relativamente normal, aunque sí que es verdad que ha crecido en días puntuales, sobre todo el fin de semana justo antes de encerrarnos», apostilla.

Pero vecinos como Julio Medel y Alicia Solano, matrimonio madrileño afincado en el Real Sitio desde hace veinte años, considera cuanto menos «raro que haya tanto contagio y estemos tan cerca de Madrid», una sospecha que comparte Sonia Soria, vecina de Valsaín, quien califica de «realidad» el hecho de que se hayan incrementado las tarjetas sanitarias. «Me da igual que vengan de Madrid, Segovia o Valladolid, que se queden en casa, como hacemos el resto», critica.

Después de un mes de soledad y desinfección, Villoria ha perdido su olor especial. El aroma a campo ha sucumbido al de la lejía. El hedor a productos de limpieza gracias, fundamentalmente, a un 'ejército' de voluntarios que cada «tres o cuatro días» sale con su tractor a rociar y desinfectar las calles y zonas de mayor trasiego se ha apoderado de esta localidad salmantina que ha visto cómo, en cuestión de días, ha perdido a «dos o tres» vecinos víctimas de la covid-19, si bien la zona básica registra 42 fallecimientos por esta causa. De los ocho pueblos que conforman la zona básica (Arabayona, Babilafuente, Cantalpino, Cordovilla, Moríñigo,El Pedroso de la Armuña, Villaruela y el propio Villoria), el 'causante' de estas cifras se localiza a tan solo cinco kilómetros, en Babilafuente. «Hay mucha influencia de la residencia de allí, hay una alta cantidad de personas infectadas, aunque me consta todo lo que están dando de sí los trabajadores del centro para mantener con vida a los internos», subraya el alcalde, Julián Barrera. «El dolor que está causando no solo en ese pueblo, sino en toda la comarca, es tremendo», prosigue.

Allí, en plena comarca de Las Villas, como en el resto del país, están en «tensión permanente». No saben a lo que se enfrentan, pero sí que plantarán cara parapetados bajo una mascarilla. «Esta es la tienda de alimentación de toda la vida;podría haber cerrado, pero qué hago, ¿dejo tirados a mis vecinos, que son gente mayor? Ni hablar», comenta Ángel Luis San Juan, propietario del Udaco. «Somos un gran pueblo, saldremos de esta», concluye.

«El último adiós ahora es sencillo, pero frío; el entierro apenas dura 5 minutos»
El párroco de Lanzahíta

«El último adiós ahora es sencillo, pero frío; el entierro apenas dura 5 minutos»

No entiende una vida alejada de la palabra de Dios, de los rezos a pleno pulmón, de oraciones por los que ya no están.

Don Antonio Caño Díaz, párroco de la zona de Lanzahíta (además de este municipio, también imparte misa en Gavilanes, Mijares, Pedro Bernardo y el núcleo de La Higuera), lleva dedicándose al sacerdocio «desde siempre».

«Trasladamos a pacientes desde el centro de salud al Hospital con la ambulancia municipal»
Protección Civil de La Granja

«Trasladamos a pacientes desde el centro de salud al Hospital con la ambulancia municipal»

La suya es una labor «dificultosa, pero muy necesaria». Lo saben. Prueba de ello, explica el coordinador de Protección Civil en el Real Sitio de San Ildefonso (La Granja y Valsaín), Javier Velasco, es que desde que se activó el aislamiento domiciliario obligatorio los voluntarios que forman parte de esta agrupación –en total son 38, aunque actuando están «normalmente catorce o quince»–

«Soy de riesgo, tengo asma, pero sentía que tenía que ayudar a mi pueblo como fuera»
Voluntario de Villoria

«Soy de riesgo, tengo asma, pero sentía que tenía que ayudar a mi pueblo como fuera»

Lo hace a pie, con una mochila cargada de desinfectante y una manguera de limpieza

Iñaki Ramos, de 34 años, es uno de los voluntarios que forma parte del batallón de fumigación que todas las semanas recorre las calles de la localidad salmantina de Villoria.

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