![La vida del centenario en Castilla y León: razonable salud, poco dolor y bastante ánimo](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202107/16/media/cortadas/centen-kpDC-U1401046165233ZP-1248x770@El%20Norte.jpg)
![La vida del centenario en Castilla y León: razonable salud, poco dolor y bastante ánimo](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202107/16/media/cortadas/centen-kpDC-U1401046165233ZP-1248x770@El%20Norte.jpg)
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Son las menos, pero no pocas, las personas que llegan a superar los 95 años de edad. Castilla y León es la comunidad, seguida de cerca de Galicia, con más proporción de población longeva de toda España, el 0,52% lo es. En sus ... pueblos y ciudades viven 13.235 centenarios –según la fecha más reciente, 2020, del INE– considerados como tal cuando superan los 95. De ellos, 1.631 incluso ya han soplado más cien velas.
El envejecimiento demográfico está relacionado con un claro incremento en la prevalencia de las enfermedades asociadas a la edad, la dependencia y la discapacidad. Los datos de la Junta confirman que antes de alcanzar estas edades, un gran número de personas se encuentra en una situación de deterioro, tanto físico como cognitivo, que requiere cuidados especiales, incluyendo los paliativos de enfermos con pluripatología crónica. Pero no son los más mayores de entre los mayores los que menos autonomía tienen, los que peor calidad de vida sufren, los que más enfermedades tienen. Obviamente a estas edades hay problemas de salud serios, pero no más que entre los octogenarios e, incluso, se produce un fenómeno curioso, experimentan mejores condiciones de salud que generaciones anteriores. Cuando llegan a tan avanzada edad es como si se congelaran en el tiempo.
Un estudio de la Consejería de Sanidad, realizado en su Dirección de Salud Pública, analiza los 'Factores genéticos, medioambientales y de estilo de vida asociados a longevidad' y en la primera etapa de la investigación, el trabajo analiza sobre todo el estado de salud de los abuelos centenarios.
Recoge el trabajo que el envejecimiento es en sí mismo el mayor factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades crónicas como las cardiovasculares o el cáncer. La biología marca los tiempos de aparición de muchas enfermedades. «Pero no siempre ser muy anciano está asociado con mayor predisposición a sufrir enfermedades. Este es el caso de los denominados centenarios, de más de 95 años, y supercentenarios, que superan los 110, que sobreviven más allá del promedio de esperanza de vida y sufren una clara compresión de la morbilidad». Esta expresión hace referencia a la hipótesis del profesor James Fries que considera que si la edad de inicio de la primera enfermedad crónica puede posponerse, la carga de la misma de por vida puede comprimirse en un período más corto antes del momento de la muerte; lo que retrasaría la dependencia y las necesidades sanitarias.
Identificar los factores asociados a la longevidad permitirá aumentar la calidad de vida y retrasar la fragilidad y la dependencia. Y Castilla y León, señalan los autores del estudio, es el modelo perfecto para este trabajo.
La población incluida en la investigación es la de la Red Centinela Sanitaria de Castilla y León de estas edades, 1.304 personas; de las que o por no otorgar su consentimiento, problemas cognitivos u otros factores participaron finalmente 1.023 centenarios.
El estudio revela que el 20,8% de los longevos son dependientes totales y solo el 6,7% tienen autonomía o necesidad leve de apoyos para realizar las actividades de la vida diaria.
Un poco más de la mitad tienen diagnosticado algún grado de demencia, con el 14,8% en el grado más severo. Las enfermedades crónicas que padecen con mayor frecuencia son la hipertensión arterial, la artrosis y la diabetes.
En cuanto a su paso por los quirófanos, la intervención de cataratas, las operaciones por apendicitis y las colecistectomías (extirpación quirúrgica de la vesícula biliar) son las cirugías más frecuentes en este colectivo. A estas edades, los fármacos forman parte de su rutina. Solo el 5% no tenía ningún tratamiento con medicamentos o de soporte. El 21% fueron ingresados en el último año previo al estudio, que recogió datos de 2019, con una media de 1,5 hospitalizaciones.
En cuanto a la propia percepción de estos mayores sobre su estado, narrada por ellos mismos en el 79% de los casos –aunque con algún acompañante que lo s ayude a veces– o directamente por un familiar o cuidador, (el 21% restante) es entre buena y excelente en el 65,4% de los casos.
Los cuestionarios y entrevistas realizadas a estas personas revelan que casi el 17% no tienen problemas para caminar, pero hay un 9,6% que están encamados.
La vejez no parece asociada en estos casos a un día a día plagado de dolores. El 41,3% no tiene ninguno, ni siquiera el típico malestar general y el 65,2% manifiesta no sufrir depresión ni ansiedad alguna. Problemas para caminar tiene el 73,4% pero lo hace y el 26% se viste y asea solo y otro 37,5%, aunque precisa ayuda para estas rutinas diarias, puede hacerlo. Uno de cada cuatro resuelve bien él solo sus actividades diarias y más de otro tanto tiene algunos problemas para ello pero no es incapaz como el 42% que relata tal dependencia total.
Aunque la vista y el oído pasan factura cuando se lleva casi un siglo de vida recorrido, la mitad no tiene dificultades para ver de cerca, aunque sea con gafas, y el 62% ve aún mejor de lejos. La sordera severa la sufre el 20%; pero hay un 18% sin ninguna dificultad auditiva y solo usa audífono el 17%.
En cuanto a su peso corporal, lo habitual es que sea menor que el que tenían en su vida adulta en el 29,1%, igual en el 39,6% y ha aumentado en el 31,3%.
El 77,4% de las mujeres estudiadas tuvieron hijos con una media de 3,4 embarazos cada una.
«Yo en vez de cumplir, descumplo años», bromea Dolores Arribas, vecina de Peñafiel que, a sus 106 años, mantiene intacto un gran sentido del humor y una lucidez envidiable. Y una salud que para sí quisiera cualquiera. «El secreto, ninguno», explica. «Me he conservado bastante bien, enfermedades no he tenido ninguna. He tenido siete hijos, eso sí, pero de lo demás nada». De hecho, recuerda la vez que por unas molestias en un ojo la llevaron a Valladolid a urgencias, hace tres años, y el médico no encontró su historial por el simple hecho de que Dolores no tenía. «No encuentro la ficha, ¡ay, dios mío! que no tenemos la ficha de usted», explica Dolores que le dijo el médico. Ella –como relata una de sus nietas–, le respondió: «Ni la vais a tener, porque la última vez que vine al hospital fue a parir. Y no he vuelto. No he tenido ninguna enfermedad».
Tanto de lo mismo con los últimos análisis realizados hace poco. «Ni un asterisco» en los parámetros, todo perfecto. Donde también se sorprendieron mucho fue en el dentista, donde no salían de su asombro al comprobar lo perfectas que tiene las encías cuando, recientemente, le hicieron el molde para una nueva dentadura. Y mientras que a alguno de sus familiares la vacuna contra la covid-19 les hizo pasar un par de días «hechos polvos», a ella nada, solo una pequeña pérdida de apetito.
Coqueta, reconoce su familia, cada día se aplica crema hidratante en la cara, en la cual apenas se vislumbran las arrugas. «No es que sea guapa o lo haya sido, he sido monilla. En las fotos salgo más fea de lo que soy», bromea, pues no hay más que ver cómo sale ahora y lo guapa que está en un retrato de joven.
La genética, estar arropada y cuidada por su familia, el buen apetito que tiene y la alimentación sana que ha llevado siempre, cree su familia que son las claves de su longevidad y lo bien que está. Entre su dieta, como buena ribereña, no falta un poquito de vino cada día. De hecho, ha sido una de la protagonista de una reciente campaña de la DO Ribera del Duero, 'Somos espíritu Ribera', con la que la DO rinde homenaje a las personas del ámbito rural ribereño fundamentales para el devenir de sus pueblos.
Dolores, que vive en su casa al cuidado de su familia, mantiene una rutina que incluye estar al tanto de la información diaria. «Mi madre no está desconectada del mundo, se entera de la pandemia, de lo de la independencia de Cataluña, si sube la luz..., tened cuidado que ha subido la luz, nos dice. Se entera de todo, está al loro de todo», señala una de sus hijas.
«Se levanta sobre las diez y media o las once de la mañana y se pone a ver un poco la tele. Luego lee, después come y después de comer ve 'La Ruleta de la Suerte' y 'Saber y ganar', y muchas veces da con las respuestas más rápido que nosotros; tiene mucha agilidad mental», relata esta misma hija. «Después se echa un ratito la siesta, merienda y por la tele escucha la misa o el rosario y hace tiempo para cenar. En la tele se lo pone todo ella. Una de sus nietas añade que «salimos al patio también. Antes de la pandemia la sacaba a pasear y la encantaba ir a los supermercados, ver los productos, los precios...».
Dolores recuerda bien anécdotas de juventud: «Antes había mucha pobreza y miseria y venían a pedir los pobres por las casas. Llamó uno y le socorrí con poco, porque tampoco tenía mucho, y me dijo que si podía darle una cuchara. Se la saqué, me preguntó por el nombre de mi marido, Juan Diez. Se sentó en el banzo de la puerta. Llevaba un papel y un lapicero y me escribió una poesía muy cortita, muy cortita: 'En la villa de Peñafiel, a orillas del río Duratón, caridad tanta, Juan Diez socorre al pobre y hasta le da cuchara'. Más tarde, descubrió que se trataba de un poeta y escritor, Miguel Seisdedos.
Información de Agapito Ojosnegros
El estudio concluye que dos de cada tres personas longevas manifiestan estar en buen estado de salud, a pesar de que uno de cada cinco es un dependiente total. Esta población, obviamente, está sometida a una elevada mortalidad y el estudio no incluye el impacto de la covid-19, algo que se recogerá en futuras fases de la investigación. El 33,5% sigue residiendo en su domicilio y, en general, el estado físico es bueno para su edad, con un peso adecuado, buena salud sensorial, sin altos porcentajes con dolor crónico y una salud mental aceptable a pesar de la presencia de deterioro cognitivo en más de la mitad de los estudiados. El 32% está al cuidado de una residencia. La mayoría eran viudos en el momento del estudio (68%) y casi el 73% son mujeres, la longevidad está más ligada al sexo femenino.
El trabajo destaca que existen muchos factores que explican el aumento de la esperanza de vida y la longevidad, como los avances médicos actuales o el acceso universal a la atención sanitaria.
También los estilos de vida, tales como los hábitos alimenticios y la actividad física, el ambiente donde el individuo ha desarrollado su vida, sea rural o urbano y la actividad laboral se han asociado con la supervivencia y con un estado de salud acorde a la edad. Pero además de estos factores, «también se ha observado que los individuos más longevos suelen provenir de familias donde sus ancestros también han vivido mucho, lo que nos indicaría que los factores genéticos pueden tener una relevancia fundamental y son heredados». Por último, «el mayor nivel cultural y económico de los hijos produce una 'transmisión inversa' que incrementa la longevidad de los padres».
Varios trabajos «ya han identificado variantes genéticas comunes asociadas a la longevidad y un estudio genético de miembros de familias centenarias en España han confirmado variantes genéticas funcionales poco frecuentes relacionada con la longevidad, entre ellas algunas que regulan la homeostasis (capacidad de mantener una condición interna estable compensando los cambios en su entorno) y el balance de los lípidos que ya habían sido descritas con anterioridad». Por otra parte, «la manipulación de genes en organismos vivos, que van desde las levaduras hasta el ratón, pueden alargar la vida, y los estudios en gemelos han mostrado que la genética explica en un 25% de la variación en la supervivencia de los seres humanos a partir de los 90 años, y puede ser mayor a partir de los 100» .
En el momento actual, el equipo está codificando la morbilidad que presentan los longevos estudiados por la Red Centinela con el fin de hacer una valoración más precisa del estado de salud. También se están investigando las causas de defunción de la población fallecida. Por otra parte, siguen en desarrollo las preguntas de investigación que van a describir los estilos de vida y la historia laboral de esta población; así como la interacción con los marcadores genéticos implicados en la longevidad y la calidad de vida. Para esta parte del proyecto ya se han genotipado 737 muestras de ADN .
«Te quiero mucho!», dice entre lágrimas Bernarda. «¡Yo también te quiero!», contesta emocionada Saturnina mientras mira la cara de su hermana pequeña a través de la pantalla del móvil. La pandemia las mantiene separadas desde hace año y medio. También la sordera de una de ellas, que les impide hablar tanto como quisieran. «Es la primera vez que se dicen 'Te quiero'. Siempre se dan millones de besos al verse, pero como llevan tanto tiempo separadas, les ha entrado la emoción y no se han podido contener», comentan Juli y Lucía, sus hijas mientras las cuatro realizan una videollamada.
Sátur y Bernarda son dos hermanas nacidas en Torrelobatón que, entre las dos, suman 204 años de vida. La mayor va camino de cumplir los 105 y a la pequeña la quedan unos meses para los 101. Ambas presumen de un excelente estado de salud y de aspecto. A las dos les gusta sentirse guapas, por eso, Sátur no sale a la calle sin su crema hidratante y su maquillaje en polvo, mientras que Bernarda se preocupa de atusarse el pelo, que siempre lleva impecable. «Bernarda, a este paso, vamos a batir el récord», dice la primogénita haciendo gala de su gran sentido del humor. «No va a haber quien nos pille», añade guasona. Yo estoy muy contenta de que hayamos llegado las dos a esta edad. Pienso que no es por genética, porque mi madre se fue a los 27 años», explica la pequeña.
Su vida no ha sido fácil. Su madre, Julia, falleció al dar a luz siendo ellas muy pequeñas. Con tan solo siete años, Sátur se convirtió en «casi una madre», para su hermana y poco después, la que fuera su tía materna, Lucía, se convirtió en su segunda madre al casarse con su padre. Después, llegarían tres hermanos más, que a la vez eran sus primos carnales, Nieves y Nino, a los que están muy unidas y Julia, fallecida hace unos años.
«Por trabajar no se muere nadie, y yo he trabajado mucho. En casa teníamos huerta y había que cuidarla. Aprendí el corte a los 18 años y toda la vida la he dedicado a coser. He sido modista y mi marido sastre. No lo haría mal del todo, porque siempre tenía mucha parroquia a hacerse trajes», dice Saturnina, quien tiene unas manos prodigiosas. Hoy en día, todo su tiempo lo dedica a hacer labores de ganchillo, punto y costura, sentada en la camilla mientras ve la vida pasar por la ventana de su casa en Torrelobatón. Así se entretiene. A Bernarda, en cambio, le apasiona leer y escribir. También en la camilla de la casa de su hija, en Valladolid, ha encontrado el mejor lugar para relajarse. «Es mi oficina», bromea. «Antes cosía. He perdido la cuenta de todas las camisas que he cosido en mi vida. Pero llegó un momento en que se me caía la aguja y ya no era capaz de encontrarla, así que ahora busco lecturas bonitas en el calendario del Corazón de Jesús y yo las copio en mi cuaderno. Tengo muchos cuadernos escritos, y con buena letra, porque los uso de rayas para no torcerme», dice.
Para ellas, el secreto de su longevidad está en el cariño con el que las tratan sus hijos, nietos y biznietos. «Demasiado bien estamos para tantos años como tenemos. Hay mucho cariño a nuestro alrededor y eso ayuda mucho. Las dos nos hemos cuidado bien y ahora, son nuestros hijos los que están siempre pendientes de nosotras. No podemos pedir más», subraya Bernarda agradecida. Ella es buena comedora y su debilidad es el chocolate con churros. «Sé cuando es domingo, porque cuando me levanto veo la taza de chocolate en la mesa. Los domingos es el único día que no escribo. Me dedico a ver la misa en la tele y contesto al cura y me santiguo igual que si estuviera en la iglesia», añade esta veterana, quien echa mucho de menos a su pueblo y a su hermana. «Cuando acabe la pandemia, lo primero que haré será ir a Torrelobatón. Cuando vea a mi hermana mayor, estaré mucho más ancha y feliz». Ella hace ejercicios en casa y da muchos paseos por el pasillo. «Los brazos los ejercito cuando me tengo que quitar los rulos de la cabeza, porque me cuesta llegar a la coronilla. Antes me hacía la cama, pero desde que hay pandemia, reconozco que he cogido algunos mimos y ahora prefiero que me la hagan. Así no me caigo», confiesa con una medio sonrisa.
Sátur es mujer de costumbres. Se acuesta a las 11 y se levanta a las 9:30 horas. «Ni un minuto más, ni uno menos. Estoy mirando al reloj y cuando llega la hora, me tiro de la cama. Y por las tardes no perdono la siesta. Me miro mucho al espejo y me doy polvos porque si no, se me pone la nariz roja. En mis tiempos era más guapa que fea», dice entre carcajadas.
Información de Laura Negro
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