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«No hacen falta más facultades de Medicina sino potenciar mejor las dos que tenemos». «Salamanca y Valladolid podemos tener un 10% o 15% más estudiantes si nos dan más profesores y financiación». Los dos decanos de las Facultades de Medicina de Valladolid y Salamanca, ... los catedráticos José María Fidel y José Camarero, comparten argumentos y dudas ante el empuje desde la sociedad civil, política y universitaria de León y Burgos por contar también con sus propias facultades.
Nadie mejor que los veteranos gestores de estas instituciones, ambas con varios siglos de historia, para valorar la viabilidad de nuevos 'competidores' en la formación de facultativos. Desde Burgos y León, sus fuerzas vivas (universitarias, sociales y políticas) vuelven a reclamar su entrada en el mapa universitario de la titulación 'estrella' de cualquier universidad que se precie.
La Universidad de Salamanca (USAL) y la de Valladolid (UVA) ofertan cada una 180 plazas de nuevos estudiantes por curso, para completar un cuerpo de alumnos que, en sus seis años de formación, supone atender a 1.100 matriculados. Esto supone, solo en clases de práctica médica «unas 137.0000 horas al año», explica Camarero (lleva casi tres décadas en el cargo) que se gestionan entre el Hospital Universitario de Salamanca y cinco centros de salud. «No damos abasto a gestionar este volumen», admite. También en esto coincide el decano de Valladolid, José María Fidel, que considera que «para cubrir esas 130.000 horas no puedes llenar un hospital, por muy universitario que sea, de estudiantes».
El gran problema de ambas facultades es la carencia de profesores homologados, un mal que sufren todas las universidades del país y que bloquea cualquier intento de renovación y rejuvenecimiento de plantillas.
La carrera de Medicina es la más larga del sistema español con unos 11 años entre estudios -6 años-, preparación del examen de Médico Interno Residente -MIR- y los años de formación clínica especializada. Y también es la más exigente cuando se trata de nutrir de docentes sus aulas.
La normativa del Ministerio de Educación exige una combinación de experiencia clínica, investigación y publicaciones que han reducido de forma drástica las peticiones de homologación académica en la agencia estatal que las concede (ANECA).
José María Fidel
Decano de la Facultad de Medicina de Valladolid
José Camarero
Decano de la Facultad de Medicina de Salamanca
«Para mucha gente no merece la pena el esfuerzo -lamenta José Camarero-. En los últimos 15 años ha bajado un 80% el número de solicitudes». En el mismo periodo, la tasa de reposición por el abandono o jubilación en las aulas por parte de los médicos «ha sido cero», lamenta Camarero.
José María Fidel también muestra su desesperación por la dificultad, que ya es presente, de llenar los cuadrantes de las asignaturas de sus alumnos. «En un hospital como el Universitario de Valladolid, la mayoría de profesionales podrían ser docentes por naturaleza. Pero el sistema lo impide. Está llegando gente que quiere dar clase. Pero te exigen experiencia en docencia e investigación. ¿De dónde sacamos tiempo si nos pasamos la vida en el hospital?», se pregunta.
El resultado es que hay especialidades como Dermatología o Ginecología en la UVA que están a punto de quedarse sin nadie que dé las clases. «Al de Ginecología le quedan dos años. No sabemos cómo vamos a reponerlo», se temen en Valladolid.
Además, los tiempos de lucha contra la covid han dejado rastro en la carrera de resistencia que siempre ha sido ejercer la Medicina. «Antes no se iba nadie hasta los 70 años. Ahora muchos se quieren ir antes, incluso sin llegar a los 65», admite Fidel.
Los responsables de Valladolid y Salamanca creen que las necesidades de la región estarían cubiertas con «un aumento de entre el 10% y el 15% de acceso de matrículas en ambas facultades». Pero esta opción nunca sería posible si antes no hay un desbloqueo del sistema de entrada de nuevos profesores, con un «aumento de la financiación para atraer y contratar a esos profesionales».
Valladolid es una de las pocas universidades españolas que no deja vacía ni una sola de las 180 matrículas que oferta cada curso. Mientras otras facultades del país parecen competir por mantener altas las notas de corte (por encima de 13, sobre un máximo de 14). «Llamamos estudiantes hasta el final. Incluso hemos llegado a cubrir plazas con el curso ya comenzado», reconoce su decano.
Y no hay que olvidar que se trata de los estudios más caros de la enseñanza superior española. La formación de cada estudiante cuesta entre 16.000 y 20.000 euros por curso académico. «No basta con tener un edificio y llenarlo de aulas. Ahora mismo que entramos en año electoral es un tema populista y con tirón electoral», lamenta José Camarero, quien también insiste en que «antes de abrir nuevos centros condenados a la mediocridad en formación durante muchos años, es mejor no hacer experimentos y sí luchar por mejorar la calidad de lo que ya tenemos».
Es el mismo argumento que ha lanzado varias veces el consejero de Sanidad de la Junta, Alejandro Vázquez (burgalés y médico en su hospital universitario, el HUBU), quien advirtió a los que demandan estas nuevas sedes que «no basta con disponer de un edificio sino que es preciso contar con personal docente. En las dos facultades que tenemos, con más de 500 años de tradición, tenemos graves problemas para contar con profesores», les ha recordado.
Y el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, afirmó en un pleno de las Cortes regionales el pasado 20 de septiembre (en el que se realizó el primer debate político ante esta nueva andanada reivindicativa) que «apoyaremos las legítimas aspiraciones de todas las universidades siempre que acrediten la calidad suficiente para formas futuros profesionales».
Esto no ha echado para atrás a toda la oposición parlamentaria. Los socialistas presentaron una proposición en las Cortes para debatir la creación de ambas facultades. El PP que gobierna en la Junta acabó derivando este debate para prometer «convocar con inmediatez la Comisión Académica del Consejo de Universidades de Castilla y León». Este organismo, dependiente de Educación, será quien analice pros y contras de esas propuestas.
El portavoz de la Unión del Pueblo Leonés, Luis Mariano Santos, cree que el campus leonés tiene suficientes méritos ya que reúne facultades de Enfermería, Fisioterapia, Biología, Biotecnología o Veterinaria con lo que «tendría cubierta la parte científica de asignaturas troncales».
Burgos es la universidad más joven de la región, apenas un cuarto de siglo, pero todos los rectores que ha tenido han visto con buenos ojos lograr que Medicina entre en su organigrama. Su vicerrectora de Docencia y Enseñanza Digital, Begoña Prieto, aseguraba hace días que mantienen «conversaciones con el Hospital Universitario de la ciudad (HUBU), el Colegio de Médicos y toda la sociedad burgalesa», aunque aún no hay una comisión que diseñe el grado.
Sus datos insisten en que Medicina es la carrera que más obliga a salir fuera a los jóvenes burgaleses: unos 50 al año buscan plaza en universidades del resto del país. José Camarero rebate este argumento y advierte a los promotores tanto de León como de Burgos que «abrir dos facultades no implica más estudiantes de Castilla y León, ya que somos distrito único y vendrán jóvenes de otras comunidades e incluso de otros países».
En reciente informe de la Conferencia Nacional de Decanos de Facultades de Medicina pone de relieve la grave crisis que atraviesa la docencia médica en España. También desmonta tópicos sobre la supuesta, y falsa, falta de médicos en el país.
El estudio recuerda que el número de facultades de Medicina se ha incrementado en un 164% en apenas diez años. De las 28 que había en 2010, se ha pasado a las 46 actuales. Y abrirán dos nuevas el año próximo (Alicante y Madrid-Camilo José Cela), además de otros cinco proyectos en ciernes (sin contar León y Burgos). España ya es el segundo país del mundo con más facultades del mundo por población.
Este sistema de formación se enfrenta a la necesidad de incorporar 3.817 profesores (2.654 vinculados -dan clases y atienden en el hospital- y 1.163 no vinculados -solo clases-) para mantener con 'respiración asistida' sus aulas. Salen a una media de unas 80 nuevas plazas por facultad en los próximos años. Antes de 2026 se jubilará el 43% del profesorado permanente y un 55% de los vinculados clínicos.
Los autores del informe calculan que cada año deberían incorporarse más de 400 formadores en la península. Sin embargo, desde 2018 apenas se está acreditando un promedio de 24 profesores en Medicina y Especialidades Clínicas. Decanos como José María Fidel, agradecen el «gran esfuerzo que está haciendo la UVA para buscar profesores doctores asociados». Pero, como ocurre en otras titulaciones, sobreviven con la figura del profesor asociado que «es un personal docente que no está acreditado pero nos ayuda mucho».
Faltan plazas, no médicos
¿Es España un país con falta de médicos? Lo rebaten los datos. Es el sexto país del mundo en titulados (más de 192.000) por habitante. Pero hay más de 4.000 graduados que se quedan fuera de las plazas MIR y no pueden optar a una especialización.
Y aquí hay una coincidencia general. «Antes de fabricar más graduados hay que dar salidas a los actualmente existentes que no pueden incorporarse al Sistema Nacional de Salud», han coincidido en sus valoraciones tanto Fernández Mañueco como su consejero de Sanidad, Alejandro Vázquez. Una mayor oferta de plazas MIR, un Registro de Profesionales Sanitarios y mejorar las condiciones laborales y salariales, se apuntan como las primeras medidas para revertirlo.
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