![La última persiana que queda en los pueblos de la región](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202003/06/media/cortadas/BarGeria3-khPH-U100427194802U5B-624x385@El%20Norte.jpg)
![La última persiana que queda en los pueblos de la región](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202003/06/media/cortadas/BarGeria3-khPH-U100427194802U5B-624x385@El%20Norte.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Domingo en los pueblos de Castilla y León. Y, como todos los domingos, la rutina de lo rural. Misa a media mañana y vermut en el bar antes de la comida familiar. La escuela, el médico y el cura eran la santísima trinidad de un ... pueblo vivo. «Si cierra la escuela o se va el médico, adiós pueblo», pensaban muchos. Pues las aulas se concentraron en otros núcleos, el médico hace su ruta semanal y el cura lleva su doctrina ambulante de altar en altar. Faltaba el bar.
Carmen Vallejo, Maika para todos, vuelve a recibir hoy a sus parroquianos de Geria con una surtida barra de tapas. El bar Plaza es el único que permanece abierto en este pueblo que roza los 500 habitantes. Ni siquiera el hecho de estar a un par de acelerones de Valladolid (16 kms) garantiza el futuro. Ella, su compañera de turno vespertino y su jefe, empresario hostelero en Valladolid, luchan por no dejar a este pueblo del alfoz de la capital sin local de reunión.
Cada dos días echa la persiana un bar en la región. Unos 180 en 2019, que se suman a los 160 del año anterior. Cerca de 2.000 en la última década. Casi toca a uno por municipio. La mayoría cierra en los pueblos porque en las ciudades hay rotación. «Se acaban porque no queda masa crítica. –explica el secretario general de la Confederación de Empresarios de Hostelería de España (CEHE), Emilio Gallego–. Antes llevabas allí la quiniela, comprabas pan, fruta y hasta el butano. Sobre el bar pivotó la vida económica y social de su zona».
Esa masa crítica de la que habla la patronal va más allá de ser un reflejo de la pérdida de población. De la tan nombrada España vacía. O vaciada. Porque la hostelería goza de buena salud en un país, donde el ocio no se entiende sin un local cerca. Hay más de 165.000 establecimientos y el consumo se está abriendo a otros formatos con la complicidad del 'boom' de los nuevos tipos de alojamiento turístico.
Aunque incluso en el capítulo de alojamientos, la región superó en 2018 la 'burbuja' de nuevas camas (174 ofertas más en 2018) y también ha entrado en cifras negativas en 2019.
Cada año cambian de manos 40.000 negocios del ramo en España. Y, salvo alguna zona urbana, Castilla y León se sitúa en el furgón de cola en un sector que aporta al conjunto de la economía nacional el 11% de PIB y 1,8 millones de empleos. Los contratos se han duplicado en los últimos veinte años. Pero Valladolid es la única provincia de la comunidad que arroja un saldo de negocios positivo. «Y es gracias a la capital, no por sus pueblos», insisten los hosteleros.
El problema de los bares de pueblo es el mismo que sufren otros negocios de áreas dispersas. La gente se marcha. «Lo que cierra los bares no es la economía sino la falta de relevo. La mayoría son negocios familiares», sentencia el presidente de la Confederación Regional de Asociaciones de Hostelería, Ángel Blasco.
«No es que sea grave en el aspecto económico, sino en el demográfico», completa este profesional segoviano que junto a sus colegas de la directiva están acostumbrados a escuchar siempre la misma cantinela de porqué no sigue tal o cual negocio en tal o cual pueblo. «Encontrar personal cualificado, o incluso sin cualificar, es complicado. A unos les echa para atrás quedarse en el pueblo. A otros, el ir y venir desde la capital», remata el diagnóstico la presidenta de los hosteleros de Valladolid, María José Hernández.
César San Millán regenta Casa Tirso junto a su madre. Abrieron sus puertas en octubre de 2018 y son el único local de El Piñero, en plena Tierra del Vino (24 kms de Zamora, 245 habitantes). No se amilanaron por el cierre de los dos últimos bares de un pueblo que llevaba ocho meses sin ninguno. «Hay poca gente y eso afecta a los locales porque se mueren los mayores y no les releva nadie», explica César mientras trabaja tras la barra. Asegura que su negocio no es tan difícil de mantener porque no tiene un alquiler muy alto, pero la supervivencia no es fácil. «De aquí a unos años, a lo mejor también nos toca tomar esa decisión porque la pérdida de población se nota»
Los estudios de situación desde las agrupaciones hosteleras y sus esfuerzos por ayudar a sostener los negocios no siempre dan resultado. «Estamos en contacto con las escuelas de hostelería. A pesar de que somos un sector en el que el que quiere tiene trabajo, no logramos levantar el necesario relevo generacional», insiste Ángel Blasco. Este veterano empresario lamenta «lo denostado que está ser camarero y llevar un bar».
Él y sus colegas reclaman una necesaria «dignificación» de una labor que, cuando se realiza en los pueblos, ayuda a elevar la 'temperatura' de la vida comunitaria. El último estudio de mercado de la consultora Nielsen, presentado en la Feria de Hostelería de Madrid a finales de febrero, concluye que «los españoles están pasando de ser 'parroquianos' del bar de toda la vida a ser consumidores, siendo la comida el elemento diferencial».
Fueron varias las circunstancias que se dieron (entre ellas una lesión) para que Azucena Sancho tomara la decisión de cerrar el bar de las piscinas en La Fuente de San Esteban (Salamanca). «La época fuerte era la de verano y ya ni eso, la gente viene cada vez menos a los pueblos, y en invierno te da poco más que para cubrir los gastos». Añade que en las zonas rurales «los bares son necesarios, si no, ¿dónde te reúnes? Pero es complicado soportar todos los gastos». Aprecia «pérdida de población a pasos agigantados y poca gente de paso» y vislumbra un futuro hostelero oscuro lo que le ha llevado a formarse en el cuidado de ancianos.
En el caso de los pueblos, empieza a no ser un cambio de costumbres, sino un baño de realidad. Una tarde como hoy, hay muchos vecinos que ya no podrán salir de casa a reunirse con sus vecinos a tomar un café, echar una partida de cartas o ver el fútbol. No queda dónde hacerlo.
Nadie mejor que los que atienden al otro lado del mostrador para sacar conclusiones de lo que pasa. Y hay bastante pesimismo. «No se hizo nada en las últimas tres décadas contra la despoblación. Y ahora se construyen carreteras rápidas que, lejos de acercar a la gente, han provocado que esos oriundos se vayan a la ciudad», concluye Emilio Gallego.
Es el lugar de desconexión y donde los vecinos de Moraleja de las Panaderas (Valladolid, 40 vecinos) se ponen al día. Pero desde octubre el bar se ha quedado sin gestor. «Llevamos meses buscando quien se haga cargo sin mucho éxito. Es una pena», asegura su alcaldesa, Lucía Heras. La casa es sede de las Aulas de Cultura, «Por eso es importante tenerlo abierto». El bar es del municipio que pone todo tipo de ventajas. Está completamente equipado y no se cobraría alquiler. Mientras llega ese emprendedor, la colaboración vecinal lo mantiene abierto varios días a la semana, después de «comprar en el supermercado lo necesario».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.