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El avance de la primavera y las distintas floraciones ponen en marcha, poco a poco, la vida en las colmenas. El sector apícola genera más de 40 millones de euros al año en Castilla y León y en él trabajan unas 5.000 personas. Se ... trata de la comunidad con mayor número de explotaciones apícolas, con 5.145, lo que representa el 15,7% del total nacional, según los datos de la Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo rural. Salamanca lidera el censo de colmenas al concentrar el 62% de las existentes en la región, unas 272.923. Este dato refleja la alta profesionalidad de los apicultores salmantinos que, siendo únicamente el 10% del total, 546 profesionales (más de 150 colmenas por explotación), gestionan el mayor volumen.
Las cifras dan una idea de que en este sector conviven diferentes modelos productivos y que llevan a definir dos tipos de apicultura: la denominada «hobbista», en la que se incluyen apicultores pequeños y que no suelen practicar la trashumancia; y otra con mayor grado de profesionalización y trashumante en la mayor parte de los casos, en el centro y sur de la Península.
La convivencia no es siempre sencilla entre los apicultores estantes y los trahumantes que, en el primer caso, se quejan de que en más ocasiones de la deseadas no se respetan las distancias o se invaden los caminos y, en el segundo, de que cada vez hay más problemas para moverse e incluso sufren actos vandálicos.
«Nosotros no estamos en contra de la trashumancia, somos contrarios a la trashumancia ilegal», matiza Juan Antonio Bermúdez, presidente de Apialist, Asociación de apicultores de Aliste (Zamora). Asegura que en su zona y en la de Sanabria se reciben miles de colmenas cada año que empiezan a llegar durante los meses de mayo y junio procedentes de Extremadura, Valencia o Salamanca. «No nos negamos a que vengan con los papeles necesarios, con las cartillas fitosanitarias, haciendo comunicaciones a los ayuntamientos y sabiendo donde están. El problema es el que descarga y luego pregunta, no la trashumancia».
La única solución que Bermúdez, ingeniero agrícola, ve factible es «hacer cumplir la ley apícola, que se cumplan las distancias entre asentamientos y que se comuniquen las coordenadas, así no habría ningún problema porque se sabría dónde están y te dirían si te autorizan o no. Ahora solo tienen que comunicar a los ayuntamientos para que sepan, pero hay gente que ni eso».
Desde la Consejería de Agricultura explican que los apicultores trashumantes hacen comunicaciones trimestrales de movimiento algo que, hasta la fecha, no estaba informatizado. «Esas comunicaciones las vamos a incorporar a un registro para tener constancia informática, se va a pedir el paraje, no se va a pedir más si no hay una modificación de la ley nacional». En el territorio de Castilla y León trashuman cada año entre 250.000 y 280.000 colmenas, pertenecientes a 830 explotaciones tanto de la región como de otros lugares.
Aurelio Pérez, coordinador de COAG y apicultor, es de los que piensa que la trashumancia «cada vez es más complicada. El dato objetivo es que los profesionales trashumantes están bajando por los problemas para moverse, los ataques vandálicos y por la propia administración, legislando contrariamente a los intereses de los apicultores profesionales».
Reclama «una regulación de asentamientos en montes públicos, con un sistema de coordenadas, que estuvieran asignados con una serie de condiciones; ahora fija el asentamiento el primero que llega».
Algunos ayuntamientos han tratado de atajar la presencia de trashumantes estableciendo un pago por colmena, pero los tribunales las han paralizado. Rubén Laso, presidente de la Asociación de Apicultura del Norte de Palencia (Apinorpa), lamenta «la falta de respeto de algunos trashumantes con respecto a los estantes, ese es el problema». En función de su experiencia «es una actividad no controlada por la administración; vienen, se colocan, anotan el movimiento en el libro y las unidades veterinarias casi ni controlan. Es una ganadería un poco olvidada».
José Antonio Panera, presidente de la Asociación de Apicultores leoneses, afirma que «hay conflicto con las distancias, los asentamientos muy grandes pueden hacer daño a los pequeños; a veces se ponen más de 100 colmenas al lado y si hay poca comida en el campo las colmenas más fuertes hacen pillaje a las más débiles, las fijas».
650 kilómetros separan Salamanca y Valencia, el lugar de origen del apicultor Pedro Jorge Roncero y uno de los lugares en los que en estos momentos tiene asentadas parte de sus colmenas, que suman 2.500. «En Valencia buscamos la flor de azahar; en Cuenca, la miel de romero; en Extremadura, la retama y en Salamanca, el tomillo y la encina». Asegura que la trashumancia «es complicada cuando empiezas, hasta que das con los asentamientos; nosotros vamos a los sitios de siempre, hay fincas a las que iban mis abuelos hace 60 años, yo soy la cuarta generación». «Prefiero ir a fincas privadas, en las que ajustas un precio en dinero o miel». Para este apicultor, «el mayor problema que tenemos ahora mismo es con el azahar, la gente de los campos de naranjos no quiere colmenas porque hay algunas variedades que si las polinizan salen pepitas. Estamos porque tenemos permiso».
En Castilla y León, «donde más conflicto hay con los 'hobbistas' es en Zamora y León, pero vamos con todas las de la ley, si no hubiera respeto de la distancia de seguridad, acto seguido va el Seprona y me sanciona. Los fijos dicen que vamos a su floración y solo la quieren para ellos». Su miel, La Abeja Albercana, «es artesana y la gente lo que busca es eso, un producto natural y de calidad». Este profesional no deja de mencionar el problema común a cualquier apicultor: la varroa.
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