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He aquí la voz de la experiencia. Teresa Salvador Berrueco (Valladolid, 1942), etnógrafa, investigadora de tradiciones, profesora de Antropología y Etnografía, impulsora de colectivos vinculados al folclore y a la tradición y escritora. Todo ello basado en la observación, el análisis y el estudio del ... comportamiento del ser humano durante toda su vida. Como escritora, la próxima semana verá la luz su segunda novela, 'Una liturgia de las horas' (Ed. Fuente de la Fama), que presentará el viernes 10 de marzo, a partir de las siete de la tarde, en el Centro Cívico José Luis Mosquera de Valladolid, junto a Joaquín Díaz y Paz Altés. La de Teresa Salvador es una de las trayectorias más a pie de obra de las vinculadas a la tradición y el folclore de cuantas hay en la provincia vallisoletana en esta época contemporánea. Plantea 'Una liturgia de las horas' como segunda parte de 'Algunos peces del estanque. Color amatista'.
–Han pasado siete años de la primera edición de esta, cinco de la segunda... ¡Y una pandemia!
–Esta nueva novela empecé a escribirla en marzo de 2020. ¿Le suena, verdad?
–Pleno confinamiento.
–Vivía una situación muy dura, generada por mi enfermedad, que me impedía caminar. Unos brotes terribles... Estaba mal. Y en casa, sola. Tenía necesidad de escribir o de hablar con alguien, en profundidad. Necesitaba sacar mis pensamientos, mis sentimientos.
–¿Escribir como terapia?
–Es muy curioso, me ponía a escribir y mis dolores físicos, que eran reales, se me pasaban. Me metía en la vida de otra persona, el personaje de la novela, vivía esa vida y me olvidaba de la mía.
–Los efectos terapéuticos de la escritura.
–Añoraba los momentos de la primera novela, que fueron muy ricos para mí, y necesitaba encontrar otro camino. Nunca pensé escribir una segunda parte, pero nació.
–Crear un personaje es una tarea... ¿Cómo definirla?
–El protagonista de 'Algunos peces...' salió de que un día al bajarme del autobús debajo del Arco de Ladrillo me encontré un chico joven; estaba bien vestido. Yo vivía en la calle Recondo, donde termina la tapia de la estación, hacia donde me dirigía. El muchacho me adelantó, muy deprisa, y observé que se metía por unos boquetes al terminar esa tapia. Me sorprendió. Pasaron los días y me olvidé de aquello.
–¿Volvió a saber de él?
–Un día paseando ví a ese muchacho lavándose en un pequeño estanque debajo del Arco de Ladrillo. Una semana después, volví a verlo salir de los boquetes de la tapia aquella y echó a correr. Fue todo el contacto que tuve con esa persona. Tres años después, si no más, al pasar en autobús ví que habían derribado la tapia por cuyos boquetes este joven se metía y que habían levantado un bloque de pisos. De todo eso nació 'Algunos peces del estanque (color amatista)'.
–En el prólogo de su nueva novela dice que llega como «permanente recuerdo del tiempo de pandemia». ¡Pero estamos deseando olvidarnos de la covid!
–Es como un homenaje personal.
–La dedica a «cuantos murieron en las garras de aquel virus», entonces desconocido.
–Hubo amigos míos que murieron por la covid. Pepe Alaejos, de 'Las Fuentes de la Edad', es la primera presentación de un trabajo mío en la que no va a estar. Pasó cinco meses horrendos por la covid y acabó muriendo.
–¿Por qué para estructurar su nueva novela ha elegido la liturgia de las horas que regula las oraciones diarias en las iglesias católica, ortodoxa y anglicana?
–Porque he seguido la idea del rito y del ritual. He estudiado en mi vida mucho sobre mitos, los mitos primigenios y los ritos que se siguen con relación a esos mitos. Es un tema que me atrae mucho. El primer sentimiento que nace en el hombre es el sentimiento de lo sagrado, no religioso, ¿eh?, que no es lo mismo. Yo siempre digo que soy creyente porque me han educado así, pero religiosa, no.
–Usted defiende que «nuestra vida es un ritual». ¿Quién nos ordena ese ritual?
–Yo creo que la propia vida. ¿Usted hace planes y le salen tal cual los ha preparado?
–Muchas veces, no.
–Y, sin embargo, todos llevamos un rito de vida: tenemos una hora para levantarnos, otra para comer, otra para cenar, tratamos de dormir ocho horas... ¡Es un rito constante! Cada uno intenta amoldarlo a su carácter y su forma de ser, pero en realidad la vida nos va llevando. Y lo único que podemos hacer, si queremos hacerlo mejor, es mi opinión, es dejarnos llevar. Ir en contra de la vida es un error. La vida te lleva y las circunstancias nos vienen, nosotros no las buscamos, y nos encontramos en una situación tremenda.
–Ya que su nuevo libro lo presenta como segunda parte de la primera novela. ¿No teme al refranero?
–¿A lo de 'segundas partes...'? No, no lo temo, porque es la misma historia que continúa.
–¿Por qué antes de que el lector se adentre en 'Una liturgia de las horas' le anuncia una tercera parte?
–Se va a titular 'Julio 2021', y ahí sí que entra la etapa de pandemia. A los protagonistas de la novela les llegará la pandemia, como nos llegó a los demás, y pasarán cosas...
–...¡Como le pasaron a los demás!
–Le he puesto a la trilogía 'Ritornello, trilogía del retorno'. Es porque empieza con Rafael y termina con Rafael encontrándose a sí mismo. Será como volver al comienzo, pero un comienzo distinto.
–Cuidado, que hace 'spoiler'.
–¡Es verdad!
TERESA SALVADOR
–Sorprende que alguien tan pegada toda su vida a las tradiciones, al floclore autóctono... en la madurez se pase a la novela.
–Pues no se sorprenda usted.
–¿Por qué no habría de sorprenderme?
–Pues porque en todo el camino que he recorrido en relación con la vida de la gente, su forma de actuar me ha enseñado mucho a conocer a las personas. Folclore, etnografía, antropología... Yo necesitaba conocer al ser humano, necesito entenderlo.
–¿Para qué?
–Para vivir. Necesito hablar con las personas, tener relación... Necesito, siempre he necesitado, la amistad para vivir. Tengo amigos diferentes, de momentos distintos, que no coinciden entre sí.
–¿Fue la mala experiencia de la covid la que le hizo pasar a vivir en una residencia de mayores?
–Sí. He tenido tiempos muy malos desde 2003 cuando dio la cara mi enfermedad, pero sigo para adelante, capeo el temporal. Lo de la residencia lo llevaba madurando mucho tiempo, porque veía el panorama, y sabía que una enfermedad degenerativa como la mía lo lógico es que vaya cada vez a peor. Llegado el momento en el que me pegaba un brote fuerte, era incapaz de hacer nada, ni moverme. Sola en casa... pues no, no lo veía. Lo que quería era esto, la residencia, y estar tranquila y hacer lo que me gusta.
–¿Hay que deducir que está feliz en la residencia?
–¡Absolutamente feliz! Y mientras sea capaz de hacer las cosas, las voy a seguir haciendo.
–¿Qué cambio mental hizo para dejar su hogar y entrar en una residencia de mayores?
–Fue un cambio, quizá, egoísta, solo.
–¿Egoísta o pragmático?
–Egoísta en el sentido de que necesitaba que me atendiesen. No podía estar sola más tiempo porque no me podía manejar.
–Pero, insisto, parece que, llegado el momento, tiró de pragmatismo.
–Pues será pragmatismo, no digo que no. Es que no sé qué deriva puede tomar mi enfermedad. Me encanta mucho la soledad.
–¡Pero si acaba de decir que necesita la amistad! ¿En qué quedamos?
–Es curioso: me encanta estar con la gente, pero estoy feliz sola, en el silencio. Y si, además, me pongo a escribir, creo personajes y les voy haciendo una vida, soy la mujer más feliz del mundo.
TERESA SALVADOR
–¿Se ha arrepentido alguna vez de haber ido a una residencia?
–No, en ningún momento. Dejé atrás a la persona que era antes y he empezado a ser una nueva persona, aun siendo la misma.
–¿Estar en la residencia le ha desconectado del mundo de las tradiciones, del folclore, de la antropología...?
–Hombre, de impartir clases, sí, y lo he echado en falta mucho. Ahora, las personas con las que he estado trabajando toda mi vida, investigando, analizando, etc, ¡no me sueltan!
–¿Y del interés por las tradiciones y el folclore?
–Lo mantengo como el primer día.
–¿Cómo afectará la pandemia al folclore y a las tradiciones? ¿O se coge todo donde se había dejado en marzo de 2022?
–Eso no puede ser. Todo evoluciona. Lo que más traté, cuando conformé el grupo de danzas en Simancas, fue recuperar la tradición, pero después traté de hacer un folclore nuevo, tradicional.
–Parece un contrasentido.
–Sí, puede parecerlo: se trataba de coger las raíces que nos habían llegado, pero proseguir, no quedarse estancado. No se puede perder la raíz si quieres tener una ligazón con el pasado, aunque las cosas evolucionan.
–Pero la danza es la danza, el rito es el rito...
–Siempre hay un sentido de principio y lo que nos falta muchas veces es el sentido de final. Vivimos como que no vayamos a morir nunca.
–A nadie le gusta la muerte.
–¡Pero si no es que te guste o no! Es que tienes que vivir la vida como es, la vida real. Yo no entiendo por qué razón la gente tiene tanto miedo a morirse: ¡Si es inevitable!
–¿Porque deja de disfrutar, tal vez...?
–¡Pero si es algo inevitable!
–Nadie nos prepara para ello.
–¡Eso es lo malo! Por eso siempre me ha importado hablar, y enseñar, de mitos y ritos y orígenes y de cambios y de evolución... Para llegar a un final y que la gente entienda que la vida tiene un comienzo y un fin y que en ese camino hay que hacer algo. Y algo provechoso, que pueda quedar para los demás.
–En ese algo provechoso, el ser humano ha inventado Internet. ¿Cómo entran ahí los ritos, los mitos, las tradiciones...?
–¡Muy mal! Cada vez se entiende menos. Cada vez escucho a más gente decir que hoy hablas con muchos jóvenes y compruebas que no saben nada. Conocen cosas, pero no saben ver la vida como es.
TERESA SALVADOR
–¿Acabarán las nuevas tecnologías con esa transmisión oral que ha permitido que hayan llegado a nuestros días las tradiciones folclóricas, los ritos...?
–No, la transmisión oral no puede morir nunca. Nacemos en una familia que tiene una cultura, unas creencias, una manera de vivir, una forma de ser. Nacemos con una cultura que viene de atrás. La vida es como un cordón umbilical: todos vamos surgiendo de un principio y ese cordón va creciendo, desarrollándose, formamos parte de ese cordón y no podemos negarlo: no somos hechos aislados, venimos de otros que estaban y la vida sigue y sigue... Pero todos bebemos del mismo origen.
–¿Qué futuro le augura al folclore tradicional en una sociedad tan internetizada como la nuestra?
–Muy difícil porque lo que se ha hecho del folklore es hacerle espectáculo. La base y el sentimiento de las gentes han variado. Y está todo tan a mano de todo el mundo que no sé...
–Se van a cumplir 30 años de la muerte de Arturo Alonso Elices, su marido, con quien formó un tándem tan especial que dio lugar a la creación de importantes asociaciones culturales en Castilla y León. ¿Cómo sigue el legado que dejó?
–La memoria está en la gente y de ella se sacan muchas cosas para el presente. Hay personas que conocimos hace muchos años y por eso hicimos una federación de asociaciones culturales rurales, trabajamos muchísimo y claro que ha quedado mucho. Seguro que quienes están en ello transmitirán lo que saben a las generaciones venideras.
–A sus 80 años, ¿ya ha decidido qué quiere ser de mayor?
–Una mujer con salud y energía para seguir escribiendo.
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