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He aquí una educadora vocacional, firme creyente en la igualdad entre hombres y mujeres. Desde esa postura vital, ha construido y desarrollado su actividad profesional en la Universidad de Valladolid, en la que atesora prestigio marcado por su hacer en la Cátedra de Estudios de ... Género. Doctora y profesora titular de Historia del Arte (Facultad de Educación de Palencia), no ceja en el empeño de educar en la igualdad, aunque es realista: asume que se tardará en conseguir la plena igualdad de género.
–He leído que es usted 'curadora de arte'...
–Lo que ha leído usted es una traducción mal hecha de 'curator', del inglés, que viene a ser una figura como la de comisario de exposiciones. Aparece en Wikipedia y quien hizo la página utilizó ese término, pero nunca lo he puesto yo en mi currículum.
–De crear un Seminario de Educación No Sexista pasó a crear la Cátedra de Estudios de Género. ¿Por qué constituyeron en su día el primero y por qué se pasó a la segunda?
–El Seminario de Educación No Sexista, y pongo el acento en la palabra educación, era una agrupación de docentes, fundamentalmente de la Facultad de Educación de Palencia, que decidimos constituirnos en seminario como tal, con el objetivo de reflexionar sobre la educación que dábamos nosotros como formadores de futuros docentes. Y la Cátedra se constituyó, va a hacer ahora 20 años, incorporando a profesionales de la Universidad de todos los ámbitos: la Enfermería, la Geografía, las leyes... Tristemente, los que menos se han sumado son gente de Tecnología. Ahora les está interesando, pero hasta este momento el tema de la igualdad parece que no iba con ellos.
–¿Por qué dice tristemente?
–Porque el tema de la igualdad nos afecta a todos y todas. Ahora están muy preocupados en las STEM (acrónimo de 'science', 'technology', 'engineering' and 'mathematics' –ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas–) porque hay muy poca matrícula de mujeres en las ingenierías.
TERESA ALARIO
–¡Pero si la mujer es mayoritaria en la universidad!
–Salvo en ingenierías. Y no solamente es minoritaria en estas, sino que está descendiendo.
–¿A qué lo achaca? Además, en esta época tan digital...
–Son profesiones de futuro, pero desde el principio estamos ahí con los estereotipos. Como que las chicas se sienten menos capaces de ser competitivas, basándose en nada, claro...
–Venga ya. ¿A estas alturas?
–Sí, a estas alturas del siglo XXI. Además, hay menos fracaso escolar en las chicas que en los chicos, pero cuando llegan a la elección de carrera esos estereotipos siguen funcionando. Hay una enorme precupación por eso y han surgido programas, como los de mentorías.
–¿Mentorías son...?
–Mujeres que hacen de apoyo de otras, que de alguna manera animan a las chicas, les dicen que pueden dentro de las STEM. Cada decisión que tomamos en la vida viene cargada por nuestro género y por la educación de nuestro género y no somos conscientes de hasta qué punto eso nos pesa. Las mujeres, aunque han ocupado todo tipo de carreras, tienen una tendencia muy clara hacia todo lo que tiene que ver con ética de cuidados. Enfermería está llena de mujeres, aunque haya algunos hombres; Medicina...
TERESA ALARIO
–Un reciente estudio de Comisiones Obreras recoge que incluso hasta en la formación del Gobierno regional las consejerías relacionadas con las políticas sociales se vinculan a mujeres.
–Sigue existiendo eso, sigue. Un reciente informe del Consejo de Europa, 'Prevenir y combatir el sexismo', habla de los estereotipos y recoge cómo, aunque no nos demos cuenta, estamos todos cargados de estereotipos. Y estos funcionan desde la base: estereotipos que nos hacen pensar que somos mejores o que vamos a tener menos problemas si estamos en un ámbito profesional o en otro; que tenemos unas capacidades y no otras, independientemente de que el individuo sea hombre o mujer, pues el género pesa mucho en ese sentido.
–¿La tradición y la costumbre del lugar pesan a la hora de desterrar esos estereotipos?
–Evidentemente.
–Y en comunidades como Castilla yLeón, ¿más aún por su componente rural?
–Yo diría que no tiene que ver con el territorio. Tiene que ver más con la sociedad en general. Todos los medios de comunicación nos dicen lo mismo, en definitiva.
–¿En qué sentido?
–De alguna manera, la idea del jefe triunfador no corresponde a las mujeres. Ahí las mujeres se ven poco representadas como jefas.
TERESA ALARIO
–¿Es síntoma de que el territorio no pesa en esos estereotipos el hecho de que cada vez haya en los pueblos más alcaldesas y concejalas?
–Claro, porque quizá hay una cosa que se está produciendo de rebote y es que las mujeres que se han quedado en el campo lo han hecho contra viento y marea. Primero marcharon las mujeres jóvenes que no veían salida en el pueblo y las que se han quedado lo han hecho por propia voluntad, a veces incluso volviendo a asumir tareas como las de responsable de una explotación agraria. Esas mujeres, ya empoderadas en la profesión, también lo hacen en el ámbito de lo político y se sienten capaces de representar a todo un pueblo.
–¿Hasta dónde pesa el lenguaje para los avances en igualdad?
–Cuando se habla de lo que es la coeducación, se dice que hay cuatro pilares, uno de los cuales es el lenguaje, para hacernos visibles, un lenguaje que no tiene que ser el de acabar en os/as ni en as/ os. Alguna vez es posible hablar en masculino, sin que eso sea un pecado mortal, por decirlo de alguna manera. Pero es verdad que es importante visibilizar a las mujeres. Yo tampoco estoy de acuerdo con que todo el tiempo tengamos que hablar en femenino. Pero, por ejemplo, tenemos ahora un postgrado en el que hay treinta mujeres y dos chicos, no sé si es justo hablarles a todos en masculino...
–Eso tiene muchos defensores, empezando por la Real Academia. Pero, ¿qué opina usted de los que ironizan sobre el lenguaje inclusivo? Esos que empiezan 'niños-niñas', 'amigos-amigas' y lo hacen con un retintín...
–Me parece que no han entendido la situación. Si cogen el texto de cualquier investigadora que esté trabajando en estos temas, verá como no está forzado el lenguaje. Porque la cuestión no consiste en forzar el lenguaje sino intentar que el lenguaje visibilice.
TERESA ALARIO
–¿Y cómo se consigue eso? Porque cuando alguien utiliza las normas RAE al hablar en público y masculiniza las referencias al auditorio, resulta que hay gente que se siente ofendida.
–Nadie se siente ofendida cuando en la fórmula tradicional se usa el 'señoras y señores'. Nadie hace sangre ahí, pero se tiende a ridiculizar el uso del lenguaje inclusivo.
–Pero parece que el lenguaje inclusivo fuese fruto de la modernidad y resulta que hay textos de cofradías de Semana Santa de hace más de cuatro siglos que aluden a 'cofrades y cofradas'.
–Porque a lo mejor en un momento determinado el lenguaje quiso visibilizar que se admitía en esa cofradía a mujeres que en otras no eran admitidas. Socialmente, en cada momento el lenguaje varía en función de las necesidades. Ahora la sociedad está demandando una igualdad y en ese sentido no se puede llegar a situaciones de forzar el lenguaje, como en un momento determinado cuando se dijo lo de 'miembras'. Un miembro es un miembro y no hay más; salvo que sea una provocación. Yo creo que se puede utilizar de una manera relativamente fácil.
–Ah, ¿sí? ¿Cómo?
–La utilización de genéricos es muy fácil. Se puede sustituir 'los profesores del centro...' por 'el profesorado...' Hay fórmulas para no repetir el as/os y que son correctas. De hecho, hay varias guías sobre el uso del lenguaje. Lo que sucede es que ha habido un momento en el que esto ha provocado una especie de ira, de irritación, que yo no entiendo.
TERESA ALARIO
–¿Ha padecido usted situaciones de desigualdad a lo largo de su vida académica?
–Yo diría que de desigualdad explícita, no. Lo bueno que tenemos los funcionarios es que la oposición es la oposición y ya está.Pero hay una demostración, a través de las trayectorias de mujeres y hombres en la universidad, que explica cómo las mujeres tardan más en llegar a ciertas categorías, como las cátedras.
–Ha utilizado antes el término coeducación, que aparece repetidamente en su obra. ¿Por qué el prefijo 'co'?
–La coeducación es educar para la igualdad, para una vida en igualdad, desde la diferencia, es decir, sabiendo que aquí estamos sentados niños y niñas, hombres y mujeres. Por lo tanto, lo que yo trabaje en el aula posiblemente no sea neutro tampoco. Necesitamos saber que lo que yo trabaje va a llegar de una manera a unos y otros y que, por lo tanto, he de hacer hincapié en la necesidad de evitar los sesgos sexistas. Por ejemplo, las mujeres parece que no han hubieran nada en la Prehistoria...
–Eso nos han enseñado: el hombre cazaba, la mujer se quedaba en la cueva.
–Sí, eso nos han enseñado. Pero los estudios antropológicos demuestran que no es cierto. Todo lo que está recogido en las últimas investigaciones de Atapuerca señala que la estructura ósea y muscular de un homínido en cierto momento no era muy diferente en una hembra y en un macho. Lo que significa que cazaban del mismo modo. Yo trabajo la historia del Arte y una de las cosas que se ve es que eso de que era hombre el gran genio creador que pintaba los bisontes también es un presupuesto anacrónico: han encontrado imprimaciones de manos de mujer al lado de las pinturas.
–¿Más coeducación implicaría menos violencia de género?
–Ese es uno de los objetivos porque la idea es respeto, educar para la igualdad. Es decir, si yo veo a la otra persona igual que lo que soy yo, le respetaría. Y eso supone trabajar la no violencia en todos los sentidos.
–Si la educación es esencial en todos los ámbitos, ¿cómo se explica que a estas alturas salgan casos y estadísticas de bachilleres que controlan los móviles de sus parejas, novias o amigas?
–¡Ese es nuestro gran fracaso! Las nuevas generaciones empiezan muy pronto con lo que se ha dado en llamar micromachismos, que ya no son tales sino que son macro. ¿De qué manera lo hacen? No hay una violencia explícita, en principio, sino que lo que hay es lo que se llama 'Pragmática del control': este tipo de medios sustituyen al modelo tradicional del hombre celoso que está detrás de cada movimiento de las mujeres. Esta vez lo hace apoyándose en la tecnología y puede ser más terrible, efectivamente.
–¿Cómo vive la directora de una cátedra que se llama de estudios de género esos episodios de políticos que niegan la existencia de la violencia de género?
–Sean políticos o no, aunque cuando son políticos me preocupa evidentemente más porque pueden tener impacto sobre la sociedad y las normas que nos damos, lo vivo con una enorme preocupación. Negar la existencia de violencia de género, cuando llevamos en un mes doce mujeres muertas...
–Usted participó en un proyecto que se titulaba 'Estudio de la renovación del contenido de la asignatura de Historia desde la perspectiva de género en el marco de la convergencia europea'. ¿De verdad había necesidad de revisar eso?
–Claro, la idea era que una gran parte de la historia como que no tenía mujeres, como que las mujeres no habían existido.
–¿Y revisando eso consiguieron que se visualizara el papel de la mujer en la historia?
–Sí. Se vio que los libros de texto que se utilizaban en aquel momento no presentaban prácticamente a ninguna mujer. Ni cuantitativa ni cualitativamente. Y las mujeres que aparecen en los libros de texto son anónimas.
–¿Son excepciones, entonces, Isabel la Católica, Agustina de Aragón, Teresa de Jesús...?
–Claro. Aparecen como excepciones.
–¿Mientras exista un Día de la Mujer es señal de que la igualdad es utopía?
–¡Sí! Eso lo dicen las Naciones Unidas.
–Créame que lo desconocía.
–Las Naciones Unidas dicen que falta como más de un siglo, si vamos al ritmo actual, para llegar a la igualdad entre mujeres y hombres.
–Usted ayudó a la creación de la Cátedra de Estudios de Género, fue elegida directora y reelegida. ¿Cree que algún día le sustituirá un hombre en el puesto?
–Podría ser, podría ser, pero son pocos los hombres que piden la entrada en la cátedra. Eso es lo que me preocupa. ¡Y haberlos, háylos!
–Tantos años de lucha por la igualdad desde la Universidad, ¿tiene ya decidido qué quiere ser cuando sea mayor?
–¡Feliz! Y eso tiene que ver con llegar a ver una sociedad justa y equitativa en ese sentido.
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