Miguel Ángel Tapia | Imaginero y escultor
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Miguel Ángel Tapia | Imaginero y escultor
«En mis tallas la gente ve a Dios»He aquí un hombre que es profeta en su tierra. Miguel Ángel Tapia (Valladolid, 1966). Imaginero y escultor. En esta faceta, sin que el bronce tenga para él secretos, desde noviembre su esculturade Don Juan Tenorio recibe al visitante en la Casa de Zorrilla de ... la capital del Pisuerga. Y en la primera, con la madera como materia esencial de su trabajo, es donde ha alcanzado el culmen como artista, hasta colocar su nombre y sus apellidos junto a los grandes de la escultura barroca en España. Un paso suyo, El Prendimiento, desfila el Viernes Santo junto a los de Gregorio Fernández, Andrés Solanes, Juan de Juni... Y tallas salidas de su mano y su gubia inspiran oraciones y ponen en comunicación a multitud de personas con Cristo, la Virgen María o santos como Nicolás de Bari. Pese a haber llegado al cénit dice ser consciente de que le queda mucho por hacer. Lo muestra ante el testigo mudo de esta entrevista, la obra que lleva años tallando para sí mismo, una réplica milimétrica del Ecce Homo de Gregorio Fernández que se conserva en el Museo Diocesano de Valladolid. Para Tapia es lo más de Gregorio y de la escultura barroca. Con ella y en ella sigue aprendiendo cada día.
–El imaginero tiene mucho de otros oficios.
–Modelo la escultura en barro, hago un molde, lo paso a escayola, preparo la madera, la esculpo, la doro y la policromo. ¡Cinco oficios! Modelista, vaciador, carpintero, escultor, pintor y dorador.
–¿Por dónde le entró la vocación por la imaginería?
–De pequeño me gustaban el dibujo y la madera. Tenía gusanillo de ver cortar la madera y de llegar a descubrir lo que se puede hacer con una gubia. Hasta que no llegué a la Escuela de Arte no lo descubrí. Tenía un tío que tenía herramienta de carpintero, pero no gubias. Con 12 años entré en la Escuela de Arte de Valladolid y mientrras estudiaba Bachillerato estuve haciendo cursos monográficos. Luego, después del Bachillerato me quedé en la escuela y acabé en técnica de volumen de la escultura. La de Valladolid era la única donde se impartía, pero a finales de los 80 no había alumnos y desapareció esa especialidad. Empezó a cambiar el programa formativo y derivó en técnicas de la escultura. Pasábamos por todos los talleres: forja, modelado, vaciado, talla en madrea, pintura al óleo...
–Delante de las imágenes que talla se pone la gente a rezar.
–Y hasta hace unos años las besaban, besapiés y besamanos...
–Y pasa el paso y se santiguan.
–Sí. Y ven a Dios.
–Eso no es como hacer el Tenorio...
–Bueno, bueno, el Tenorio está al mismo nivel ¿eh? ¡Es una pasada!
–Sí, pero las tallas religiosas traspasan el ámbito humano y entran en el divino, en lo que tiene que ver con la fe y la creencia.
–Esas son unas sensaciones que los escultores que solo hacen bronce no pueden tener.
–Entonces, ¿cómo se siente quien talla una Virgen ante la que luego habrá personas que le pidan ayuda para un enfermo o para un familiar?
–Totalmente realizado. Ves que ahí resulta lo que pretendes y lo que es el encargo. A mí me dicen que quieren una pieza que transmita y yo he de tallarla.
–Se habrá parado frente a personas que rezan ante una de sus tallas. ¿Qué piensa al verlo?
–Primero, ¡que cuánta gente hay que lo hace! En 1998 tallé la imagen de San Nicolás que está en la Iglesia donde se realizan las Caminatas de los lunes. Recuerdo que lo llevamos una mañana, embalado, y lo dejamos a ras del altar a la espera de subirlo a la hornacina. Pues cuando volví por la tarde lo habían desembalado y se había preparado una cola... ¡Y la gente pasaba y lo tocaba! En un momento se había puesto en marcha un rito y aún no había sido bendecida la imagen.
–Algunas de sus tallas desfilan junto a las de los grandes imagineros: Gregorio Fernández, Juan de Juni, Antonio Solanes...
–Últimamente me estoy dando cuenta de que me están pasado cosas que ni pude llegar a imaginar. Si cuando salí de la Escuela me dicen que voy a hacer un paso de Semana Santa, habría contestado que qué broma era esa. Cuando me lo encargaron los de La Oración del Huerto, ¡me tiré una semana sin dormir! Y desfila el cuarto de la Procesión General. Es que la Virgen de la Alegría que tallé está en la Capilla del licenciado Francisco Butrón de San Benito. Y el Yacente está debajo de un crucificado de Gregorio Fernández. Estoy ahí, sí. Creo que debería darme más importancia pero, la verdad, no me sale. Estoy orgulloso, encantado, pero hasta ahí.
–¿Se ve como nexo de unión entre los grandes imagineros del Barroco y la época actual o es exagerado pensarlo así?
–Cuando salí de la Escuela, en 1986, mi ilusión era tener un taller. Me salió el primer encargo, un Cristo crucificado, para un pueblo de Salamanca, Villasrrubias. Fue un reto. Lo hice y, a partir de ahí, me salió al máximo el remusguillo de la imaginería que ya tenía en la Escuela. La mayor pretensión de los escultores fue siempre hacer anatomía. ¿Quién les contrataba? La Iglesia. ¿Dónde se podía hacer anatomía? En Vírgenes y demás, que en el estilo castellano van con mucho ropaje, pero cuando es un yacente, un Ecce Homo o un San Sebastián...
–¿El imaginero tiene que ser creyente?
–Yo creo que sí. Hombre, puede ser muy buen escultor y eso lo lleva ahí siempre, dentro, pero sí, tu sentimiento y lo que esto representa de ser buena gente se tiene que notar.
–¿Y tiene que ser practicante?
–Medianamente.
Miguel Ángel Tapia
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–¿Usted ha rezado ante sus tallas?
–Pedirles como tal, sí. A Nicolás le tengo pedido y sigo esperando.
–¿Ya le tutea?
–Como salió de mi taller... Yo puedo decir que entre las cuatro paredes en las que trabajo ha estado Dios, ha estado San Pedro... Estaba tallando el San Pedro del paso de El Prendimiento, que lleva las llaves, y se lo enseñé a mi hija, que entonces tenía 8 años. Le expliqué que San Pedro estaba a la puerta del cielo y que por eso llevaba las llaves. Y me respondió ella: «¡Anda! ¿Y las tenemos nosotros en casa?».
–¿En la imaginería castellana cabe pensar que está todo inventado o quedan cosas que no hicieron Gregorio, Juni...?
–Yo aprendí las técnicas de ellos, un estilo condicionado a una época, que se considera de lo mejor. En cierto modo me parecería un poco monótona una procesión General del Viernes Santo toda con el mismo escultor.
–Obras de otros imagineros contemporáneos no se han dejado desfilar en Valladolid. ¿Una especie de coto cerrado?
–No, no, ahora está abierto. Y se están incorporando cosas nuevas que en mi opinión no deberían incorporarse.
Miguel Ángel Tapia
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–¿La temida 'andalucización' de la Semana Santa de Valladolid?
–Ya están con la música, con imaginería de tallas de vestir, con estilos de procesiones. Es un peligro.
–¿Y qué hacer ante eso? ¿Y quién ha de hacer?
–Cuando tallé el Cristo de El Prendimiento para la Cofradía de La Oración del Huerto había una comisión de expertos, que un año antes no había aprobado un paso a otro escultor, y me supervisó cada paso que iba dando con cada una de las tallas. Me aprobaron todo lo que hice: pero desde directores del Museo de Escultura a doctores en Historia estuvieron pasando por el taller para ver todo el proceso. Me vigilaron muy en corto. Pero me aprobaron todo.
–¿Qué le examinaban?
–Por lo menos proporciones y estilo de la Escuela Castellana barroca y que quedara integrado en el conjunto de la Procesión General del Viernes Santo.
–¿Para poder desfilar?
–No, qué va. Luego tenía que pasar otra comisión, en la que hacía falta la aprobación de las cofradías de Semana Santa. Si los expertos lo aprobaban y las cofradías no, no habría desfilado.
–Y las cofradías dieron el sí.
–Evidentemente.
–¿Por qué cree que las influencias no avanzan en sentido contrario, es decir, por qué los estilos andaluces colonizan la Semana Santa castellana y esta no la andaluza?
–Porque somos castellanos. Somos así. No sabemos defender lo nuestro. Valoramos lo que hay fuera.
–¿Se vive de hacer santos?
–Yo estoy haciendo santos y estoy también impartiendo clase en el Centro de Artesanos de Castilla y León, donde doy clases de Talla y de Carpintería.
–Si un joven le pidiera consejo sobre si se lanza o no a ser imaginero, ¿qué le diría?
–Pues si veo que tiene las mismas ganas que tuve yo, perfectamente. Vamos, le diría que ya mismo. Hay que empezar poco a poco y aprendiendo. Ahora, es un poco engañosa la situación.
–¿Y eso?
–Las nuevas tecnologías te pueden llevar a disponer de una talla sin saber de escultura, de imaginería ni de nada.
–¿Puede un ordenador sustituir la mano de un imaginero?
–Puede sustituir mucho proceso, el inicial, el de desbaste, el de aprendiz... Claro, el resultado final lo tiene que dar el escultor. Un taller de imaginería lo integraban el imaginero y sus aprendices, oficiales, carpinteros, pintores... Quien modelaba y decía la figura que se hacía era el imaginero. Ahora a ese punto se puede llegar con procesos mecánicos, industrializados e informáticos. Reproducir imágenes está a la altura de cualquiera, pero para acabarlas con calidad ahí están la mano y el estilo del imaginero.
–¿Corre peligro el oficio de imaginero?
–No. A mi entender, no. Todos los oficios están cambiando, pero el conocimiento del artista no lo sustituye nada ni nadie.
–¿Hay cantera para su oficio?
–Hay mucha desinformación porque si un joven quiere llegar a ser imaginero, le llaman más los temas informáticos y quedarse sin poder llegar a dar el acabado a una talla, porque eso requiere formación y trabajo de años.
–¿Qué no le gustaría dejar de tallar antes de colgar la gubia? ¿Con qué consideraría que ha alcanzado su madurez como imaginero?
–Una composición aérea como es El Descendimiento... Uff. En la época se llamaba una máquina.
–¿Íntimamente considera que ha llegado ya a un punto trascendental de su carrera?
–Claro. Estoy con una seguridad increíble. Cualquier reto que me proponga, vamos, voy con fuerza y sin dudas.
Miguel Ángel Tapia
Imaginero y escultor
–Cuando visita iglesias, conventos, monasterios, capillas y ve el estado de algunas tallas... ¿qué le viene a la cabeza?
–Muchas veces, pena. Hay en muchos sitios un deterioro muy avanzado. Hay mucho patrimonio que se está estropeando. Se te cae el alma a los pies.
–¿Cómo ve el estado, en general, del patrimonio de las cofradías? ¿O va por barrios?
–Tenemos piezas en el Museo de Escultura conservadas todo el año a una temperatura determinada. De repente, se saca a la calle y esas piezas sufren un cambio drástico de temperatura. Eso es deterioro. Eso, con el tiempo...
–¿La secularización de la sociedad puede llegar a reducir la intensidad que tiene la Semana Santa? Hoy, mucho de lo que se hace se vincula al turismo.
–En Valladolid mueve mucho. Pero es de lo que hay que darse cuenta: la gente viene a ver la imaginería. Por eso tiene fama. Y seguramente muchas ni son personas religiosas, ni expertas en arte. Vienen a Valladolid y les encanta. Eso es lo que hay que cuidar. Pero si empezamos a bailar los santos...
–¿Se apoya lo suficiente a la Semana Santa?
–Las instituciones, sí. Pero creo que hay empresas privadas que están recibiendo un beneficio de ello y no aportan. Los hoteles, por ejemplo.
–¿Cómo se siente uno cuando es profeta en su tierra?
–No sé decirle. Ojo, ¡que me han dado caña, mucha caña! Pero sí, soy profeta en mi tierra. Con el Juan Tenorio de la Casa de Zorrilla me he dado cuenta de lo muy vallisoletano que soy. Estoy haciendo algo para mi ciudad y la gente me lo está valorando muchísimo.
–Y con todo lo que lleva hecho y lo que le queda por deante, ¿se ha parado alguna vez en la soledad del imaginero en su taller de Viana de Cega a pensar qué quiere ser de mayor?
–Yo no quiero ser jubilado. Mi pretensión es seguir trabajando en esto y disfrutar de lo que todavía puedo hacer.
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