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Vientos cainitas azotan a los socialistas de Castilla y León en un punto del calendario en el que Alfonso Fernández Mañueco puede convocar elecciones cuando ... le venga en gana. Apenas 24 horas después de que el comité autonómico del PSOE secundara sobradamente la propuesta de Luis Tudanca de convocar un congreso regional en enero para elegir (todo apunta que reelegir) líder autonómico y encarar así la cuenta atrás electoral, Ferraz va y suspende el calendario de primarias, propinando un sopapo a la dirección del partido en Castilla y León en la cara de Tudanca.
Donde leen Ferraz, pongan Pedro Sánchez o, incluso, el grupo de dirigentes de esta comunidad con peso en Madrid y acceso regular al presidente: Óscar Puente, Óscar López, Javier Izquierdo, Javier A. Cendón... Los dos últimos aterrizaron el jueves, en el comité regional, para frenar un calendario de primarias demasiado ajustado para promover alternativas a Tudanca. No tuvieron éxito. Se votó y la maquinaria del congreso se puso en marcha.
Visto desde este lado de Guadarrama, el mandoble de Ferraz supura trato colonial. La metrópoli se impone a quien considera un inferior. En este caso no ya sólo a la ejecutiva que encabeza Tudanca, sino a los más de 130 cargos y militantes que votaron a favor del calendario congresual y que representan al partido en Castilla y León. No imagino a Santos Cerdán, en el tiempo que le dejan libres las visitas a Carles Puigdemont en el corazón de Europa, reventando un congreso a los socialistas catalanes. Lo ocurrido con el PSOE de aquí sirve para recordar, por si algún lapsus de memoria nos hace olvidar por momentos el pacto de la financiación de Cataluña, que a nivel autonómico siempre ha habido clases y singularidades.
La maniobra de Ferraz tiene lecturas varias. Visualiza la ruptura del sanchismo tradicional en Castilla y León, de una generación de dirigentes del PSOE que más que compañeros de partido han sido amigos. Tudanca y su dirección son tan sanchistas de primera hora, de cuando nadie apostaba por Sánchez, como Óscar Puente. Y más que Óscar López. Y ahora Sánchez intenta meter en cintura al tudanquismo con un golpe visible al liderazgo del burgalés, tocado desde que perdió las elecciones en febrero de 2022. Esa derrota cerró de golpe la ventana de victorias electorales que el PSOE logró abrir en 2019 en las generales de abril, en las autonómicas (la primera en 32 años) y en ayuntamientos de capitales de provincia. Aquella vez ganó Tudanca, pero gobernó Alfonso Fernández Mañueco, gracias a Cs, y el PP ha superado el bache y no ha dejado de coger brío electoral desde entonces.
Es de suponer que el conciliábulo de Sánchez, cuando se decide a abrir una guerra interna en Castilla y León, tenga alguien en mente para tomar el testigo de Luis Tudanca, cuya autoridad han socavado desde hace meses dirigentes volcados en Madrid que nunca han terminado de dar la cara cuando se pedían voluntarios para relevar al burgalés. Ni por asomo les seducía la brega en la política regional, tan ingrata para el PSOE en Castilla y León. Tudanca lleva tres elecciones en su haber. Eso y sus diez años al frente del partido en la comunidad justificarían un recambio. Pero la cuestión es el quién, el cuándo y el cómo.
Liderazgos aparte, el panorama no es prometedor para los socialistas en Castilla y León. Parten de pérdidas significativas respecto a 2022. Han retrocedido en votos y escaños y han palmado ayuntamientos de peso, caso de Valladolid, Burgos, Segovia, Ponferrada... En provincias como Zamora y Ávila optaron por expulsar a cualquiera que criticará a dirigentes de la línea oficial y cargan con el lastre electoral de las cesiones de Sánchez a Bildu y a los independentistas catalanes. Lo de la financiación 'singular' es de explicación imposible en Castilla y León. Sin entrar en la relación con un Puigdemont travestido en progresista o el devenir, no ya judicial sino ético, de las actividades de Begoña Gómez.
Se puede ser socialista y vivir la política de Castilla y León desde la lejanía de Madrid, en las redes sociales o en reuniones que cierran filas en la sede del partido... Pero eso no hace ganar elecciones. Y aquí el PSOE lo tiene francamente difícil. Todo resta.
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