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El PSOE de Tudanca ante la carta de SánchezPedro Sánchez, capitán de pioneros, una vez más. Lo fue en sufrir una conjura interna que lo descabalgó de la dirección del PSOE y en sobreponerse y colocarse al volante de su Peugeot a quemar el cuentakilómetros por el mapa patrio para reconquistar el partido ... frente a la oficialidad socialista. También en ganar una moción de censura, en estrenar Gobierno de coalición y reeditarlo convirtiendo en estadista al fugado Carles Puigdemont y en aliadas a las gentes del Bildu. Y ahora vuelve a tirar de lo inédito y es el primer presidente que se toma un 'kit-kat' para pensar lo que hace con su vida política.
La carta abierta a la ciudadanía que publicó el miércoles puede finiquitar la legislatura. O quizás no, y su finalidad sea desbrozar el terreno para afianzar la senda por la que continuar camino. «Necesito parar y reflexionar. ¿Merece la pena todo esto?», escribe Sánchez.
El desencadenante de la pregunta es la admisión a trámite de la denuncia que hace el pseudosindicato Manos Limpias sobre la esposa de Sánchez y un supuesto tráfico de influencias, culmen de una deriva política crispada que fabrica odiadores feroces y seguidores entregados, que desprecia al ciudadano con pensamiento crítico y castiga a los dirigentes mesurados.
Pero esa reflexión sobre si merece la pena pagar determinados precios personales, para el partido y para el país era apropiada tras el 23 de julio y en algún momento ha pasado por la cabeza de militantes, simpatizantes y votantes socialista. No todos, seguro; pero sí muchos se habrán preguntado si le merecía la pena al PSOE desdecirse sobre Puigdemont y el pulso secesionista, sobre la amnistía, aceptar cesiones presupuestarias y de gestión a ERC y PNV, ahondar en la atadura con la tropa de Otegui...
¿Merece la pena? He ahí la cuestión, que tiene más recorrido que el que ha pretendido darle el presidente Sánchez en su misiva y que coge al partido en Castilla y León a distancia de su mejor momento que, más allá del gobierno de Demetrio Madrid en 1983, ya arqueología política, fue entre abril y mayo de 2019 con la victoria en diputados y senadores sobre el PP, la de Luis Tudanca en las autonómicas sobre Alfonso Fernández Mañueco y un resultado en las municipales que afianzaba a alcaldes y alcaldesas socialistas en capitales y ayuntamientos principales.
El PSOE de aquella foto no posa igual ahora en la comunidad, mientras espera la decisión de Sánchez. El crédito de un partido y de su capitán se mide en resultados electorales. Lo entendió Luis Tudanca la noche de febrero de 2022 en la que el PP volvió a adelantar a los socialistas en Castilla y León y dijo aquello de otros vendrán que harán más. Pero nadie con garantías de liderazgo se prestó voluntario a dar el paso entonces. Y ahora menos, con lo que supone de lastre en autonomías como Castilla y León dar la cara por lo que se cuece en Madrid.
Donde no hay harina, todo es mohína, y la harina en política la da el gobernar y con la mohína apechuga la oposición encabezada en Castilla y León por el PSOE de Luis Tudanca, con conflicto interno servido en León, que es serio porque se trata de la agrupación provincial con mayor peso en la comunidad, pero muy tocado también en provincias como Ávila (con denuncia de primarias en el juzgado) o Zamora, donde por tradición se aplica la purga a quien osa hacer la mínima crítica a la cúpula directiva.
La decisión de Sánchez ha tenido como respuesta en la comunidad una imagen de unidad, de prietas las filas en un Partido Socialista en el que priman las baronías provinciales o buscarse la vida en puestos en Madrid o Bruselas y da calambre coger el testigo de Tudanca, con lo que implica de derrotismo esa situación en el plano autonómico.
Sánchez podrá seguir o dejarlo el lunes, pero lo que decida no neutraliza el mensaje que traslada la situación del PSOE de Castilla y León y que es que los socialistas dan la Junta por perdida cuando quiera que sea que Mañueco convoque elecciones.
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