
Las promesas con olor a alcanfor para las elecciones generales del 23J
«Hay clásicos incombustibles, que lo son porque siguen siendo asuntos pendientes. Eternos. Puedes empezar a escribir de ellos como becaria y seguir con el asunto el día que logras pillar cita en la Seguridad Social para tramitar la jubilación»
Volver a empezar. El título de la película que oscarizó a José Luis Garci en los 80 sirve para encarar unas elecciones. Otra vez. Again. ... Que no se diga que perdimos la oportunidad de practicar los lunes con la profesora de inglés. El latiguillo del 'como decíamos ayer'. Y hace cuatro años. Y hace ocho o doce o más.
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Llega la hora de redactar y presentar programas electorales y hay clásicos incombustibles, que lo son porque siguen siendo asuntos pendientes. Eternos. Puedes empezar a escribir de ellos como becaria y seguir con el asunto el día que logras pillar cita en la Seguridad Social para tramitar la jubilación. Sin que los veas acabados. No es ironía. ¿Acaso se puede circular por la Autovía del Duero? Todavía es más Nacional 122 que autovía. Los políticos de PP y PSOE deberían entrar pidiendo disculpas cada vez que se acercan a Peñafiel, con esa travesía infestada de camiones y con accidentes cada tres por cuatro.
Mañueco estuvo en la pasada campaña electoral y acusó al Gobierno de «falta de voluntad» para acometer la A-11. ¿En cuál pensaba? ¿En el de Sánchez? ¿En el de Rajoy? ¿En los de Zapatero? ¿En los de Aznar o en los de González? El desdoblamiento de la Valladolid-Soria es una deuda histórica desde principios de los años 90, cuando José Borrell ni se imaginaba los quebraderos de cabeza que le iba a dar un ruso apellidado Putin y era ministro del ramo de las Obras Públicas. O cuando le sucedió Francisco Alvárez Cascos, guante de hierro de José María Aznar, y tuvo cerrados al tráfico los primeros 15 kilómetros de autovía entre Valladolid y Tudela, con la obra terminada, hasta que encontró tiempo para venir a cortar la cinta y sacarse la foto. El tramo de autovía acabado y los coches por la nacional durante semanas.
Y esa Valladolid-León que Rodríguez Zapatero comprometió en servicio para 2009 y a la que atropelló la madre de todas las crisis. El proyecto quedó orillado en la cuneta y no lo sacaron de ahí ni Rajoy ni Sánchez. El PSOE y la Unión del Pueblo Leonés echaban en cara a Antonio Silván, recién llegado a la Consejería de Fomento, el poco ímpetu con que la Junta reclamaba a Aznar las asfaltadoras por esa Nacional 601. Las Cortes estaban todavía en el Castillo de Fuensaldaña y Silván defendía el compromiso del Gobierno del PP dando por bueno que había licitado el estudio informativo. «Señor consejero, por los estudios informativos no pasan los coches», le replicó el leonesista Joaquín Otero Pereira. La frase es para enmarcar. No registró el 'copyright' y no cobra derechos de autor por el uso posterior de la expresión, que describe con precisión de cirujano cómo se meten los proyectos en el cajón y se mueve papel para dar la imagen de acción sin que haya respaldo presupuestario detrás. Una engañifa.
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Llegan las elecciones generales, con su campaña y las promesas de los candidatos. Muchas olerán a alcanfor y a habitación sin ventilar y sonarán a viejuno. Manoseadas en mítines e impresas, elección tras elección, en los programas políticos que desaparecen de la circulación en cuanto desmontan las urnas. Sobre todo si se gana. La Autovía del Duero, la Valladolid-León, la Ciudad de la Justicia pucelana, el tercer carril en la A-62 entre Palencia y Tordesillas, la subsede del Museo del Prado en el Palacio de los Águila en Ávila... O la reforma que nunca se acomete de la Financiación Autonómica, tema capital porque con ese dinero se pagan la sanidad, la educación, los servicios sociales, el arreglo de carreteras regionales o la lucha contra el fuego. La dejó a deber Zapatero, amagó sin ímpetu Rajoy con ponerse a ello y no ha culminado esa revisión Sánchez.
El programa nacional del PP para Valladolid llevará el soterramiento de las vías del tren. Es de suponer. Pero no será suficiente. Por los programas electorales no pasan los trenes soterrados. Como por las 'no autovías'.
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