Pasa el 8 de marzo y el calendario se lleva el Día Internacional de la Mujer. Hasta la próxima. Un año y otro y otro más... Vaya hartura. Sobre todo para las mujeres. Acortamos distancia salarial, social, cultural también, pero no la borramos. Se ... avanza, pero queda camino por recorrer y es empinado. Trabajoso. Hasta con amagos de retrocesos en la calle y en los despachos oficiales donde hay dirigentes que se preguntan con sarcasmo qué es lo que queremos las mujeres. Allá va una respuesta: nunca ser menos por ser mujer.
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El 8 de marzo llega tras el 22 de febrero, que es el día en el que se reivindica la igualdad salarial. La independencia económica es la llave para disfrutar de una vida independiente, en pareja, en familia o en soledad, con libertad para tomar decisiones, y hay una brecha retributiva que penaliza a las mujeres. 5.000 euros de media al año respecto de los hombres, según los Técnicos de Hacienda, que analizan los datos de la Agencia Tributaria.
«Las diferencias de sueldo se agravan sobre todo en las edades en las que se concentra la maternidad y el cuidado de los ancianos», remarcan estos profesionales en su octavo informe sobre la brecha salarial. Esa es una de las claves. El porcentaje de mujeres que hacen tareas domésticas a diario roza el 85% frente al 42% de los hombres. Al cuidado o educación de los hijos las madres dedican 38 horas semanales y los padres 23. Lo refleja el índice Eurofound.
En la crianza ponen más tiempo ellas y el tiempo es finito. No hay superpoderes para estirar el reloj. La hora que se gasta en un cometido se hurta a otro. No reconocerlo seguirá socavando un padrón herido por maternidades cada vez más tardías y casas con uno o, lo más, dos niños. O ninguno si la mujer se ve obligada a elegir entre hijos y actividad profesional y escoge lo segundo. Eso que no se enjuicia en un hombre todavía acarrea reproches de egoísmo en una mujer. Medidas como la extensión gratuita de la educación de 0 a 3 años o la ampliación del permiso de paternidad son dos grapas recientes para aminorar esa desigualdad.
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La brecha salarial marca otro día en el calendario. El 18 de octubre. El salario medio anual de un hombre en España se sitúa en los 25.000 euros y el de una mujer ronda los 20.000. Eso implicaría que la última trabaja gratis (a beneficio comunal) 72 días. Desde ese 18 de octubre. Los Técnicos de Hacienda calculan que, visto el avance desde 1999, tardaremos en suturar esa brecha 25 años.
Es un suelo laboral pegajoso, con un cuidado efectivo de niños y mayores que siguen asumiendo mayoritariamente mujeres con reducciones de jornada y excedencias que frenan su desarrollo profesional y que completa el techo de cristal. Ese tope de vidrio reforzado, que no se ve, porque las condiciones en los ascensos no discriminan en apariencia, pero que está ahí. Incluso en áreas donde las tituladas universitarias o las mujeres que aprueban las oposiciones son mayoría. En órganos de dirección de la judicatura, por ejemplo.
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O en gobiernos autonómicos como el de Castilla y León, de PP y Vox. Alejado de la paridad real que se ve en la calle. De doce despachos oficiales que ocupan el presidente Mañueco, el vicepresidente Gallardo y los diez consejeros que tienen por debajo, solamente en tres hay mujeres. El argumento es siempre el mismo, que están los y las más válidas. Pelín cínico, porque llevaría a deducir que hay muchos más hombres capacitados para la gestión pública que mujeres. Decir que con más tituladas universitarias, docentes, médicas, juezas... no hay suficiente banquillo como para que se logre con naturalidad un equilibrio del 40-60 entre hombres y mujeres en un Gobierno suena a desfachatez.
De eso va también el 8 de marzo. Y de aspirar a que llegue un día en que sea algo folclórico que una madre, hija, nieta, sobrina se enfunde una camiseta con la leyenda 'no me da la vida'. Nada más. Fuerza, alegría y argumentos para completar el camino.
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