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Dos años de relación cumplidos esta semana casi coincidiendo con San Valentín. Alfonso Fernández Mañueco y Juan García-Gallardo, PP y Vox, cruzan el ecuador ... de la legislatura como pareja política en Castilla y León y lo hacen invirtiendo papeles respecto a como la empezaron. Más fuerte el primero y más débil el segundo.
Han pasado dos años y el control de los tiempos está, cada vez más, en manos del PP. Lo que los de Abascal no hayan logrado hasta ahora de su socio de coalición pueden casi darlo por perdido. Saldrá adelante lo que Mañueco quiera permitir y hasta cuando lo estime oportuno. Si al PP le interesa o Vox tensa el pacto en Castilla y León, los populares tienen en su mano romper la coalición y gobernar en minoría explorando acuerdos puntuales en las Cortes con UPL, Soria ¡Ya! y Por Ávila, principalmente. O convocar elecciones.
Este es el punto en el que está la coalición con la que Vox se estrenó en España. Al espumoso que agitó Abascal en la celebración del escrutinio de hace dos años en Valladolid tras ver que el PP lograba una mayoría escuálida (31 escaños de 81) y necesitaba a sus 13 procuradores para formar un Gobierno estable se le ha disipado el gas. Ese '¡qué cara de vicepresidente de Castilla y León se te ha puesto!' que le regaló el dirigente nacional al recién estrenado Gallardo cuajó en un pacto que Vox negoció con mano férrea, en el que el PP se dejó hacer casi todo.
Cedió la presidencia de las Cortes y las tres consejerías que pidió Abascal. A eso sumó una vicepresidencia vacía de competencias y sin trabajo efectivo desde la que García-Gallardo ejerce de 'presidente bis' de las áreas que gestiona su partido y hace incursiones en las del PP, como la que protagonizó hace poco más de un año con el pulso del protocolo antiaborto copiado de la Hungría ultraconservadora de Orbán y que la Consejería de Sanidad (del PP) plasmó en una nota de prensa oficial. La que se montó a nivel nacional obligó a Mañueco a salir a la palestra para dar marcha atrás.
Ese envite con el amago de Vox de romper la coalición, que quedó en agua de borrajas porque habría supuesto desalojar despachos oficiales, despedir asesores y perder altavoces y gestión de fondos públicos, sería hoy impensable. Ciencia ficción con un PP en posición de fuerza tras unas elecciones municipales en las que ganó terreno al PSOE y unas generales en las que se merendó a cinco de los seis diputados que Vox tenía en Castilla y León.
Pasan dos años desde que Mañueco cambió a Francisco Igea por Juan García-Gallardo. Y no se han concretado las exigencias más llamativas que los de Abascal impusieron en el pacto. El PP las mantiene, 48 meses después, en el arcón congelador. Ahí están la Ley de Violencia Intrafamiliar y el decreto de 'Concordia' que iba a derogar el de Memoria Histórica y Democrática que firmó Juan Vicente Herrera, sin que oficialmente hayan avanzado siquiera a borrador y con el calendario de la legislatura cuesta arriba. Sobre todo para la primera, que requiere tramitación parlamentaria en unas Cortes autonómicas que estos dos años han perdido en transparencia y ganado en crispación. Una peculiar plasmación del augurio con el que Mañueco estrenó su pacto con Vox vaticinando que iba a poner Castilla y León «de moda».
La foto de este segundo aniversario de la coalición retrata más lucido al PP y más ajado a su socio. Si la instantánea política se amplía a la primera bancada de la oposición, capta a un PSOE autonómico lastrado por las cesiones de Sánchez a Puigdemont y socios varios y que transmite la impresión de que Luis Tudanca sigue al timón porque nadie que pudiera darle el relevo se la quiere jugar como cartel electoral en Castilla y León.
Ese es el panorama. Sonríe Mañueco. Incluso aplaude a Almodóvar cuando el manchego lee la cartilla a Gallardo en público, durante los Goya. Si fue por descuido o intencionado sólo él lo sabe. El caso es que ocurrió.
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Alberto Echaluce Orozco y Javier Medrano
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