El Escaño 82
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¿Era un farol el 'no' presupuesto de Mañueco?Giro de guion en el quehacer político de Castilla y León, con Luis Tudanca permitiendo con su abstención que Mañueco, si quiere, registre para su tramitación, negociación y debate en las Cortes aquel rumboso presupuesto de 15.084 millones de euros que presentó el ... 14 de octubre: 20 tomos de partidas de ingresos y gastos, memorias varias y Ley de Medidas.
Aquello era un 'no' presupuesto, porque fue publicitado con máximo rango institucional (en la Sala de Mapas del Colegio de la Asunción, sede de la Junta, con el presidente a los mandos del acto), pero no había sido aprobado por el Consejo de Gobierno. En apariencia política había presupuesto, en la realidad no.
Pero este jueves, podría haber sido real, si el Gobierno autonómico hubiera querido, porque el escollo de no contar con el techo de gasto imprescindible para que la Junta pudiera dar vida oficial al presupuesto y remitirlo a las Cortes se lo salvó el PSOE al PP, con una abstención en el hemiciclo regional que permitió superar ese trámite.
¿Tudanca tenía intención de hacer la vida más fácil a Mañueco? La respuesta es no. Pero tanto énfasis puso el presidente en que su Gobierno había sido capaz de elaborar un presupuesto, y de él hacia abajo todos los consejeros y procuradores del PP, que ahora choca que esas cuentas hechas «pensando en las personas de Castilla y León» no traspasen la puerta de las Cortes porque el Gobierno autonómico no las aprueba.
¿Quiere decir esa inacción actual con el presupuesto para 2025 que lo de octubre era un farol? ¿Confiaban Mañueco, consejeros y asesores en que el PSOE ayudara a tumbar con su voto el techo de gasto para culpar a la oposición de dejar a Castilla y León sin presupuesto para 2025 y forzar la prórroga del actual y/o convocar elecciones?
Si ahora el Gobierno autonómico evita que su proyecto llegue a las Cortes, esas preguntas se contestan por sí solas. Pero esa estrategia encierra un error. Cuando se exhiben ostentosamente unas cuentas estructuradas en 20 tomos, con programas, partidas e inversiones que implican una apuesta por una hoja de trabajo en la Administración autonómica para el próximo año, lo lógico es ir hasta el final. Aprobar las cuentas en Consejo de Gobierno, registrarlas en las Cortes y negociar apoyos, porque el PP no puede con sus 31 procuradores de 81 que se sientan en el hemiciclo aprobar el presupuesto en solitario. Necesita la compañía de otros. En forma de votos afirmativos o de abstenciones.
La empresa es complicada, pero que cada uno ponga encima de la mesa sus propuestas y, si el acuerdo es imposible, cada cual quedará retratado. Incluso en ese previsible peor escenario, con las cuentas devueltas a los corrales de la Junta por la oposición, Mañueco no perdería políticamente de cara al ciudadano. Él habría hecho lo que corresponde a un Gobierno, elaborar un presupuesto y defenderlo hasta el final donde debe hacerlo, que es el Parlamento autonómico.
Cualquier otra opción, tras haber presumido a destajo de las cuentas para 2025, es tacticismo 'plof'. Como gaseosa agitada, aparatosa de inicio, pero que pierde toda la fuerza en segundos. En esto se ha ido la semana política en una comunidad que ha tenido los ojos, la mente y el alma junto a la Albufera valenciana.
La vida es, muchas veces, lo que pasa al otro lado de un coche oficial, tras los cristales (de privacidad a ser posible, para evitar ser vistos y no ver lo que hay fuera por si molesta) de la venta del despacho de un edificio principal. Aquí, gastando energías en practicar esgrima de salón con el presupuesto de la Junta.
En Valencia es peor: con vidas, ilusiones y economía arrasadas por un mar de agua y lodo, empeorado aún con la falta de respuesta inicial de la Generalitat (mentiras incluidas, con muertos aún sin funeral) y el dejar hacer del Gobierno de la nación.
La desconexión de los políticos y gestores de los servicios públicos con los ciudadanos siembra desafecto y basta mirar a EEUU para ver donde conduce.
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