Diputados y senadores: la desazón de las listas

Convocar elecciones implica hacer candidaturas y confeccionar esas listas supone descartes. Roza la tragedia para los afectados, porque eso de que la política es una etapa provisional en la vida es un cuento para la mayoría de los que prueban el escaño o el coche oficial. La desazón está servida. Más en el PSOE, después de que el PP les sacara el domingo 102.455 votos de ventaja en Castilla y León: 513.643 papeletas populares por 401.188 socialistas.

El resultado es malo para el PSOE. No es «agridulce», como dijo Luis Tudanca la noche electoral. En política no existen victorias agridulces. Es una derrota que habría sido más rigurosa para el PSOE de Pedro Sánchez –es una opinión personal– sin el efecto 'airbag' de alcaldes como Óscar Puente, Daniel de la Rosa, José Antonio Diez y el soriano Carlos Martínez (con mayoría absoluta en la capital) o de Miriam Andrés, la más votada en Palencia tras cuatro años currándose la oposición.

Sin ese 'airbag' electoral, que da la gestión directa y el conocimiento ciudadano, pasan a primer plano los diputados y senadores, capitaneados por Pedro Sánchez. El PSOE sienta en el Congreso a 12 diputados frente a 13 del PP y 6 de Vox y a 13 senadores por 23 populares. Esos 67 escaños se renuevan en las urnas el 23 de julio. Con perspectivas al alza para los de Feijóo, como apuntan el escrutinio del domingo y los sondeos de intención de voto de los últimos meses.

El primer puesto de la lista del PSOE en cada provincia cotizará carísimo. Por esas expectativas a la baja y porque tras casi cuatro años de vida parlamentaria en Madrid hay diputados socialistas que son perfectos desconocidos para la ciudadanía que tendría que votarles. Han sido años con Virginia Barcones, delegada del Gobierno, multiplicándose por la comunidad para dar la cara por la gestión de La Moncloa y provincias en las que el o la o los diputados del PSOE transitaban en otra dimensión, en modo Amenábar.

No digo que no hayan trabajado, pero han estado desaparecidos para la ciudadanía. Cuesta poner nombre al diputado de Ávila que sustituyó a la cunera Margarita Robles, por ejemplo, y a los de Valladolid. A mí me ha pasado y hago información política. De estos últimos me vino antes a la cabeza el de Julio del Valle que el de Helena Caballero. Y con los senadores, taza y media más. La labor del grupo que apoya al gobierno es siempre menos lucida en los escaños de Madrid, pero hay que hacerse valer como representante provincial y dar cuenta de continuo de lo que se hace por el territorio que te elige. Presentar algo más que alguna pregunta escrita sobre el futurible tercer carril de la autovía entre Simancas y Tordesillas, que el Gobierno solventa en dos párrafos de respuesta.

Y en las candidaturas del PP hay huecos claros. Los de parlamentarios que se han presentado en las capitales, como Alicia García (Ávila), Cristina Ayala (Burgos) o Mercedes Cantalapiedra (Valladolid). Otros pueden salir por conflictos internos y pasado casadista, como el leonés Javier Santiago (el de la colección de audios de la maniobra antiSilván) o el abulense Alberto Plaza, alcalde de Simancas. Hay que ver si en las listas del Congreso prima el criterio de Génova y Cuca Gamarra o Mañueco se permite culminar la purga de los diputados que le impuso Pablo Casado en 2019: ahí entrarían los vallisoletanos Eduardo Carazo y José Ángel Alonso, el del reciente 8 (PP) a 1 (PSOE) como alcalde de Villalón.

Y luego están Soria ¡Ya!, UPL y Por Ávila, que concurren a la elecciones impulsados por el descontento de ciudadanos que se sienten ninguneados por PP y PSOE en esas provincias, intentando rascar escaños en julio. Más desazón para los postulantes de PP y, sobre todo, de PSOE.