Demoliciones Ciudadanos S. A.

Del álbum de Ciudadanos acaban de arrancar la fotografía de Francisco Igea. Al vallisoletano le ha tenido ganas siempre el oficialismo del partido (el riverista, el arrimadista y el post-inesista) desde que reventó la operación de Silvia Clemente, en 2019. A él no le ha disgustado que así fuera, porque se crece a contracorriente. Francisco Igea ha pasado de vicepresidir el Gobierno de Castilla y León a convertirse técnicamente en un tránsfuga. De Ciudadanos le acaban de expulsar esta semana y se queda con el escaño de las Cortes de Castilla y León.

El exvicepresidente de la Junta es técnicamente un tránsfuga al que deja sin carné un partido político en tal situación de debilidad vital que, tras Igea, debería renunciar después a sentarse en ese escaño el segundo de la candidatura, que es Miguel Ángel González, al que Mañueco acaba de acoger como asesor en la Junta con nómina de 44.412 euros brutos anuales. Luego, deberían declinar ocupar ese escaño el tercero, la cuarta y la quinta de la lista, para llegar al sexto que es el primero de los integrantes de esa candidatura de febrero de 2022 que la dirección de Cs reconoce que mantiene vinculación con el partido.

Ese desmoronamiento de la lista que Francisco Igea encabezó en las autonómicas por Valladolid hace poco más de año y medio es el reflejo de cómo está Ciudadanos. Y también el argumento al que se agarra el político vallisoletano, como clavo ardiendo, para no dejar un escaño que sí reclamó encendidamente en 2021 a su excompañera María Montero, cuando abandonó la bancada naranja en la moción de censura del PSOE, o a quien fuera presidente de la Diputación de Zamora, Francisco Requejo, cuando en primavera decidió formar otro partido para presentarse a las municipales. Gemma Villarroel, presidenta autonómica de Cs, tuvo muchos miramientos con el zamorano ya embarcado sin disimulo en otra opción política. Este viernes justificaba la expulsión de Igea y le exigía el escaño.

Coherencia a raudales para un partido que lleva años afanándose en una demolición interna. En Castilla y León podemos remontar esa piqueta a las primarias del pucherazo en favor de Silvia Clemente propiciado por la gente de Rivera en la comunidad. Tan chapucero que salió a la luz y sobre el que echó tierra un partido que presumía de regenerador.

Luego llegó la decisión de, a diferencia de Andalucía, apoyar en Castilla y León a la formación que llevaba más de 30 años en la Junta y que acababa de perder las elecciones, convirtiéndose en el escudo del PP de Alfonso Fernández Mañueco. Disfrutaba mucho más la bancada popular con las intervenciones de Francisco Igea que ahora con las de Juan García-Gallardo. Solo hay que repasar los vídeos de los plenos.

A partir de marzo de 2021, cuando los procuradores de Cs tumbaron la moción de censura de Luis Tudanca y dieron una segunda vida presidencial a Mañueco, la suerte de los naranjas quedó en manos de los populares. El desenlace es conocido. En aquel pleno, David Castaño, entonces portavoz de Cs y ahora asesor del PP en la Diputación de Salamanca, soltó a Tudanca eso de 'déjenos morir en paz'.

Lo que no aventuró es que nos esperaba un sepelio político por capítulos en un serial que va camino de emular, en número de episodios, a 'El Secreto de Puente Viejo'. Filmaron 2.324. ¿Sería mucho pedir no llegar a tal castigo?