Ser alcalde de Valladolid

Jesús Julio Carnero era consciente de ello cuando el PP andaba quemando candidatos para el Ayuntamiento de Valladolid y él insistía, viendo la refriega desde la barrera, en que su sitio estaba en la Junta. También cuando Mañueco puso su cara en el cartel de las municipales, tan sorpresivamente que tuvo que empadronarse a toda prisa en Valladolid para poder votarse a sí mismo. Y sobre todo, cuando el escrutinio arrojó que el PP sumaba con Vox para desalojar de la Alcaldía a Óscar Puente en un Ayuntamiento que es el primero en población, presupuesto y plantilla de Castilla y León.

Por eso llamó la atención que la número dos de la candidatura, Mercedes Cantalapiedra, que aportaba al equipo de Carnero la experiencia de gobierno en la etapa de Javier León, fuera la cabeza de lista al Congreso: diputada y concejala a tiempo parcial. Y si eso ya resultó llamativo en un equipo que se presenta para meterse al 110% en la gestión municipal, que Carnero se asegure un escaño en el Senado antes de jurar como alcalde es algo que la legalidad permite, pero de tan difícil explicación que teniendo el protagonista y Alfonso Fernández Mañueco posibilidad de defender esa decisión de duplicar cargos en el pleno de las Cortes de Castilla y León el pasado miércoles esquivaron durante toda la mañana a los periodistas intentando salir del hemiciclo por la parte trasera, en lugar de por el vestíbulo habitual.

Decidir compaginar el Senado con la Alcaldía podría vestirse con cierto aseo en el caso de Salamanca, donde Carlos García Carbayo, del PP, va para cinco años de alcalde siendo antes concejal. El salmantino conoce el día a día de la Casa Consistorial, tiene un equipo probado, a pleno rendimiento, y gobernará sin ataduras, con mayoría absoluta. No es el caso de Carnero, que debe tomar tierra en el Ayuntamiento, no ha comprobado sobre el terreno la fiabilidad en la gestión de los integrantes de su candidatura ni por dónde pueden salir en la convivencia los socios de Vox.

Ese aterrizaje requiere una dedicación plena. Difícilmente compatible con darlo todo en el Senado. Salvo que se traslade la idea de que en alguno de los dos sitios se trabaja poco. O que no es suficiente ser alcalde de Valladolid. O que hay un problema de retribuciones. O que no hay banquillo en el PP vallisoletano para no tener que duplicar cargos en las mismas personas. A todas esas interpretaciones puede llevar la decisión de querer ser senador antes de estrenarse como alcalde. En un mandato municipal en el que Carnero tiene por delante plasmar el inicio del soterramiento, reformar el José Zorrilla, derogar el 'Puentismo' en tráfico, postular a Valladolid como sede de la Copa Davis de Tenis o convertirla en capital amiga de las mascotas. Ojalá logre todo y más.

No vale decir que así se garantiza que alguien trabajará en Madrid por los proyectos de Valladolid. Sería como firmar que si gobierna Feijóo, la Administración estatal solo invertiría en esta comunidad en Valladolid, en Villalón de Campos, Aguilar de Campoo, Carbonero el Mayor o Torquemada, todo ellos municipios con alcaldes senadores. Y para el resto, huérfanos de regidor con doble cargo, un erial de inversión.

Y el comodín de que Óscar Puente también será diputado y concejal sirve sólo para el enfoque ético de la acumulación de cargos. Desde el punto de vista político, de la gestión, el socialista cierra etapa. Carnero y Cantalapiedra abren proyecto y se presentaron en campaña con promesas de ilusión plena y dedicación a tope. Ser alcalde de Valladolid es mucho. Casi suficiente.