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Aguas revueltas en el PSOE de Castilla y León«revienta el pulso entre Tudanca y Cendón con el debate de fondo sobre si el primero debe orillarse y dejar paso. El problema es a quién. No hay voluntarios»
Bajan revueltas las aguas en el PSOE de Castilla y León. Con un encontronazo entre Luis Tudanca y Javier Alfonso Cendón, secretario provincial de ... los socialistas leoneses, que ha rematado en un ajuste en la dirección del grupo parlamentario de las Cortes, en los puestos con sueldo, que se ha llevado por delante a la leonesa Nuria Rubio. Procuradora con tablas haciendo oposición en un área tan sensible como servicios sociales y atención a mayores, su relevo trae aroma de purga por su afinidad a Cendón.
Y ese forcejeo intestino, con meses de runrún en torno a la continuidad o no de Luis Tudanca y el posible efecto dominó entre colaboradores cercanos al burgalés, aflora en un momento que hace bueno el dicho de las pulgas que se hacen fuertes en el perro flaco. Una flaqueza endémica en el PSOE autonómico. La que da llevar 37 años en la oposición, sin gobernar en la comunidad desde 1987. A eso se suma en este momento un episodio de debilidad electoral local tras las municipales de mayo en las que los socialistas perdieron las alcaldías de Valladolid, Burgos y Segovia, con el PP ganando fuerza en municipios intermedios y el territorio rural, y unas generales en julio en las que los populares de Mañueco salieron reforzados.
A esa mochila añade el PSOE de Castilla y León una carga que comparte con compañeros de otros territorios, la del antiefecto Sánchez que conlleva haber firmado la renovación del contrato del alquiler de La Moncloa con un personaje como Carles Puigdemont. No es sólo la amnistía que negaban los dirigentes socialistas hasta julio, es el exprimidor de Junts, de ERC y de los nacionalistas vascos funcionando pasado de revoluciones y que impacta en la línea de flotación de dos principios históricos defendidos en el PSOE: la igualdad de los ciudadanos con independencia de donde estén empadronados y la solidaridad territorial. Ahí está, como presagio negro de lo que puede avecinarse, el revolcón de las gallegas.
Si todo eso no bastara, llega ahora el amigo Koldo y sus presuntas mordidas en contratos inflados de compra de mascarillas en la pandemia que ha salpicado al exministro Ábalos. Más que oler fatal, hiede el sumario por delitos de corrupción que amenaza con extenderse por elevación y eternizarse para los de Sánchez, desgranado por capítulos.
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En ese escenario revienta el pulso entre Tudanca y Cendón, con el debate de fondo sobre si el primero debe orillarse y dejar paso. El problema es a quién. No hay voluntarios. Ningún dirigente con cartel para disputar unas autonómicas que se ponen muy cuesta arriba para el PSOE en Castilla y León está por la labor. Los alcaldes de capital que han ganado y sobrevivido a la razia de mayo viven cómodos en sus califatos. Los que han desembarcado en Madrid, como los ministros Óscar Puente y Ana Redondo y los diputados y senadores que pillaron escaño en julio, disfrutan de la distancia que ofrece cruzar Guadarrama.

Salvo dedazo de Pedro Sánchez que señale a un sustituto o sustituta, Tudanca seguirá al frente del PSOE de Castilla y León y será candidato por cuarta vez a la Junta. Por incomparecencia de relevo. Perdió en 2015, ganó a Mañueco en 2019 pero el pacto con Ciudadanos mantuvo al PP en la Junta, lideró en 2021 una moción de censura apresurada que no prosperó y volvió a la derrota en las urnas en 2022.
Aquella noche consideró agotado su crédito electoral. «Otros vendrán que harán más», dijo. Cundió el pánico entre quienes podían verse obligados a servir de recambio y en su entorno. Su salida supondría extender la renovación a dirigentes que llevan años y años y años con responsabilidad en el PSOE y sueldo de cargo público, empezando por la secretaria de Organización, la zamorana Ana Sánchez.
A los dos días, Tudanca había recapacitado. Se quedaba. «Estoy en Castilla y León porque no me he querido marchar», ha afirmado. Casi como un favor. El que hace a quienes en su casa política no se atreven a jugar la partida autonómica.
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