

Ángela Sastre, psicóloga especializada en duelo
«Al sufrimiento hay que mirarlo, darle espacio: es inherente a la vida»Secciones
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Ángela Sastre, psicóloga especializada en duelo
«Al sufrimiento hay que mirarlo, darle espacio: es inherente a la vida»He aquí una joven dedicada a ayudar a los demás y, fundamentalmente, a los que no encuentran consuelo por la pérdida de un ser querido. ... Ángela Sastre (Fukuoka, Japón, 27 años), psicóloga especializada en duelo. Se graduó en Psicología por la Universidad Nacional de Educación a Distancia y es máster en terapias de tercera generación por la Universidad Internacional de Valencia. Especializada en duelo por el Centro de Humanización de la Salud, trabaja a diario en el Centro de Orientación Familiar Diocesano de Valladolid (Calixto Valverde, 2, barrio de Huerta del Rey). Formada en trauma y en EMDR (terapia que se utiliza para reprocesar todos los eventos traumáticos a nivel psicológico y fisiológico), la muerte de su padre en 2020 le hizo especializarse en duelo, una vez cursada la carrera universitaria, en la que se graduó tras haberse enamorado de esta disciplina después de haber acudido al psicólogo cuando estudiaba Música.
–Vienen días complicados para superar el duelo: Los Santos, el Día de los Difuntos...
–...¡Las Navidades!
–Y se revive el drama.
–Es inevitable. Aunque tanto como revivir... Depende de cómo lo hayamos afrontado.
–La muerte de alguien querido es algo que no se afronta bien, por muy preparado que se esté.
–Al final el ser humano tiene una capacidad de resiliencia y aprendizaje tras un acontecimiento de ese estilo. Obviamente, el dolor siempre va a estar y es inevitable ese vacío que se siente. Los primeros años, sobre todo el primero, el dolor tiene la sartén por el mango. Lo importante, lo que queremos trabajar con la persona, es que pueda dominar ese dolor y que no sea al revés.
–El primer año... ¡Qué difícil es!
–El más duro tras el fallecimiento: hay que crear de nuevo cantidad de cosas, por ejemplo, unas navidades que ya están cerradas, pero ha de variar la forma en la que lo ha de hacer la persona que tiene esa pérdida. Añádesele toda la parte emocional que conllevan las navidades, el momento familiar, todo ese marketing para que todo aparezca como muy bonito, las tiendas... Pero, luego, claro alguien no está.
–¿Hay un patrón común para superar el duelo o hay tantos como personas?
–Cada persona es un mundo y luego está la historia que haya vivido cada uno, la familia, las tradiciones... Ni hay ni puede haber un patrón común.
–Si fuese verdad que el tiempo lo cura todo, ¿funciones como las que usted desarrolla no tendrían sentido? Con dejar pasar el tiempo...
–Es que el tiempo no lo cura todo.
–Y, entonces, ¿por qué sacamos a relucir esas frases hechas?
–Se dicen por compromiso y, aunque suelen no tener mala intención, por dentro luego no sientan tan bien a quien las recibe. Como muletillas... A lo largo de la historia, la muerte estaba más presente en la vida de la gente porque la Medicina no estaba tan avanzada. La muerte, tanto de bebés como de mayores, como que era más habitual. Ahora, gracias a la Medicina hay menos muertes tempranas, pero también eso tiene la consecuencia de que ya no esperamos tanto la muerte.
–¿Y se supera peor cuando llega?
–Recurrimos a ese refrán de que el tiempo lo cura todo para salvar un poco nuestra parte emocional, que nos supera cuando hablamos con alguien que está sufriendo, como para quitarle la enorme intensidad que conlleva la pérdida; incluso se prefiere no hablar del tema. Pero, claro, al final lo importante es qué se hace en ese tiempo. Eso es lo realmente difícil.
Ángela Sastre
Psicóloga especializada en duelo
–¿Por que se nos rompe todo a lo que estamos acostumbrados?
–Nuestros esquemas mentales, tanto morales como éticos, saltan por los aires y al final tenemos que elaborar nuevos esquemas. Nuestra afinidad ya no es del mismo nivel con el que veníamos: cambia nuestro concepto de la vida, de lo que es bueno y de lo que es malo, de lo que hacíamos, de por qué lo hacíamos...
–Si fuese verdad que 'A rey muerto, rey puesto', ¿valdría con buscar sustituto a la persona que ha fallecido y adiós duelo?
–Cada persona es particular, como tal establece vínculos y no se puede sustituir a nadie: el vínculo con otra persona es único.
–Consolamos con expresiones como 'Llora y desahógate', 'No te dejes nada dentro'... ¿'Consejos vendo que para mi no tengo'?
–Las lágrimas ayudan mucho y son necesarias también. Pero volvemos a lo mismo: depende de cada persona y ahí lo importante es la particularidad de cada uno.
–Defiende trabajar «la integración consciente de la mente y el cuerpo». ¿En el duelo mente y cuerpo podrían ir por separado?
–¡Nunca, nunca! Trabajar esto es muy experiencial. Desde el trauma se trabaja mucho que al final, cuando tenemos una experiencia emocionalmente abrumadora, la parte emocional del cerebro se sobreactiva. La emoción y la razón quedan apartadas y hay que trabajar en poder unirlas. ¿Qué sucede? Que las emociones se expresan por el cuerpo, pero la razón también muchas veces va por su lado. Ese trabajo no es fácil pero es muy necesario hacerlo. En el duelo, el cuerpo se expresa mucho.
–¿De qué manera?
–La tristeza es a través del llanto, de la expresión seria. Te cambia hasta la postura corporal... Hay que integrarlo, conocer cómo está mi cuerpo cuando estoy mal y cómo le puedo dar un sustento a través de la mente o de la emoción. Es muy complejo, porque es muy vivencial.
–Quien está en esa situación de duelo tiene muy complicado hallar un asidero en su yo interior.
–En el trabajo del duelo, y depende de cómo sean el caso y la persona, al principio hay que dar ese sustento emocional que necesita, evidentemente, y más adelante ya se trabajan otras partes de la propia persona. Miras a la persona en su conjunto, pero inicialmente es necesario alimentarle esa necesidad que tiene de expresión, de llanto o de lo que sea respecto al duelo.
Ángela Sastre
Psicóloga especializada en duelo
–¿Por qué siendo tan joven se especializó en algo tan duro como el duelo ajeno?
–Por mi padre. Falleció y para mi proceso individual me está ayudando mucho el hacer acompañamiento con la gente.
–Cuando se escucha 'Hay que pasar el duelo', ¿qué hemos de pensar, a dónde y a qué mirar?
–Para mí eso es sostener todo el malestar que se nos crea por la pérdida de un ser querido y que me interrumpa en mi vida lo suficiente como para poder manejarlo. Es una tormenta: hasta que se sale de ella hay que saber cómo la sobrellevamos.
–¿Usted ha pasado el duelo por la muerte de su padre?
–Fíjese: es que creo que voy a estar en duelo siempre. Porque siempre va a haber momentos en los que me emocione, en los que tenga que llorar, incluso a lágrima fuerte. Y a lo mejor alguien me ve y piensa que no lo he superado. Pero, al final, el duelo es un vacío en el corazón que te queda y superarlo, ¿qué es? Pues a lo mejor que yo no tenga esos llantos todos los días. Obviamente, tengo derecho a poder llorar un día si quiero. Nadie me va a traer a mi padre y no voy a poder tener otro padre. Superarlo, superarlo... ¿Qué concepto tenemos de superarlo? Cada uno tenemos un significado de lo que es superarlo. A mí, en concreto, el duelo no me interrumpe en mi día a día, puedo seguir trabajando, puedo seguir con mi vida personal. Pero cuando a alguien el duelo no le deja avanzar, se vuelve un duelo complicado. Y superar el duelo, según mi criterio, no significa que nunca me vaya a acordar, porque es que no lo vamos a poder olvidar, sino que simplemente esos momentos a mí no me abrumen tanto como para no poder segur viviendo o hacer mi vida.
–¿Qué fue lo que más le ayudó cuando falleció su padre en 2020?
–Recuerdo haber llorado mucho.
–¿Cómo sobrelleva estar cada día ante situaciones de dolor emocional y tristeza infinitas?
–Hay días mejores y peores, la verdad. Hay jornadas en las que tú ya vienes con el ánimo bajo de tu día a día y otras en las que llegas necesitando escuchar a otra persona para poder salir de lo tuyo también. Son un proceso y un camino bonitos pero, paralelamente, también duros. Mi trabajo me encanta y el aprendizaje que estoy teniendo es brutal.
–En esto de afrontar el duelo, ¿nos enseñan algo otros países, precisamente por ser aquí más dados a manifestar la alegría?
–Me llama mucho la atención la sociedad mexicana. Para ellos, el día de muertos es una fiesta. Y en Nueva Orleans hay una banda de música tocando música alegre, en vivo. En cierta manera, aquí como que celebramos más la muerte y en otros sitios como que celebran más la vida de la persona fallecida.
–¿Detecta carencias en el sistema educativo, sobre todo en las primeras edades, que permitieran ir etapa a etapa enseñando a que la muerte debiera ser afrontada de otra forma?
–Si a los niños no les enseñamos el tema de la muerte, a lo mejor es porque nosotros tampoco lo tenemos colocado o asumido como adultos. Creo, y no soy la única profesional que piensa así, que hay que incorporar a los niños en ese aspecto: llevarles a los funerales, a los tanatorios, para incluirles en este proceso, hacerles partícipes y no aislarles.
–Siempre les dejamos al margen de ese espacio de dolor. ¿Sobreprotección injustificada o necesidad verdadera?
–Hay que analizar cada caso, pero en general sí que es sobreprotegerles, porque les estamos negando una evidencia, la muerte, que las personas que nos quieren y a las que queremos en algún momento se pueden ir de este mundo. Y cuando se da el momento, seguramente esos pequeños no hayan tenido ningún contacto con el duelo y llega el shock, porque no se lo esperan, y es imposible que sepan cómo llevarlo. No les damos la oportunidad de que puedan vivirlo y por ende que lleguen a tener herramientas para poderlo llevar.
–Pero no se hace en ninguna etapa del proceso educativo.
–El ser humano y el sufrimiento no se llevan bien. En cambio, el sufrimiento es algo inherente a la vida. Todo lo que requiera someternos a algo de sufrimiento lo tapamos, lo negamos, como si dijéramos constantemente «cuando venga, ya me apañaré». Y no. Hay que comunicar que estas circunstancias existen. ¿Cómo? Pues hay que mirar a cada público al que va dirigido.
Ángela Sastre
Psicóloga especialziada en duelo
–Ante el duelo, ¿se recurre a un profesional de la Psicología porque no se halla un dios bajo el que ampararse o no halla un sacerdote que ofrezca consuelo?
–Hay mucha gente que incluso se enfada con Dios cuando pierde a un ser querido. Y, mire, yo me puedo enfadar con Dios o con la vida, al final la parte espiritual del ser humano con el duelo se toca mucho más en el sentido de que te cuestionas todo: qué es la vida, qué es la muerte... Pero acudir a un psicólogo, primero, es un complemento para buscar cómo superar el duelo; segundo, se está visibilizando mucho más el acudir al psicólogo sin que te estigmatice socialmente. Pero no veo diferencias en que si una persona cree en Dios lo lleve mejor o si no cree lo lleve peor. Pocas veces sale Dios en la consulta; todos somos humanos, creamos o no creamos, y tenemos sentimientos y es lo que viene a compartir a la consulta quien ser acerca a ella.
–La pandemia nos mostró la muerte constantemente pasando ante nuestros ojos como pocas cosas en la vida cotidiana...
–Ahí comprobamos muy de cerca la relación que tiene el ser humano con el sufrimiento. Al final es como todo, esconderlo, negarlo, cuando realmente lo que se necesita es mirarlo, darlo forma, y hablarlo y darle ese espacio. Porque al final, igual que la muerte, el sufrimiento es algo inherente a la vida también porque la vida lleva sufrimiento. Y porque haya sufrimiento no hay por qué aguantarlo, sino que hay que darle su espacio, hay que hablar de ello, mirarlo, prestarle atención: si no lo hacemos, nos va a seguir llamando a la puerta igual. Algo que va a estar siempre, hay que hacer algo con ello.
–¿Aconseja la terapia del duelo?
–Sí porque lo que funciona es poder hablar de nuestro sufrimiento en un lugar en el que te sientas respetado, en el que puedas decir cualquier cosa y en el que el profesional no te juzga y te acoge con los brazos abiertos.
–Siendo tan joven, ¿en algún momento se ha parado a pensar qué quiere ser de mayor?
–Ya he conseguido parte del objetivo para cuando llegue a ser mayor: soy psicóloga.
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