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Con la subida del 3,8% que se aplicará el año próximo a las pensiones (al tomarse como referencia el IPC interanual promedio de diciembre de 2022 a noviembre de este año), el pensionista vallisoletano medio dispondrá en 2024 de 50,15 euros más al ... mes, cantidad que al cabo del año se traducirá en 702 euros. Esta cantidad, multiplicada por los 120.450 pensionistas que hay actualmente en la provincia, supondrá una inyección total de 84,42 millones de euros en las economías de los hogares de las personas que tienen como sustento una prestación contributiva de la Seguridad Social.
Trasladado al conjunto de la comunidad autónoma, el incremento de poder adquisitivo del colectivo de personas que cobran una pensión de jubilación, incapacidad permanente, viudedad, orfandad y a favor de familiares supondrá una cantidad próxima a los cuatrocientos millones de euros, en concreto 396,03 millones durante todo 2024.
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Edurne Martínez
Lógicamente, cada individuo tendrá una subida diferente en función de la cuantía de su prestación. Entre los cinco tipos de pensión y las nueve provincias de Castilla y León, los más beneficiados son los que tienen una paga más elevada, es decir los jubilados de Valladolid, que percibirán una vez que se les aplique la subida del 3,8% una nómina mensual con 57,92 euros más de media, 811 euros si se suman las 14 pagas.
Pero una vez más, esa es la cantidad que le llegará al jubilado vallisoletano tipo, esto es, el que tiene una pensión de 1.524,40 euros. La ganancia será mayor o menor en función de la cuantía de su prestación.
Por ejemplo, la pensión media del conjunto de pensionistas vallisoletanos ha sido el pasado noviembre de 1.319,76 euros. ¿Cuántas personas cobran eso? Los registros de la Seguridad Social informan de que entre 1.300 y 1.400 euros hay 3.063 jubilados, 1.042 viudas, 383 beneficiarios de una incapacidad permanente, 34 huérfanos y 22 perceptores de una prestación a favor de familiares. En total, 4.544 personas.
23.200 pensionistas de Valladolid, uno de cada cinco, no llegan a cobrar la pensión mínima (entre 783 y 1.174 euros mensuales, dependiendo de sus circunstancias personales), por lo que la Seguridad Social les abona un complemento para llegar a dichas cantidades. Para estos, la subida mensual del año próximo será de entre 29,75 y 44,61 euros.
En el extremo contrario, el de los que tienen la pensión máxima (3.059,20 euros este año) hay 5.992 vallisoletanos, casi todos ellos perceptores de pensiones de jubilación. Para éstos, la subida mensual el año que viene será de 116,24 euros.
A Valladolid van a llegar en 2024 por la vía de la revalorización de las pensiones 84 millones de euros adicionales (396 millones a Castilla y León), pero ¿en qué se va a traducir? ¿A qué pueden ir destinados esos millones? La teoría del ciclo vital del consumo, desarrollada entre otros por los Premios Nobel de Economía Franco Modigliani y Milton Friedman en los años 50 y ratificada en la práctica por diversos estudios, entre los que hay uno reciente elaborado por CaixaBank Research, da algunas pistas.
«Los patrones de ahorro varían a lo largo de la vida con una forma de U invertida», explican desde el servicio de estudios de la entidad financiera. «Es decir, que los que menos ahorran son los jóvenes y los ancianos, y los que más, las personas de mediana edad. La razón detrás de este patrón es el deseo de mantener una calidad de vida y un nivel de consumo relativamente estable a lo largo del tiempo. Para conseguirlo, las personas deben ahorrar más en aquellas edades en las que perciben mayores ingresos y utilizar este ahorro para mejorar su calidad de vida en aquellas edades en las que el flujo de ingresos es menor».
Las personas de mayor edad son las que menos dinero destinan al ahorro junto con los más jóvenes. Los primeros porque ya no necesitan pensar en un futuro a largo plazo y los segundos porque no pueden permitírselo.
El hecho de que el paso de la vida laboral a la jubilación suponga una «limitada contracción de los ingresos, junto con el colchón de ahorro acumulado, contribuye a que la reducción del consumo de los grupos de edad mayores a 65 años sea relativamente pequeña respecto al consumo de los que tienen entre 46 y 64 años», señala CaixaBank. «En particular, respecto al año previo a la jubilación, se incrementa el gasto en alimentación, ocio, restauración y turismo y sanidad, mientras que otras partidas como vivienda y suministros, transporte y educación se reducen».
Por otro lado, una encuesta realizada por el Instituto Santalucía en 2020 sobre La jubilación y los hábitos de ahorro de los españoles pone de manifiesto que más del 40% de los jubilados encuestados aseguran que gastan más en viajes (44,12%) y en ocio (43,79%) desde que se han jubilado, seguido en menor porcentaje en hostelería (36,60%) y cultura (34,31%).
A la vez, el estudio sobre Herencias y gestión familiar de las transferencias intergeneracionales y el patrimonio publicado esta semana por la Fundación BBVA concluye que los mayores de 60 años se caracterizan «por el apoyo informal a sus miembros, constituyendo una red invisible pero que es fundamental para el mantenimiento del bienestar social». Un 51% afirma haberles prestado ayuda a sus hijos para irse de casa, y un 18% a sus sobrinos. El 72% ha prestado ayuda económica a sus hijos para formarse (en idiomas, música, otros tipos de formación extra curricular) y un 16,5% a sus sobrinos; e incluso un 16% afirma haber ayudado a sus hijos a emprender algún negocio o hacer alguna inversión productiva, y un 10% a algún sobrino.
Esta presencia de ayudas informales intrafamiliares a hijos y sobrinos también está presentes en el día a día y bajo diferentes fórmulas; el estudio desvela que un 37% ha ayudado a sus hijos en el último año a hacer frente a gastos cotidianos, tales como llenarle el carro de la compra, pagarle la luz o el agua, darle dinero para terminar el mes, etc, (21% a sobrinos) y un 48% afirma haber ayudado a sus hijos en el último año con el cuidado de sus nietos por el trabajo de sus progenitores.
El estudio destaca que la función social que realizan estas personas mayores de 60 años con sus familias supone el sustento social de las generaciones más jóvenes, que de no existir incrementarían las brechas de la desigualdad social en nuestro país. Esta ayuda puede considerarse también como una «herencia en vida» al referirse a la transmisión patrimonial de una generación a otra.
Se trata de una especie de «ley no escrita por la que una generación ayuda a la siguiente en el proceso de movilidad social ascendente». A estas alturas del siglo XXI, el 58% de las personas consultadas afirman que han ayudado a sus hijos más de lo que en su momento les ayudaron a ellos sus padres
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