«Tener una idea, proveedores y gente cerca que te ayude es más importante que el dinero». Esas palabras llevan la firma de Manuel Marcos, un emprendedor vallisoletano que allá por el año 2016 montó la empresa de zapatillas Fooga. El propio nombre ya era toda una declaración de intenciones: diseño y venta de calzado cómodo, casual y para vestir, «una manera de fugarte del mercado actual, movernos al margen de las multinacionales y buscar un hueco, que no es fácil».
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Cómo nació el proyecto, sus apoyos, logros y mayores dificultades fue parte del contenido de la charla que Manuel Marcos ofreció a los estudiantes que participan en el programa STARTinnova, que impulsa El Norte de Castilla y patrocinan el Ayuntamiento de Valladolid, Fuescyl, la Junta de Castilla y León y la Fundación Michelín y cuyo objetivo es que los participantes conozcan las características de las personas emprendedoras: la visión, la proactividad, la capacidad de planificación o de negociación.
Para el representante de Fooga la parte más difícil que tuvo que afrontar para poner en marcha este negocio, inicialmente online y desde casa, fue «la lucha para encontrar fabricantes», en su caso, en España.
Pudo comprobar en primera persona que la fabricación «es más complicada de lo que pensaba» y reconoce que la mayor inversión la hizo en unas máquinas para poder personalizar las suelas, algo que si volviera a empezar, descartaría.
La firma está sensibilizada con la sostenibilidad, «lo estamos trabajando mucho pero al 100% es imposible», asume. Aún así, las suelas son de caucho natural, el algodón orgánico o las cajas reciclable. «En el caso del serraje, que es como el ante, tiene que ser de animal para que sea de calidad, pero aprovechamos la piel de animales cuyo destino es la alimentación».
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Las zapatillas han dado paso a sudaderas y van a seguir ampliando esa parte textil que también contribuye a aumentar una facturación que crecerá un 40% con respecto al año pasado, al cierre del ejercicio.
Coleccionista de zapatillas, Manuel dio el salto al emprendimiento porque «quería un cambio de aires», después de 12 años en una empresa de telecomunicaciones.
En octubre de 2018 se sumó otro socio al proyecto y dos años después, con una pandemia de por medio y una tienda física que también hace las veces de almacén y oficina, tuvieron que dar de baja la SL porque «no teníamos stock, íbamos al límite, pero nos dio tiempo a reflexionar y ver lo que estábamos haciendo bien o mal» y sobre todo, volvieron a emprender.
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Con muchas ideas nuevas, preparan el salto a otros países europeos, probablemente Francia y Portugal serán los primeros. La subida de costes no les es ajena y en el caso del algodón ha incrementado su precio un 30%, algo que han tenido que repercutir.
Concluye que en su mente de cara al futuro está «crecer lo máximo posible, buscar inversores ya no por el dinero, sino por cómo hacer las cosas».
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