Marina Fernández, presidenta del Banco de Voluntariado
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Marina Fernández, presidenta del Banco de Voluntariado
«La soledad que padecen muchos mayores es una plaga social invisible»He aquí una mujer toda fuerza, vigor, nervio y energía; y, también, solidez, tenacidad, ánimo y dinamismo. Marina Fernández Salvador (Palencia, 49 años), presidenta del Banco de Voluntariado. Organiza perfectamente el tiempo que le deja la gestión de una administración de fincas familiar y un ... despacho de abogados, de tal manera que al margen de su actividad profesional y del Banco de Voluntariado, también coordina los retiros de Emaús, primero en la Parroquia de San Lorenzo de Valladolid y ahora en la Sagrada Familia como forma, dice, «de evangelizar y de que la gente se acerque a la vida cristiana». Aplica cada instante del día lo del refrán de 'A Dios rogando...' para concienciar de la urgente necesidad de que se brinde acompañamiento a las personas mayores que viven solas. Una realidad, dice, que es «una plaga, aún invisible» en esta sociedad tan internetizada.
–Pero el acompañamiento a los mayores es sólo parte de la tarea del Banco de Voluntariado...
–Tenemos también el programa EducArte. Estamos en dos colegios del barrio de Pajarillos de Valladolid y damos apoyo escolar y actividades lúdicas los sábados por la mañana. Son dos colegios con alumnos de etnia gitana en un 40%, un 40% musulmanes y el resto, originarios de Valladolid. Nos nutrimos de estudiantes de Magisterio, vía un convenio con la Universidad, por medio del cual, a través del voluntariado de los sábados, los alumnos obtienen créditos por su tarea en EducArte. Hay talleres de pintura, de teatro, de baile...
–Contrasta esto de los colegios con el proyecto que desarrollan ustedes en las cárceles.
–Vamos a las de Villanubla y Dueñas cada quince días los viernes. En la de Villanubla hay un módulo de casi un centenar de reclusos que participan en este programa y en la de Dueñas, en torno a 30. Impartimos actividades con las que les tratamos de facilitar un entretenimiento y de contarles lo que está pasando en la sociedad y los retos de superación que necesitan. Se muestran muy agradecidos con ello.
–¿Siempre con la base del acompañamiento voluntario?
–Está también el programa con Aspaym, en el que una vez a la semana un grupo de ocho voluntarios acompañan de paseo a las personas con alguna discapacidad. Para ellos es un gran alivio por lo que representa de acompañamiento emocional y psicológico, sobre todo. Un acercamiento humano que quien lo recibe sabe que alguien le quiere ayudar, piensa en él o ella y se ocupa de esa persona por unas horas.
–¿Funcionan como Ong?
–Sí, tratamos de constituirnos en fundación, pero para ello necesitamos socios fundadores y aportaciones económicas. El 19 de octubre vamos a organizar un concierto en la Iglesia de San Ildefonso de Valladolid. La Coral Vallisoletana ha tenido la generosidad de ofrecer este concierto en beneficio del Banco de Voluntariado. Y acabamos de firmar un convenio con el Colegio de Farmacéuticos.
–¿Por qué con los farmacéuticos?
–Quienes mejor conocen a las personas mayores son los farmacéuticos: acuden a ellos por sus medicinas, les cuentan las cosas que les afectan, los farmacéuticos y los auxiliares de farmacia conocen lo que les pasa a esas personas y eso permite que sepan quiénes están en soledad. Además, en las farmacias pueden ver nuestros carteles, que es otra manera de acercarnos a ellos para poder ayudarles.
–En centros de salud, ¿también?
–Ahora mismo, tras firmar un convenio con el Sacyl, en los centros de Pilarica y Circular, en Valladolid, las trabajadoras sociales detectan qué personas mayores viven solas y necesitan un acompañamiento en sus casas. Y colaboramos, vía otro convenio, con los hospitales Río Hortega y Clínico en paliativos, donde damos apoyo a las personas que están en el tramo final de su vida y ofrecemos un alivio, un respiro, de dos horas a los familiares y cuidadores.
Marina Fernández
Presidenta del Banco de Voluntariado
–Dar, dar y dar. Los voluntarios siempre dan. Pero, ¿qué reciben en el Banco de Voluntariado?
–Mucho, porque ese dar es recíproco.
–Explíquese, por favor.
–Los voluntarios ayudan, dan, ofrecen, pero reciben muchas veces más de lo que dan porque ese ayudar llena al que lo hace.
–¿En su caso?
–Es una satisfacción personal, que me hace sentir feliz y que note en mí misma que aporto algo a la sociedad. Vivimos en el primer mundo, lo tenemos todo, porque no nos falta de nada...
–¿Permite que haga de abogado del diablo un instante?
–¡Claro!
–Usted dice eso y alguien que lo lea puede pensar que desde un estatus social medio-alto es muy fácil hablar así.
–Yo no tengo la culpa de que la sociedad esté como está, pero sí puedo decir que lo que hago es aportar mi grano de arena a esa sociedad para ayudar a los demás. Aporto lo que puedo a la sociedad y el que quiera criticar que critique. Claro que los políticos podrían ayudar más, claro, y está en manos de ellos y de las instituciones contribuir a hacer una sociedad mejor, y dar ayudas y cambiar el mundo... Pero como no lo vamos a poder hacer porque la condición humana es como es y, desde luego, hay mucha gente mala y también buena, desde mi posición hago todo lo que puedo por ayudar. Nací en una familia buena, católica, que me ha podido dar de todo y por eso siento la necesidad de devolverlo aportando mi tiempo, mi esfuerzo, mis ganas de trabajar por los demás, mi contribución económica...
–La ONU ha corroborado que el 95% de la riqueza mundial está en manos del 1% de los habitantes del planeta. ¿Desanima esto más que anima?
–No, no. ¡Todos podemos cambiar el mundo si nos concienciáramos de que todos podemos ayudar! A ver, la Constitución marca que todos tenemos derecho a una vivienda digna y a tener unos estudios... ¿Quién corrompe la sociedad? Pues el propio ser humano. La culpa de que el mundo vaya así de mal la tenemos la propia sociedad, entera, porque el ser humano es egoísta y soberbio, quiere poder y dinero y nos faltan muchísimos valores. Y los valores se dan desde la cuna.
–Valores. ¿El quid de la cuestión!
–Estamos creando una sociedad sin valores, sin ética, sin moral, sin formación... ¿Quién tiene la culpa? Los gobiernos, básicamente, que lo único que quieren es poder. Con el poder mueves el mundo, claro, pero no se dan cuenta de que la vida va pasando... Mire, yo soy católica y practicante y tengo muy asumido que el día de mañana el Señor nos va a juzgar. Y el que no sea católico también debería tener presente la ley esta del Yin y yang, y el karma: lo que hagas bien te vendrá en bien y lo que hagas mal te vendrá en mal. Da igual de qué religión seas. Hay que pensar un poco en el más allá, no solo en el día a día.
Marina Fernández
Presidenta del Banco de Voluntariado
–¿Es lo de recoger lo que se siembra?
–Evidentemente. Seas creyente o no, lo mires como lo mires, has de pensar que si haces el bien, recibirás el bien y que si haces el mal, el mal te vendrá. Eso es una ley incuestionable.
–Ese acompañamiento a mayores en soledad, a presos, a alumnos con carencias educativas o económicas... ¿no es tarea que tendrían que hacer las administraciones públicas?
–Eso es así, claro que sí. Pero el Gobierno está en dar ayudas a determinados colectivos y deja de lado, no se fija, que tenemos un grave problema en España que es el que cada vez la población está más envejecida. Todos vamos llegar a mayores y no nos damos cuenta de la gran soledad que ya hay hoy. Y va a ser más dentro de 30 y 40 años. Nuestros mayores sufren cada vez más de soledad, cada vez vivimos más años y cada vez vamos a vivir más años solos. Si las administraciones se concienciaran de la realidad que hay en las personas mayores habría más ayudas, más residencias...
–Claro, dice usted que el dinero público se gasta en cosas que no redundan en beneficio de los sectores más desfavorecidos. Pero siempre hay alguien que cuando se argumenta esto tilda de demagogo a quien lo dice...
–¿Demagogos? El envejecimiento es una realidad y las ayudas que tendría que haber para el colectivo de personas mayores solas, que cada vez es más grande, deberían ser más. Desgraciadamente, todos vamos a llegar a mayores y vamos a estar, en muchos casos, solos. Esa es una realidad muy triste, que yo veo en muchas personas mayores, sea en las residencias o en las casas que visitamos. Es una realidad terrible. Las administraciones tendrían que darse cuenta de ello y poner medios.
Marina Fernández
Presidenta del Banco de Voluntariado
–Creo entenderle que ese problema de los mayores en soledad empieza a ser una especie de plaga, un problema inmenso...
–Totalmente, pero una plaga aún invisible porque no somos conscientes de ello. Vivimos el día a día, de forma muy rápida, somos muy egoístas, lo queremos todo, lo material, el Netflix, viajar, salir, las copas... Y no nos damos cuenta de que un día eso se acaba. Esa soledad de los mayores es una plaga invisible, totalmente.
–Por su experiencia, que diría, ¿que la solidaridad escasea o hay más de lo que parece?
–Por mis dos años en el Banco de Voluntariado sí que puedo decir que hemos ido creciendo y que cada vez hay más sensibilidad de las personas a este tipo de problemas y la respuesta de los voluntarios es muy positiva, pero muchos piensan que es mejor vivir el día a día y que el día de mañana, cuando llegues a mayor, Dios proveerá. Y no, no es así: el día de mañana es hoy y el problema hay que solucionarlo desde ahora. Afortunadamente, cada vez hay más personas involucradas en ayudar en al sociedad, pero no basta con los voluntarios.
–¿Y qué haría falta?
–Muchísimos más medios, muchísimo más dinero y que las administraciones se den cuenta de la gran necesidad que tenemos. España está completamente envejecida y nuestros jóvenes, por el futuro que les espera, aquí no se van a quedar. Hoy muchos jóvenes han visto otro mundo en otros países, tiene muchas más facilidades de trabajo fuera y se van a ir de España la gran mayoría. Y nos van a dejar solos. Eso es una realidad inapelable. ¿Quién nos va a cuidar el día de mañana?
–¿Dónde se aprende a ser solidario?
–Eso se mama de pequeño en casa, en la familia. Desde pequeña vi como mis abuelos y mis padres ayudaban a los más desfavorecidos en las parroquias. Mi madre desde pequeños nos llevaba al Cristo del Otero a casas de familias gitanas para que viéramos las necesidades de los que no tienen nada o muy poco y cómo hace falta ayudarles. Me acuerdo de la casa de una familia que solo tenía una habitación, donde estaba la cocina, los colchones en el suelo y allí dormían. Aquello me impactó. Recuerdo a mi madre diciéndonos que viéramos lo que había. 'Y vosotros estáis todo el día pidiendo cosas', nos recriminaba cariñosamente.
–¿Para ser solidario vale cualquiera o hay que base intelectual, religiosa o ideológica?
–Claro que vale cualquiera, esto no va de ideologías ni de creencias. Esto va de lo que nazca de ti. Por eso vale cualquiera, no hay que estar ni formado ni cualificado especialmente para ser solidario. Eso sí, luego es necesario, una vez que estás ya ayudando, formarte. Yo misma he hecho cursos de paliativos. Si vas a afrontar una situación especial con un enfermo de cáncer, por ejemplo, es necesario tener unos conocimientos mínimos para que esa labor solidaria sea lo más eficaz posible.
–¿A qué aspiran en el Banco de Voluntariado?
–A tener un equipo grande de voluntarios y a seguir creciendo como entidad, como ong, y a concienciar a la sociedad de que tenemos todos que ayudarnos.
–En un mundo tan internetizado como este, ¿cómo ve ahora a la juventud desde el punto de vista solidario? ¿Es más solidaria que la de su época?
–Es muy distinta. Los jóvenes de hoy están un poco perdidos por culpa de las redes sociales. Los padres no nos damos cuenta de lo terrible que es esa puerta al infinito. Y no es que no sean solidarios, sino que la sociedad y las redes sociales les han cambiado. Las redes e Internet en ese sentido no aportan nada bueno.
–¿Con toda esa actividad tan intensa que desarrolla en algún momento se ha parado a pensar qué quiere ser de mayor?
–Soy feliz como soy. Me conformo con ser feliz y mejor persona.
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