Muchos menos ingresos, muchas más necesidades. Mucho más difícil estudiar y trabajar, mucho más cara la vivienda, el coche o un viaje. Vivir con una discapacidad no solo encuentra obstáculos para la inserción social y laboral desde un punto de vista de calidad de vida, ... accesibilidad y sensibilidad del entorno, es que es mucho, mucho, más caro.
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El sobrecoste anual de llevar una vida sobre una silla de ruedas haciendo lo mismo que cualquier persona sin discapacidad supera los 10.000 euros. Y es un cálculo que no valora ni las obras de adaptar una vivienda ni la factura de hacer lo propio con el vehículo ni las prótesis o el apoyo de un asistente personal. Simplemente llevar la vida normal de cualquier persona, con algo de turismo y ocio y cumplir con la obligada rehabilitación, frecuente para no caer en la dependencia total, para poder mover con los brazos la silla de ruedas, meterse en la cama o trasladarse a un sofá tiene un 'impuesto' a la discapacidad–como le gusta llamarlo a Daniel García de Cocemfe– que calculado «en mínimos» serían los citados 10.000 euros; pero, en realidad, los gastos aún se disparan más, especialmente en los primeros momentos de esa carencia, cuando es sobrevenida o, si se nace con ella, acompaña al niño en su crecimiento. Gastos y más gastos. Y, ayudas, «pocas, muy pocas», destaca Francisco Sardón, presidente de la plataforma de discapacidades físicas (PREDIF).
Un estudio de Aspaym, con la colaboración del trabajo de la Universidad Carlos III de Madrid, analiza el detalle de los gastos que provoca la discapacidad. «Son elementos básicos, imprescindibles para vivir con un mínimo de dignidad y calidad. Evidentemente se puede invertir mucho más; pero analizamos algo razonable y generalizado. La vivienda, por ejemplo, o bien adaptas tu piso o te trasladas al de alquien que lo vende y ha tenido tu mismo problema, algo no fácil de encontrar... porque lo máximo que puedes encontrar, es obligatorio en las viviendas de protección oficial, son edificios accesibles en el portal, ascensores, espacios comunes... pero no es lo mismo que adaptado. A veces, con suerte, el baño puede contar ya con una obra al respecto pero no es lo habitual».
El informe del sector recoge que las pequeñas obras de adaptación de estancias, pasos o anchos de puertas tienen un coste mínimo de 900 euros. Una gran discapacidad sobrevenida puede incluso provocar la necesidad de un cambio de domicilio. «Poner plato de ducha, quitar un bidé, ampliar la puerta para que pueda pasar una silla eléctrica, elevar el inodoro sube los gastos considerablemente». Miguel García Martínez, que lleva ya 19 años en silla de ruedas tras un accidente de tráfico, explica que «sobre todo al principio la inversión es considerable. Cuando te sales de lo estándar te cobran más en cualquier obra.La cocina, que la hicimos hace tres años adaptada en alturas y huecos, fueron 24.000 euros. El baño entero, la cama y el sofá los tuvimos que elevar porque tienen que quedar a la altura de la silla de ruedas para que puedas trasladarte... son muchas cosas», explica.
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La accesibilidad del transporte público, señala el informe «es limitada, no tanto por su existencia formal, como por su funcionamiento real. Las personas con discapacidad no utilizan el transporte público con confianza, sobre todo en trayectos no conocidos, o con la asiduidad que sería posible. Las alternativas son el taxi adaptado –un 30% más caro que el normal (aunque la tarifa es la misma, hay que pagar el trayecto hasta el punto de llamada) y la adaptación de vehículos implica dos tipos de coste: el derivado de la reducción de posibilidades de elección de modelo y la adaptación. El abanico es muy variado en función de la severidad y las características de la discapacidad, desde 500 a 9.000 y lo más frecuente en mínimos es de 3.000 euros. Aunque, hay descuentos en la matriculación e IVA del vehículo, y en el impuesto de circulación.
El mundo de las prótesis es de lo más variado, según el daño generado. En el caso de sustitución de articulaciones, partes de miembros o miembros completos, según datos del CERMI, las prestaciones del Sistema Nacional de Salud cubren como promedio el 62%, con gran variabilidad en base a tipo de producto y materiales aunque, en general, los elementos realizados en materiales más avanzados, como titanio o carbono, no suelen estar cubiertaos. El coste de este tipo de elementos varía desde 134 euros, una prótesis sustitutiva de pie, hasta más de 5.000 euros para algunas de rodilla y con una duración media de unos 10 años.
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A ello habría que añadir los gastos de desplazamiento a otra ciudad, en ocasiones, para que los atienda un especialista concreto. El mecanismo de reembolso de los gastos les obliga, por otra parte, a adelantar el coste total de los elementos ortoprotésicos, lo que en ocasiones puede resultar difícil. Además, el catálogo ortoprotésico dispone de unos productos básicos que, en muchas ocasiones, no se adapta a las necesidades de las personas con lesión medular y la diferencia del coste ha de aportarla el propio usuario.
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En el caso de elementos relacionados con la movilidad y transferencia, como camas, grúas y sillas de ruedas, el catálogo de prestaciones ortoprotésicas fija sus criterios «en base a diagnósticos médicos y no a condiciones funcionales, por lo que personas con patologías de origen diferentes que tienen iguales necesidades en las actividades de la vida diaria, pueden contar con prestaciones distintas. El coste medio de estos elementos es muy variable. Una silla de ruedas puede encontrarse desde los 350 euros, una plegable, hasta los 5.500 euros de una eléctrica. Incluso, en casos especiales, puede llegar hasta los 9.000. Su período de vida útil es de entre 3 y 5 años, depende del uso que se le de, «no es lo mismo apenas salir de casa que acudir a diario a trabajar», señala Sardón. Una grúa domiciliaria, según los modelos, oscila entre 800 y 1.000 euros y una cama articulada, entre 500 y 1.000 euros. La vida útilde ambos es de unos diez años.
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Según un estudio de ASPAYM de 2020, un 35,9 % de las personas que no disponen de silla para la ducha la necesitarían y un 12,5% no tiene la silla de ruedas adecuada para ellas o el colchón antiescaras en un 10,4 %, la grúa en un 9,7 % y la cama articulada en un 9,2 %.
El gasto sanitario, aunque estas personas estén cubiertas por Sacyl, también se dispara. Necesitan de forma sistemática servicios de rehabilitación, además de la específica que puedan precisar en períodos o fases agudas. El coste de estos tratamientos es de unos 40 euros por jornada, para una media de entre una a ocho sesiones mensuales. Algunas personas incluso la precisan diaria o, al menos, completarla con un gimnasio adaptado. En algunos casos, puede ser necesario utilizar material de incontinencia y otros consumibles sanitarios para sondajes, los colectores de orina.... que no siempre están cubiertos por el Sistema Público de Salud.
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Viajar también es una actividad más cara cuando la movilidad es reducida. Estas personas necesitan hoteles adaptados y el abanico se reduce considerablemente, y los que lo están «son siempre de la gama más alta, de cuatro estrellas mínimo», explican los afectados. En ocio y turismo, el mundo de la discapacidad dispara la factura. Así se desprende del'Observatorio de Accesibilidad del Turismo en España, de la Fundación ONCE.
El informe señala que de media gastan más que los turistas sin necesidades especiales, «casi un 30% más. En concreto, 813,65 euros de gasto medio por persona en su último viaje en los últimos dos años, frente a 637,60 euros que desembolsan los viajeros sin necesidades especiales».
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El estudio constata que, a pesar de lo que se pudiera pensar, las personas con necesidades especiales sí viajan con cierta asiduidad. Así, el 72 % lo hace como mínimo dos veces al año. El destino elegido se encuentra para el 60% en España y un 36% también elige un viaje internacional. De este modo, el trabajo confirma que las personas con discapacidad viajan casi con la misma frecuencia que las que no la tienen, siete viajes de media en los últimos dos años, tan solo uno menos que el resto de la población.
Y para resolver una vida de ocio, laboral y social, el asistente personal es una pieza clave para muchas de estas personas, un apoyo que compensa las lagunas de su autonomía. «El coste que puede suponer utilizar este servicio, puede cifrase en una banda que oscila entre un mínimo de dos hasta un máximo de once horas diarias. En este último caso, implicaría al menos dos profesionales a jornada completa, con un coste de hasta 44.000 euros anuales». Y aunque esta prestación la incluye la Ley de Dependencia, su aportación es mínima y es el usuario el que la sufraga.
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En cuanto a la alimentación, la relativa falta de actividad física que imponen las restricciones de movilidad hace que sean más susceptibles de tener sobrepeso. Por ello, necesitan una dieta equilibrada de productos de alta calidad, baja en grasa y rica en frutas y verduras. También necesitan tomar agua embotellada o filtrada para evitar problemas de vejiga.
Las dificultades para manipular objetos provocan mayor riesgo de mancharse al beber o comer. Necesitan disponer de más ropa, lavarla más a menudo, con lo que su desgaste es mayor y ello incrementa esta partida. En ocasiones también los problemas de incontinencia.
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Este trabajo destaca que en España, un 32,5% personas con discapacidad está en riesgo de ser pobre. La proporción es diez puntos mayor que entre las que no la sufren. La investigación de la Universidad Carlos III de Madrid señala una media de 2.874 euros anuales de gasto más que las personas sin discapacidad en material ortopédico que a menudo los propios usuarios tienen que copagar; pero otros pasan más desapercibidos, como el gasto en ropa o energía. La factura energética es mayor porque pasan más horas en casa y hacen más uso de aparatos eléctricos.
Además, el ingreso medio de los hogares donde viven personas con discapacidad suele ser un 25% inferior que cuando la discapacidad no existe. Unos 5.842 euros menos al año. Daniel García, de Cocemfe, explica la razón: «De media tenemos menos formación, menos inserción laboral, más tasa de desempleo y cuando trabajamos cobramos menos salario. Es una tormenta perfecta».
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