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A veces, en la vorágine de cataclismos que Verónica Casado recita en la sala de prensa desde que empezó este maremoto llamado tercera ola, se ... diría que la consejera de Sanidad boquea en busca un poco de oxígeno. De un asidero. De una brizna verde, ni siquiera un brote, que le sirva, como los dos bocados que le asestó el náufrago de García Márquez a un pez escamoso, para al menos proseguir un día más sobre la balsa, tratando de sobrevivir. «Seguimos creciendo en incidencia a siete días, pero con menor pendiente», y aspira fuerte. «Comenzamos a ver alguna provincia que modula su pendiente de ascenso», y otra bocanada. «El R0 del virus -factor de propagación- ha pasado del 1,43 a 1,08 en una semana», casi un suspiro de alivio.
Esos tímidos avances, solo perceptibles a fuerza de hurgar en los datos, no serán realidades tranquilizadoras hasta dentro, por lo menos, de un par de semanas. Y para entonces puede que lleguen tarde.
Los hospitales de Castilla y León -y al decir hospitales hay que traducir mentalmente por «profesionales que trabajan en ellos»- se asoman ya al colapso. De los 177 quirófanos que recontó Verónica Casado, hospital por hospital, 81 ya han dejado de operar. En algún caso han quedado reservados para emergencias. En Segovia funcionan 3 de los 18 quirófanos. «Se están trasladando enfermos a otras provincias». En el Clínico y en el Río Hortega, de Valladolid, funcionan 3 de los 39 quirófanos que suman entre ambos. «Utilizarán hospitales privados como Felipe II, Campo Grande y Sagrado Corazón», advirtió la consejera de Sanidad.
Pero hay más. «El Edificio Rondilla tiene 70 camas disponibles y ya están ocupadas 57. Han abierto una segunda ala este viernes».
Y sobre los sanitarios, que son quienes, en realidad, están detrás de esas camas ocupadas de críticos y que acusan esta travesía entre el oleaje. «Hemos pasado de 43.000 profesionales a 50.000, están vacías todas las bolsas de médicos y enfermería».
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No hay más recursos. El sistema se ha estirado ya hasta el punto en que le crujen las junturas. La covid ha arramblado con todo. «Hace una semana, seis días, teníamos 1.277 pacientes ingresados por covid-19, de ellos, 178 en UCI. Hoy tenemos 2.037 pacientes ingresados, de ellos, 259 en UCI». Y de esos 259, el 80%, es decir, 207, intubados y sedados.
«Teníamos 166 camas estructurales antes de la pandemia. Casi nunca se sobrepasaban las 120», recordaba Casado. Casi se diría que lo añoraba. Con las reformas realizadas entre olas se contabilizan 331 «camas iniciales en unidades de críticos de la región», según los datos aportados por la Consejería de Sanidad. De ahí hasta las 533 que se pueden tener son lo que se llama «UCI extendidas». Es decir, salas de reanimación, quirófanos...
Hay 376 ya ocupadas.
La clave ahora está en reordenar lo que hay y confiar en que las curvas empiecen a aplanarse y descender. Lo peor, dice Casado, es que «las camas solas no son suficientes. Es necesaria la reordenación de nuestros dispositivos y nuestros profesionales, muy tensionados». Son ya diez meses de pandemia. Tres olas casi consecutivas y un verano en el que, como recordaba una sanitaria, Elena Casado, en algunas zonas de España se tuvo que aprovechar para reducir unas listas de espera «de diagnóstico, tratamiento y cirugía» que se habían multiplicado.
«El aumento de la presión hospitalaria hace necesaria una reordenación del sistema sanitario. Reubicar a los diferentes dispositivos y profesionales en unidades en las que anteriormente no trabajaban», insistía la consejera. «Y lo están haciendo bien a sabiendas de que podemos estar limitando algunos de sus derechos».
Y con una preocupación que permanece constante, incluso agravada. «La media de edad de los pacientes en unidades de críticos es de 63 años», ha explicado Verónica Casado, que ha perdido la cuenta de las ruedas de prensa que ha ofrecido, pero no de los días que dura la pesadilla: «Hace ya 348 días que la Organización Mundial de la Salud declaró el estado de pandemia mundial y 99 días desde que tenemos un nuevo estado de alarma en nuestro país».
La mortalidad, mientras tanto, empieza a seguir su propia inercia. En la primera semana del año fallecieron en los hospitales de Castilla y León 59 personas. En la segunda semana cayeron 76. En la tercera semana perdieron la vida 126 ciudadanos.
En cuatro días de la cuarta semana ya se han contabilizado 90. Ni un solo día se ha bajado de la veintena.
Al finalizar la cuarta semana serán 150.
Para cuando termine enero, el primer mes de ese 2021 que iba a dejar atrás el aciago 2020, habrá muerto en torno a 450 personas.
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