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He aquí un mito del toreo que va camino de leyenda. Roberto Domínguez, vallisoletano de pura cepa, torero elegante donde los haya habido, heredero de una forma de hacer tan fina como original, tan atractiva como distinguida, que aprendió de su tío Fernando Domínguez. Maestro ... en el arte de Cúchares, Roberto Domínguez también lo es en la vida, donde quizá la mejor lección que ha dictado, tras siete años consecutivos en la cumbre, fue la de saber retirarse a tiempo. Luego expresó su saber cuatro años como comentarista en televisión y, posteriormente, aconsejó durante once años a El Juli, del que fue apoderado.
–Roberto Domínguez, ¡torero! ¿Digo bien?
–Sí, dice el alma que envuelve todo lo que soy, lo que he sido y lo que seré.
–Alguna vez en su vida se le pasó por la cabeza algo parecido a 'Uff, qué arquitecto se perdió Valladolid'. Seguro que hasta llegar a figura del toreo padeció desfallecimientos de ánimo.
–Muchos, muchos. ¡Y dudas! Tenía tantas que me creía con poca capacidad mental para soportarlo hasta que me dijeron que la duda no era un síntoma del tonto, sino del que quiere saber. Pasé muy malos momentos y afortunadamente los mejores fueron los últimos. Por eso me retiré cuando podía decidir que la retirada era cuestión mía y no del público.
–¿Ha perdido duende el mundo del toro en este siglo XXI tan internetizado?
–Ha perdido muchísimo. Internet le ha perjudicado porque esa impronta de la inmediatez, del saberlo todo, del dejarse ver y de la figura del toreo, de no tener el aficionado su mito... Porque en Internet no hay mitos, hay realidades. El mito tiene que tener un halo de misterio. Yo creo que el único que lo ha entendido así es José Tomás, que no se deja tocar, ni se deja ver, ni presume de lo que hace. Los demás sí y esto yo creo que hace perder magia, perder duende.
–¿A usted le captó el duende del toro o se lo llevó a casa su tío Fernando Domínguez? ¡El gran Fernando Domínguez!
–El duende lo tenía él y de lo que vivo es de lo que heredé de él, siendo una milésima parte, porque el duende no se puede conseguir ni estudiar ni enseñar. El duende se tiene o no se tiene; él lo tenía y él me hizo entender que había que buscarlo.
–Siendo tan de Valladolid, tan de Castilla, ¿por qué Lorca aparece en su biografía taurina como un lugar muy especial?
–Allí toreé la última corrida de toros en España porque le pedí a mi apoderado, Manolo Lozano, que así fuera ya que en 1967, en mi primera novillada con picadores, tuve una tarde de bisoñez total y a la salida escuché a un aficionado: 'Macho, tú no comes de esto'. Después de veinte años de matador de toros quise volver a Lorca, con una corrida de toros de Miura, para decirle a aquel espectador, que ni se acordaría y seguramente ni estaría, que sí que comí de esto.
–¿Se ha sentido profeta en su tierra? ¿Cómo es su relación con Valladolid?
–No tengo más que agradecimiento para la gente de Valladolid por el aliento que he sentido y el respeto, tanto por mí como por mi familia. Toda la dificultad que me inculcaron cuando empezaba todos los artistas, de teatro, bailaores, doctores famosos como el doctor Zúmel, literatos,... Todos me decían que Valladolid era complicado, duro. Y los actores de teatro, fueran o no de aquí, me decían que Valladolid era una plaza dura. Mi tío Fernando me habló de la dureza con la que le trataron en algunos momentos, pero yo no vi esa dureza. Ví exigencia cuando fui, ayuda cuando podía ser y, la verdad, es que no tengo más que agradecimiento hacia la afición de Valladolid. El respeto que me tienen todavía, a pesar de que han pasado muchos años, y el buen recuerdo. Porque si yo puedo presumir de algo es de ser vallisoletano y paisano de tantas figuras de toda índole que han nacido aquí.
–¿Son estos tan malos tiempos para el toreo como parecen?
–Soy realista y la realidad es muy pesimista para el mundo del toro. Cuando me retiré, en 1992, Espartaco y yo terminamos los primeros del escalafón, él con 111 corridas de toros y yo con 101. Este 2019, la primera figura, la que más ha toreado, El Juli, ha terminado la temporada con 41 corridas de toros. Veo difícil el relevo generacional y también falta una cosa fundamental: la bisoñez del que quiere ser; no hay ese torero arrebatador que lo único que tiene son las ganas de ser con una inmadurez grande, pero que suple con virtudes personales. Ahora se estandariza todo.
–¿A qué atribuye el rechazo de amplias capas de la sociedad a todo lo que tiene que ver con los toros y la tauromaquia? ¿Una moda no parece, verdad?
–No, no, no. No son modas. Es un animalismo exacerbado, defendido por algunos que en el fondo odian todo lo que huele a España. Ortega y Gasset, sin ser demasiado taurino, se acercó al mundo del toro por amistad con grandes toreros, como Domingo Ortega; dio en el clavo con muchas cosas y dijo que no puede haber una democracia más grande que una plaza de toros , porque era la fiesta del pueblo.
–¿Ahora no es del pueblo?
–Ahora no es del pueblo porque no la dejan ser del pueblo; la han tildado políticamente y es mentira. El torero no conoce de políticas ni de sentidos políticos, sin embargo lo han politizado por que es Marca España. Y como es Marca España, no conviene. Y vuelvo a Ortega yGasset, que decía que había que acercarse a una plaza de toros para ver el panorama político y social. Pues bueno, esto que estoy diciendo de que lo que es Marca España es aborrecido por mucha gente, pasa en la política actual.
–¿Han respondido los poderes públicos a los ataques que ha tenido la tauromaquia o se han achantado en exceso los dos grandes partidos, PP y PSOE?
–Claro, es que está mal visto ahora, es que es políticamente incorrecto. Yo sé que hay muchos políticos a los que les gusta la fiesta de los toros pero que no se atreven a ir a los toros porque sus partidos a lo mejor les dicen que no deben ir. Yo sé que en algún ayuntamiento hay gente a la que le gustaría ir a los toros pero el partido que les alimenta para estar les prohíbe: y eso es un síntoma de la sociedad. Y contra eso... la realidad es pesimista.
–¿Ha estado el mundo del toro a la altura para responder a esos ataques?
–¡Tampoco, tampoco! No hemos sabido ni adecuarnos ni modernizarnos dentro de una tradición que es ritual, ancestral. El otro día le pregunté a mi hijo quién es el personaje público del mundo del arte, del ocio, que más seguidores tiene en Instagram; me dijo que Cristiano Ronaldo, con 160 millones de seguidores. Acto seguido le pedí que me buscara quién es el torero que más tiene; encontró uno con 180.000 seguidores. De 160 millones a 180.000. A mí me habría gustado que en época de Manolete o de El Cordobés hubiese habido Instagram a ver si Di Estéfano le sacaba tantos a El Cordobés. Yo creo que al revés. Eso es el reflejo de lo que pasa en el mundo del toreo.
roberto domínguez
–¿De qué es síntoma en la sociedad el hecho de que por ejemplo la memoria de un torero que murió en la plaza, como el segoviano Víctor Barrio, esté siendo atacada en las redes sociales con insultos constantemente, y aquí no les pasa nada a los que insultan así?
–Eso es un odio ancestral, un animalismo mal entendido, exacerbado. Vuelvo otra vez a Ortega yGasset, que no defendió nunca la fiesta de los toros pero decía que no podía haber más homenaje moral del hombre hacia el animal que mata y sacrifica constantemente desde su creación, que el de un sacrificio comedido y ritual como el del toro, en comparación con el sórdido del matadero. La única traba de esta fiesta que no se ha adecuado a los tiempos es el posible sufrimiento animal. Posible, pero que no se puede cuantificar ni medir y, sobre todo, humanizar porque si humanizamos el sufrimiento animal tendríamos que preguntarle a un mastín de los Pirineos qué piensa un mes de agosto en un quinto piso de un barrio de Madrid.
–Cada vez hay más entendidos que opinan que el mundo del toro debería reinventarse para perdurar. ¿Cómo?
–Tenía que haberse reinventado este mundo del toro y del toreo, pero hay una parte cruenta inherente a la fiesta de los toros que no se puede evitar. Igual que tampoco se puede evitar la muerte del torero. Ortega decía que 'la muerte del torero es lo único entendible dentro de su relación con el toro, porque es una profesión tan especial, es un arte que está pasando, pero que según pasa se quiere quedar usando como ancla nada más la belleza y la estética en la mente del espectador'. Es maravilloso. Ahora mismo preguntas a un viejo aficionado y se acuerda de veinte pases que ha dado su torero, de qué traje llevaba, en qué corrida y en dónde fue: lo ancla con la belleza y la estética; y era efímero, y pasaba... y no quería que pasara. Ahora les hablas de esta reflexión a aficionados actuales y les suena a chino.
–Hace cuatro décadas 'Sangre y arena', de Vicente Blasco Ibáñez, era de obligada lectura en Bachillerato. ¿Hoy sería carne de Fiscalía la simple sugerencia de que la lean los adolescentes?
–¡Pero qué dice! ¡Qué dice! Con lo que han significado no solo quien usted señala, sino Lorca, Alberti... Pero es lo de menos. No se puede apoyar en la vigencia y en la actualidad del mundo taurino todo lo que ha inspirado artísticamente. Porque te pueden decir que la Guerra de la Independencia ha inspirado arte, como los cuadros de Goya. Pero esa no es la razón; la razón es el pensamiento, la filosofía de ser torero, que trascendía incluso el habla popular. 'No le pierdas la cara al toro', que dicen los políticos.
–'No sabes qué toro te va a salir a la vuelta de la esquina'...
–'Más cornadas da el hambre'. ¡Ha trascendido al habla!
–Pero todo eso va a perdurar, ¿no?
–Todo eso va a desaparecer porque lo que está desapareciendo son los personajes.
–¿Quién va a enseñar a los más jóvenes, entonces, los valores de la tauromaquia?
–Es difícil. Habrá que ser retrospectivos y mirar lo que ya se ha escrito y dicho. Ahora la intelectualidad se ocupa poco de la fiesta de los toros. Antes la intelectualidad buscaba al personaje lacónico, estoico, parco en palabras, esa filosofía taurina que trascendía a la figura del torero... Valle-Inclán, Ortega yGasset, JulioCamba... todos se acercaban a la figura del torero y le daban voz y voto en sus conversaciones.
–Pero cuando Chaves Nogales, por ejemplo, escribe sobre JuanBelmonte, no solo retrata a un torero...
–¡Una filosofía de vida!
–... y un momento histórico. ¿Eso cree que se va a perder?
–¡Se está perdiendo!
–Desde que en 1992 dejó usted de matar toros en la plaza, ¿ha sentido alguna vez la tentación de volver a pisar el albero?
–¡Jamás! De los 20 años que estuve de matador de toros, los mejores de mi vida fueron los siete últimos. Conocí lo duro y cruel de querer ser y no poder antes de conocer la grandeza del toreo. Cuando la conocí no quiso ella dejarme a mí. Se me pasaron por la imaginación grandes figuras del toreo arrastrándose, arrastrando su apellido, con una edad que no les correspondía y con una competencia a la que no podían llegar. De lo que más orgulloso estoy es de eso. Cuando yo me retiré, que la última corrida realmente fue en América, en Quito, tuve suerte aquella tarde y me gritaban: 'Domínguez, no te vayas'. Y se me acercó un periodista y me dijo: 'No le da pena que haya 15.000 personas gritándole ¡No se vaya!?' Y le contesté: 'Se imagina usted 15.000 personas gritándome ¡Vete!?'.
–A este paso está a tiempo aún de montar una academia privada para enseñar a los políticos a saberse retirar a tiempo. Usted lo hizo.
–(Ríe) Huy, no, no. Los políticos juegan con los muslos ajenos.
–Como no se explique...
–Las cornadas nos las llevamos en nuestros muslos los ciudadanos, no se las llevan ellos.
–Comentarista de televisión cuatro años, apoderado de El Juli once años... ¿Sucedáneos para vencer el gusanillo de los toros o profesiones alternativas?
–No, no, no. Llegaron las dos por casusalidad. Y porque tuve dos compañeros de viaje maravillosos. Uno, de Valladolid, en la época de Vía Digital, Fernando Fernández Román; gracias a él pude tener esa faceta maravillosa en televisión. Y con el otro... No hay mejor para ser apoderado de una figura que estar al lado de El Juli. Ambos son dos suertes que me ha dado la vida, además de mi tío Fernando.
–¿A qué achaca que cada cierto tiempo aparezca su nombre vinculado al apoderamiento de toreros? Recientemente ha vuelto a suceder, esta vez con Talavante...
–Ni estoy en el foco mediático ni tengo redes sociales. Y a pesar de que yo no soy de redes sociales, porque creo que al torero le perjudican y a la persona también, a la larga, entiendo que para estar en candelero y en competencia hoy cualquier negocio, cualquier cosa no pueden vivir de espaldas a las redes sociales. Yo sí puedo hacerlo y lo hago. Pero a pesar de no estar... 'fake news'.
–¿¡'Fake news' también con Roberto Domínguez!?
–También, también.
–Si volviera a nacer, ¿volvería a ser torero?
–¡Por supuesto! Ninguna duda. Es más, si volviera a nacer ahora, que es mucho más difícil ser torero, sería para mí un reto desde abajo intentar hacer comprender lo que significa ser torero.
–¿Tiene ya claro qué quiere ser usted de mayor?
–No, no lo tengo. Tengo muy claro lo que voy a ser de niño: me gusta jugar, imaginar, soñar, tener tiempo. Es una de las razones por las que no me ha atacado el gusanillo del toreo; me gusta tener tiempo para estar con mis hijos, que todavía están en edad de viajar, de sorprenderse y de tener cierta ingenuidad.Me gusta ser niño otra vez con ellos.
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