Nos pirra eso de tener que optar entre dos caminos excluyentes entre sí. Ramón Gómez

Resistire... mos. Mejor así, ¿no?

Diario de un confinamiento. Día 38 ·

Lo que también deberíamos dejar ahora en cuarentena es la dificultad que tenemos los españoles para ponernos de acuerdo, francamente, y sin nadie el primero

Miércoles, 22 de abril 2020, 07:21

Qué nos cuesta a los españoles renunciar al yo para diluirlo en el nosotros. Más que del «todos a una», somos partidarios del «uno a uno y a ver si así estamos todos». La cosa da como para pensar que aquel gag de ' ... La vida de Brian' (1979) en el que un grupo conspirador contra los romanos no se aclaraba si militaban en el Frente del Pueblo de Judea o del Frente del Pueblo Judaico, se les ocurrió a los Monty Phyton tras veranear en Gandía.

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Pero esta tendencia tan particular de interpretar que el asociacionismo bien entendido empieza por uno mismo no debería de sorprendernos, la melodía nos suena. ¿Qué otra cosa son si no ejemplos de ello la tradicional doble, y hasta triple, convocatoria de manifestaciones el 1º de Mayo? Escenificadas siempre en una más pequeña, a modo de avanzadilla de colectivos minoritarios y luego ya la masiva. ¿A ton de qué va el comerciante vallisoletano, por ejemplo, a tener que elegir para que su voz se oiga entre Avadeco y Fecosva? Un movimiento como el vecinal, que debería representar la quintaesencia de la unión, en Valladolid se agrupa en dos federaciones de asociaciones distintas, quizá por la imposibilidad de concebir los problemas comunes precisamente como eso, como comunes, sin recurrir de inmediato al 'comunes pero rubios' frente al 'comunes y morenos'. Ah, y ¿a cuántos números de teléfono distintos puedes llamar en Valladolid si quieres un taxi?

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Hemos dado siempre muestras de un más que depurado virtuosismo para la interpretación libre y dispar del viejo axioma según el cual la unión hace la fuerza. Por lo que, puestos a ello, era de ilusos confiar en que la llegada de un virus mortal que no hace distinciones entre los de Villarriba y los de Villabajo serviría para olvidar viejas desconfianzas y marchar francamente, yo el primero... ¿Ves, eh? Es imposible. No da ni para que un rey molesto y felón, forzado por las circunstancias, arme una frase, repleta de falsedad pero con ínfulas de posteridad, en la que no asome su yoísmo.

Y se nota en cada paso que damos, aunque sean pasos atrás. Casi a la vez que conocíamos que cuatro comunidades gobernadas por el PP, en solitario o en coalición con Cs, (Castilla y León, Madrid, Murcia y Andalucía) más Euskadi (PNV) se descolgaban del acuerdo propuesto por el Gobierno (PSOE-Unidas Podemos) sobre el fin del curso escolar en España, Cataluña, en su desmedido afán de marcar diferencias hasta contando los muertos, se desmarcaba en el criterio de recuento de fallecimientos del resto de España –sumaba los casos sospechosos sin diagnóstico confirmado– y ofrecía sus datos por la noche, doce horas después de cuando los hace públicos en sus comparecencias el equipo estatal de expertos y obligaba al Gobierno, a golpe de BOE, a marcar territorio, nunca mejor dicho.

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Y todo, mientras Pedro Sánchez continuaba los contactos con las fuerzas parlamentarias para alcanzar un consenso que permita poner en pie el nuevo acuerdo de la Moncloa o como se llame. Apenas tres días después de que Pablo Iglesias, ese que se pirraba por ser gobierno, se apeaba de tan ansiada –por él– dignidad institucional para exhibir su condición de republicano, 'el que más', por un rato, cara a la galería, para luego ya volver a subirse al coche oficial como vicepresidente segundo del gobierno de un Estado cuyo régimen es la monarquía parlamentaria, según refleja su Constitución, la misma que todos reprochan a sus rivales no respetar.

Así que menos lamentarnos de que en los momentos difíciles, una institución supranacional como la Unión Europea, creada con la vocación, o así debería ser, de garantizar idénticos derechos a los ciudadanos de los países que la integran, se divida en bloques –norte-sur– en situaciones complicadas como la actual.

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Si hasta para elegir canción del confinamiento, descartado, no solo por su carencia de letra –se ponga Marta Sánchez como se ponga–, la Marcha Real, himno nacional desde hace tres siglos, hemos recurrido a una cuyo título es un verbo en primera persona del singular. 'Resistiré'... lo que resiste es esa facilidad tan nuestra para no ponernos de acuerdo.

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