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Reclaman a Familia más concreción para fijar el personal mínimo exigible a residencias de mayoresEl anteproyecto de decreto por el que se regularán las ratios mínimas de personal en los centros de servicios sociales de cuidados de larga duración ( ... residencias y viviendas tuteladas de mayores y personas con discapacidad) y se actualizará la proporción entre trabajadores y usuarios ha propiciado una cascada de alegaciones que reclaman a la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades, que dirige la vicepresidenta Isabel Blanco, mayor concreción en un texto que persigue garantizar la atención de personas vulnerables porque entiende que puede dar lugar a «interpretaciones dispares». Castilla y León cuenta con una red de centros (privados, privados con plazas concertadas y públicos) que suman 49.321 plazas de atención residencial.
La regulación desarrolla un aspecto que quedó sin aclarar en la ley que desde abril de 2024 regula el modelo de atención en estos centros residenciales. Un ámbito, el de las residencias de mayores, que sufrió duramente las consecuencias de la pandemia de la covid, con un sistema organizativo y de supervisión arrollado en el estallido de los contagios.
El borrador del decreto recoge las ratios mínimas de personal y la regulación de las figuras de un gestor de caso, de un profesional de referencia para el interno y de un profesional de enlace (con los sanitarios de Sacyl). Aunque desde la Consejería de Familia e Igualdad han declinado valorar la nueva regulación que impulsan, los responsables de ese departamento defienden en el mismo texto que les mueve el «principio de proporcionalidad» y los cambios persiguen proporcionar un «servicio eficiente». Establece un mínimo de 0,43 trabajadores (de atención directa y profesionales técnicos, sin diferenciar) por cada usuario en residencias de mayores, que sube a 0,53 para residencias de personas con discapacidad. Una proporción que se sitúa en 0,25 trabajadores por cada usuario de centro de día de mayores, ratio que crece a 0,30 en los de personas con discapacidad.
Así lo recoge el documento que la propia consejería somete a información pública en el espacio Gobierno Abierto del portal institucional de la Junta y al que registran alegaciones los colegios autonómicos de Terapeutas Ocupacionales, de Fisioterapeutas y de Enfermería, colectivos de educadores sociales, sindicatos generalistas como CC OO y sectoriales como el de enfermería Satse, 'marea' en residencias, la Plataforma Social o la Asociación del Defensor del Paciente. En general, achacan a los redactores la omisión de categorías concretas de profesionales en el establecimiento de esas ratios mínimas de trabajadores al servicio de mayores y personas con discapacidad.
«No se recoge la obligatoriedad de contar con la presencia de enfermeras», critican desde Satse. Para este sindicato eso supone «ignorar las necesidades de cuidados sanitarios diarios» que requieren usuarios con perfil «pluripatológico» y auguran una «pérdida de calidad de los cuidados y una desprotección para los residentes» si esto no se corrige.
CC OO remarca que las ratios deben tener en cuenta el grado de dependencia de las personas a quienes se va a atender y diferenciar el personal necesario de atención directa de primer nivel (gerocultoras) y el de segundo nivel, que son profesionales generalmente sanitarios y con titulación universitaria o equivalente. Desde el sindicato esgrimen que la Junta cambia incluso la denominación genérica estatal de estos profesionales, lo que «puede provocar malinterpretación a la hora de establecer los mínimos en la ratio». Reclaman que el articulado incorpore las «categorías técnicas» con las que deben contar los centros: trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales, TCAE, además de la sanitarias como profesionales médicos y de enfermería, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, psicólogos... Y que los trabajadores cuenten con la formación y capacitación acreditada.
El decreto de la Junta establece que «excepcionalmente» en las zonas rurales podrán trabajar en estos centros personas que no cuenten con titulación, certificación o cualificación profesional reconocida para ocuparse de la «atención directa» a los usuarios. Los alegantes reclaman, en el mejor de los casos, que se imponga un «periodo transitorio» para que estas personas puedan formarse. Entienden que dejar abierta esa puerta implica un riesgo de «desprofesionalización de la atención» y «precariedad laboral en el sector».
«Es esencial evitar generalizaciones... Subsumir todas las categorías profesionales dentro de una clasificación genérica, sin especificar el rol de cada profesional en los centros de cuidados de larga duración, generará graves consecuencias en la atención prestada a los usuarios», insisten desde el Colegio Profesional de Terapeutas Ocupacionales de Castilla y León.
Los colectivos profesionales reclaman también que se defina qué formación deben tener las personas que desarrollen la labor de gestor de caso, de profesional de referencia y de profesional de enlace. Este último sirve de conexión con centros de salud y hospitales, por lo que el personal de enfermería reclama su papel ahí. El decreto emplea una redacción que estipula que será «preferentemente un profesional técnico con titulación circunscrita al ámbito de la salud, en una profesión sanitaria o en una profesión sanitaria de formación profesional».
Acalerte, Federación Castellano y Leonesa de Atención a la Dependencia que representa a centros privados, también alega, pero en sentido opuesto a los anteriores. Esta federación se opone a la propuesta de regulación de ratios por considerarla «excesiva» e irreal dada la situación tanto económica del sector «como de falta de trabajadores», una «carga inasumible para muchas residencias». Desde Acalerte llegan a cifrar en euros lo que supondría la entrada en vigor del decreto: 190 más al mes en la tarifa que abona cada usuario, cuantía a la que habría que sumar el IVA. Es un dato calculado para residencias con un promedio de 86 plazas. «La subida sería aún mayor para los centros de menos capacidad», especifican en su alegación. Los responsables de Acalerte, con residencias en las que la Junta concierta plazas haciéndose cargo de ese coste, remarcan que los cambios «no van acompañados de financiación suficiente». Apuntan que ya arrastran una situación en la que los últimos acuerdos que las administraciones públicas han tomado sobre personal en estos centros de atención no han tenido un reconocimiento correcto en aportación económica. «Si bien el precio de las plazas concertadas ha subido, no ha sido en la medida necesaria para cubrir ese incremento de ratio de personal», reflejan. Y al aspecto económico suman otro, el de la falta de profesionales con formación, algo «notorio» en toda España. «Esta carencia supone un impedimento muy importante para que la entrada en vigor de la norma sea un hecho», resumen.
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