Almudena Gómez Ramos | Especialista en Política Agraria y Desarrollo y experta del grupo Vivaces de investigadores sobre el potencial del medio rural

«Si quieres médicos, págales al mes 4.000 euros y así irán a los pueblos»

–Tras tantísimos años de vaciamiento de los pueblos vivacidad, lo que se dice vivacidad, en amplias zonas rurales como que no...

–Algo debe pasar para que no esté bien medida, pero la vivacidad va cambiando. Este proyecto surgió a raíz de la pandemia de la covid-19, cuando los territorios rurales alcanzaron protagonismo. Ese auge se ha tranquilizado, pero nos hemos dado cuenta de que un medio rural bien dotado, con todas las infraestructuras, todos los medios, una calidad de vida comparable a la que se puede tener en el medio urbano, con acceso a los servicios, puede ser de lo más atractivo.

–Vivaces está impulsado por empresas privadas. ¿En España que las políticas públicas contra la despoblación han de dejar paso al sector privado?

–Es verdad que las políticas públicas no han dado resultado. No paramos de perder población. Es momento de dar una oportunidad al sector privado. Nosotros somos una asociación que tiene un fin meramente académico, que puede armonizar los fines sociales con los económicos. El objetivo final va a ser crear riqueza y bienestar en estos territorios y oportunidades de desarrollo personal en la población.

–Con la sequía, ¿mal año este para empezar a evaluar oportunidades en el medio rural?

–También podemos incluir que es el primer año en el que se aplica la nueva PAC, que está suponiendo en el medio agrario, en particular, y en el medio rural en general, un cambio importante de mentalidad por parte de los agricultores. Es un año malo porque los ánimos están complicados. Y también metería en esas causas la sucesión de convocatorias electorales. Ahora mismo hay cierta desconfianza y cierto desasosiego con la situación y la respuesta de los políticos. En el medio rural están muy inquietos.

–La guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto nuestra enorme dependencia del exterior.

–Es una paradoja. ¡Tenemos tanta superficie agraria útil que sorprende que tengamos esta dependencia cerealista! Somos importadores netos de grano porque tenemos un consumo muy alto debido a que nuestro sistema alimentario es muy potente. Y, desgraciadamente, nuestros rendimientos son muy bajos.

–Pero la agricultura es uno de los sectores tecnológicamente más avanzados.

–Sí. La tecnología y la agricultura de precisión avanzan y la innovación, por fin, se ha instalado en el sector agrario. Eso es bueno porque supone ser más competitivos, producir de manera más sostenible en la mayoría de los casos y a costes más razonables. Eso, en mi opinión tiene ciertos riesgos porque tanta tecnificación hace que, como con la inteligencia artificial, sea la propia muerte a veces del medio: el control remoto de muchas herramientas de trabajo del campo hace que no tengas que vivir en el propio territorio rural. Pero también hay que acceder al capital y eso la agricultura familiar, la tradicional, no lo tiene tan fácil. Meterte en una inversión fuerte si no hay relevo generacional...

–¿Es esa la clave?

–Lo es. No puedes acometer una inversión si no hay relevo generacional y eso tiene sus riesgos. Pero el medio agrario tiene un potencial importante, sobre todo en España, porque somos capaces de producir alimentos de calidad y muy sostenibles. Y hay otros modelos de producción a otra escala que también tienen su mercado y hay que apostar por ellos: la agricultura ecológica, que está muy vinculada al medio rural y atrae más a la población joven.

–¿Cree de verdad que la actividad agraria tiene hoy atractivo para un chaval joven?

–Se lo digo como profesora de una ingeniería que tiene cero paro: hay un potencial inmenso para el ingeniero agrónomo desde el punto de vista de que se demanda su cualificación. La agricultura de precisión, la agricultura más tecnificada demanda ingenieros. No hay mano de obra cualificada para ocupar los puestos que hay. El potencial de crecimiento es tremendo. No salen de la Universidad alumnos suficientes para copar esa mano de obra. ¿Por qué? Porque es un sector poco atractivo.

–¿Y a qué se debe eso?

–A que se transmite una imagen negativa del medio rural, una imagen de un medio languideciente, falto de recursos, de servicios y de expectativas y eso hace que se retroalimente cada vez más el ciclo. Pero para eso está este proyecto de Vivaces, para darle una vuelta de tuerca y un cambio y demostrar con los 'living labs' que hay experiencias que funcionan y son atractivas. Las administraciones tratan de hacer lo que pueden, con mayor o menor éxito. Pero es el momento de que entren las empresas y den ese impulso y ese saber hacer que tienen, siempre con el objetivo fundamental de dar vida a estos territorios, y que haya un futuro y una continuidad y que, por lo menos, no desaparezcan porque el riesgo de que esto termine muy mal es alto por los condicionantes de los que hablamos.

–Cuando dice que termine muy mal, ¿a qué se está refiriendo?

–A veces soy escéptica con determinadas situaciones. Los pueblos no paran de perder población y el gran problema es que no haya nadie con espíritu joven con ganas de emprender, con ganas de innovar y quiera recoger esto. Yo tengo mucha esperanza con las mujeres, que siempre han tenido un papel muy marginal en el medio rural. Su papel es muy importante, fundamental y se puede cuantificar económicamente la aportación que han hecho en años, pero han tenido un rol de poco liderazgo, por la idiosincrasia del medio rural.

–¿Qué habría que hacer para que ese liderazgo femenino crezca?

–La psicología de la mujer es más arriesgada, con más ganas de hacer cosas diferentes y si le damos la oportunidad tienen un potencial tremendo. En ganadería especialmente tienen un impulso fundamental. Hay que apostar por ellas y no cerrarles puertas. Hasta ahora ha habido una sangría también de salida de mujeres porque la cualificación es mayor y tienen ganas de desarrollar todo su potencial. En el medio rural no lo terminan de encontrar, pero a ellas les gusta estar allí porque es su forma de vida. Mantener esas mujeres, evitar esa masculinización en el sentido demográfico del medio rural es fundamental. Siempre en conjunción con el hombre porque, por supuesto, nada de enfrentamientos. Si empieza a tomar más protagonismo, quizá esto tenga un nuevo impulso.

–¿El futuro del medio rural en España pasa entonces por potenciar el papel de las mujeres?

–Simplemente con no ponerles trabas ya es suficiente. Estamos en convivencia a diario con mujeres en el medio rural, sobre todo del sector primario, ganaderas, agricultoras, y tienen muchas ganas de trabajar y un espíritu muy constructivo. Lo que pasa es que detectamos barreras, sobre todo del tipo no tanto sociales, sino de que las políticas que se aplican no están adaptadas para ellas.

–¿Puede concretar?

–Imaginemos una viticultora que compra derechos de plantaciones para poner un viñedo. Tiene tres años para hacer la inversión y el tiempo pasa; si esa mujer se queda embarazada y tiene una baja maternal, como todas las mujeres que tenemos derecho a ella, y está en la crianza de hijos esos meses le están sumando en el periodo de la inversión, no se interrumpe para la baja maternal. Son situaciones que se dan y que colocan a las mujeres en desventaja. Y por no hablar de materia sanitaria. Por ejemplo, de que tengan pediatras cerca, de que dispongan de servicios y que no tenga que hacer 80 kilómetros para poder ser atendido el pequeño; algo que no pasa en la ciudad, que tienen esa atención sanitaria muy a mano. Empiezas a echar cuentas de todo y te lo piensas. Son los pequeños detalles del día a día, pero que cuentan y pesan mucho.

–Entre los datos que maneja Vivaces se señala que en el año 2050 dos tercios de la población va a vivir en las ciudades.

–Pero no es un problema español: es un problema mundial y de los países en desarrollo. Es un fallo grave del sistema. Eso está pasando ya, ahora mismo, en Sudamérica. Y lo conozco de cerca. Grandes capitales, grandes urbes, como Buenos Aires, y alrededor un medio muy despoblado. Grandes explotaciones, muy grandes, llevadas por muy pocos, porque el concepto de agricultura familiar se ha perdido en Sudamérica, salvo que te vayas a la agricultura de subsistencia. Pero la agricultura competitiva está llevada por grandes empresas. Es el agronegocio. Eso tiene consecuencias sociales muy importantes y ambientales. ¿Vamos a eso? Pues probablemente. En España lo estamos viendo: Madrid, Barcelona, Valencia... no paran de crecer. Es que está todo en el litoral y en la isla madrileña y el resto... Sobre el papel hay mucho escrito, pero se trata de cuidar las pequeñas cosas, de ponerle fácil a los pobladores del medio rural su vida allí.

–Algunos países han aplicado con éxito medidas para revertir la despoblación.

–Por ejemplo, Escocia, donde eso se ha revertido. Y se revierte con dinero e inversión. ¡Si quieres médicos, págales 4.000 euros al mes y ya verás si van médicos al medio rural! Lo que no puedes es pagarles sueldos de miseria y sin servicios. ¿Quién quiere ir así? Es cuestión de inversión, de dinero bien invertido. Son cosas tan evidentes... Tienes que hacer atractivo el medio rural.

–Ya, pero ¿cómo?

–Con buenos sueldos en el sector público, con desgravaciones fiscales, por supuesto. ¿Qué incentivos fiscales hay para vivir en el medio rural? Yo creo que fiscalmente habría que ponerse serios en este tema. Claro, eso no es fácil, pero hay que empezar a hacerlo. Quizá estamos incentivando el terreno para que haya una mayor concienciación. Una manera es ya la de este cluster de empresas de Vivaces, que son empresas referentes. Si el habitante urbano ve que hay empresas referentes que se están acordando del medio rural eso puede ayudar a cambiar un poco la mentalidad de esas personas para que vean que este tipo de iniciativas habría que apoyarlas y entenderlas, porque la clave es entenderlo y compartirlo.

–¿Repetiría todo su proyecto vital hasta este momento?

–¡Hombre! Cambiaría muchas cosas y las reorientaría a lo que hago. Vivo en Madrid y se me hace dura la vida aquí, no la entiendo. No entiendo que se pueda tardar una hora y media en llegar a trabajar. ¡El tiempo es oro! Y estás respirando el aire que respiramos y los ruidos... Es que no se oyen los pájaros; solo coches y aviones. Eso no se valora. No es lo mismo vivir en Madrid que en Valladolid. En esta enseguida sales al campo y estás aislada de ese mogollón madrileño.

–¿En estos años se ha parado a pensar qué quiere ser de mayor?

–Lo tengo muy claro: estar en el medio rural. Quiero acabar levantándome todos los días oyendo los pájaros y viendo el horizonte, respirando aire puro.