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He aquí un hombre que sabe perfectamente que Dios también está en las partituras y los pentagramas. Goyo Casado (Bermeo, Vizcaya, 1982), músico, compositor y sacerdote. Mañana, domingo 1 de diciembre, dirigirá a 250 personas, 40 de orquesta y 210 de coros, en el escenario ... de la Sala Sinfónica del Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid, llegadas de Toledo, Madrid, Ávila y la provincia vallisoletana para interpretar 'Lux Dei Adventus'. Licenciado en Teología y con grado profesional de Canto, es profesor de Música y de Religión en el Colegio vallisoletano San José, además de párroco de Renedo, Castronuevo y Villarmentero, en el Valle de Esgueva, pueblos en los que hace muchos años su padre estuvo destinado como guardia civil.
–¿De dónde le vino la vocación musical?
–Entré con 11 años en el Seminario y estando allí había clases de distintos instrumentos. Me apunté a guitarra, a piano... ¡a todo! Después, los veranos, como estaba interno, me iba a hacer los cursos de dirección por España: Cantabria, Valencia, Huesca, Asturias... Y cuando terminé la carrera de Teología empecé el conservatorio, ya con 24 años.
–Se ordenó sacerdote en una de las épocas en la que la sociedad está más alejada de la religión. ¿Rema contracorriente?
–Me gusta que tenga sentido mi vida y desde pequeño quise ser sacerdote. No recuerdo un tiempo en el que no quisiera ser sacerdote.
–¿Qué le ha dado el sacerdocio que no le haya dado otra actividad profesional o vocacional?
–Me acuerdo que en los 15 años en el Seminario tuve algún momento en el que pensé que a lo mejor el día de mañana iba a estar solo, sin gente... ¡Y resulta que no hago más que estar con gente! Esta tarea pastoral me permite conocer a mucha gente, además de una manera muy profunda, porque el sacerdote lo que hace es acompañar a la gente y llevarle a Dios, así, de forma resumida. Y también yo ser acompañado, porque la gente me acompaña a mí y vivo la fe en comunidad.
–Y la música, ¿qué le da?
–Es una vocación que uno a la del sacerdocio. Primero, porque gran parte de lo que hago de música es para la Iglesia y en todo lo musical que estoy con mucha gente y comparto la vida. Me encanta.
–¿Logra la plenitud vital?
–El arte, que busca la belleza, me parece un vehículo precioso, humano, para estar juntos, pero también a mí me habla del cielo. Todo lo que he compuesto ha sido religioso porque me ayuda mucho a conectar con el cielo. Me pasó en la pandemia.
–¡Terrible época aquella!
–Por la mañana me iba al cementerio del Carmen a enterrar a gente... Era un caos... Y me acuerdo que una noche, en la que necesitaba digerir todo aquello, porque para mí la oración y la música van unidas, me ayudó muchísimo.
–De aquel tiempo nacieron hasta diez de sus composiciones.
–Oficiaba funerales, alguno sin nadie que acompañara el féretro; otros, con dos o tres personas. Nos daban el nombre del fallecido, entraban con el coche y teníamos cinco minutos para oficiar el entierro. Aquello había que digerirlo y a mí me ayudaba mucho que por la noche pudiera ponerme a componer.
–Pero eran experiencias muy dolorosas. ¿Del dolor no puede salir más que música triste?
–No, no necesariamente. En los salmos hay de todo: los hay de alabanza, de petición de perdón... Yo seleccionaba poesías y oraciones que me gustaban de lo que rezaba y leía. Góngora, San Agustín... Eso me producía una melodía y componía. Al final compuse un poco de todo.
–Pregunto al sacerdote: En situaciones de tragedia, la pandemia, la DANA, mucha gente se pregunta que dónde está Dios. ¿Entienden en el seno de la Iglesia este cuestionamiento?
–Claro, sí... ¡Hombre, nosotros también somos personas! No somos robots, también tenemos corazón, tenemos preguntas, incertidumbre, dudas... Es parte de la vida. Por supuesto que Dios no quiere ninguna tragedia, pero en la vida hay enfermedad, es finito todo... Las leyes naturales se rigen así y Dios no va lanzando catástrofes ni enfermedades. Es la vida misma, pero entiendo que haya frustración viendo muchas noticias; te quedas en shock con todo lo que está saliendo. Entendemos la frustración de la gente porque nosotros también somos humanos.
–¿La música es un lenguaje clave para acercarse a Dios?
–Estoy convencido de que el arte, en general, es un vehículo privilegiado para acercanos juntos a Dios. El arzobispo creó el año pasado un Secretariado de Cultura, en el que estoy integrado junto a otras tres personas, con el objetivo de cómo todo lo referente al arte nos puede ayudar a llegar a Dios, a rezar, a preguntarte...
–¿Hasta incluso lograr que alguien llegue a creer en Dios?
–Eso lo regala Dios y a través de qué... En eso, que Dios haga lo suyo. Me emociono al final de los conciertos porque, cuando agradezco a todos los que vienen, siempre digo que todo eso que hacemos en un concierto es para gloria de Dios y para bien de su Iglesia y del mundo entero. Pero la fe y la conversión las regala Dios; si puede ser a través del arte, pues muy bien.
Goyo Casado
Sacerdote y músico
–¿Qué busca cuando compone?
–Lo que pase en el corazón de la gente cuando escucha una composición mía no lo sé, pero espero que pase algo, que algo se renueve. No busco algo solo estético, aunque la estética te ayuda porque al final hay unas normas en la música y unas leyes internas para componer, pero ¿para qué quiero yo una partitura que solo sea bonita? Quiero que valga para intentar hacer feliz a la gente que esté cerca.
–¿Para componer música religiosa hay que ser creyente?
–No...
–...Pero...
–No le parezca una homilía lo que le voy a decir, ¿eh?: hay un evangelio que dice que el mandamiento principal es amar a Dios y al prójimo. Es verdad que para amar a Dios cada uno tiene la fe que tiene, pero el amor al prójimo ya no es de fe, sino que lo hacemos porque le vemos. ¿Decimos que amamos a Dios y no le vemos y no amamos al que tenemos al lado? Eso no se puede. Le digo esto porque se puede componer sin tener fe, sin ser religioso, porque hay algo en la humanidad que te abre a esa trascendencia; la música tiene el poder de abrirte a algo espiritual, en mi caso Cristo, pero para quien no crea pienso que la música le abre a esa dimensión.
–¿Un músico puede llegar a padecer el síndrome del pentagrama en blanco, como los escritores con el de la hoja en blanco?
–No me pasa porque yo compongo con un texto antes. Por ejemplo, leo una poesía y me produce una melodía.
–¡Gran ventaja!
–Lo es, lo es, y compongo con arpa.
–¡¿Con arpa?!
–Piano, arpa, guitarra, cítara... He grabado dos discos con arpa y cítara y toqué ambos instrumentos hace tiempo con una orquesta sinfónica.
–¿Alguna vez le ha tocado irse con la música a otra parte?
–¿En qué sentido?
–Que le hayan mandado alejarse porque lo que sonaba...
–¿Pero música mía que hubiera sido considerada mala?
–O una mala interpretación... O incluso no ya como músico, sino como sacerdote porque su mensaje no calara en el receptor.
–La verdad es que no, nunca me han mandado, en ningún sitio, irme con la música a otra parte.
–Se atribuye a Cervantes el dicho de que 'Donde música hubiere cosa mala no existiere'. De ser verdad, la maldad no tendría hueco en el mundo. ¿Exageraba el autor de El Quijote?
–Luigi Giussani decía que la música hace pueblo y que cuando el pueblo canta, el pueblo se une. Y es verdad que lo tengo comprobado: en todas las generaciones la música hace como que se bajen un poco las barreras y se hace grupo rápido cantando, tocando instrumentos. La música crea humanidad.
Goyo Casado
–¿Es verdad que la música amansa a las fieras?
–La música es capaz de ablandar el corazón, sí, porque la música, dentro de las artes, es la que más rápido entra en el corazón y lo hace sin pedir permiso. La música, aunque no quieras, la escuchas y el corazón te da un acuse de recibo. Y sí, es capaz de emocionarte, de paralizarte.
–En estos tiempos tan internetizados y de regueton, ¿animaría a un joven a seguir sus pasos? Música, sacerdocio, docencia...
–¡Claro! Yo soy feliz. Y conozco a chavales que han empezado a tocar un instrumento o se lo pasan fenomenal cantando. Un amigo, Sergio Merino, y yo llevamos un año trabajando en un musical; hemos compuesto el guion y la música y en las canciones hay varios estilos, incluidos regueton y bachata.
–¡Un musical!
–Música religiosa y se llama 'Si Jesús hubiera tenido Instagram'.
–¡¿Qué?!
–Se han apuntado ya 8.000 alumnos, cien colegios de escuela pública, concertada... Íbamos a hacer algo más sencillo, para Valladolid, y se ha ampliado a León, Salamanca, Zamora y Palencia.
–¿Y cómo lo van a ejecutar?
–Hemos compuesto todas las canciones, las hemos grabado en estudio y le hemos dado todo el material a esos cien colegios. Hemos hecho la formación con los profesores de cada provincia y son ellos los que van a enseñar a los alumnos el musical. En mayo vamos a organizar 25 conciertos, en Valladolid una semana, dos al día, 400 alumnos cada día. Eso también en Auditoio de León, en el CAIM de Salamanca y en el Ramos Carrión de Zamora. Los de Palencia, al quedar tan cerca, vendrán al Delibes.
–¿Y el argumento? Titulándose 'Si Jesús hubiera tenido Instagram'...
–El tema de las redes sociales. Es de un chaval de 16 años al que le regalan un móvil y le entran todas las alegrías y las penas del móvil: una amiga le etiqueta mal, deja de ir con los amigos porque está todo el rato con el móvil... Entonces, la profesora de Religión y su amiga Vera le ayudan a colocar las redes sociales en su vida. Lo que queremos es que los chavales aprendan desde la música, que tiene un poder pedagógico muy grande. La música práctica.
–¿El musical responde al condicional del título 'Si Jesús hubiera tenido Instagram'?
–Dice una canción: «Regalaría mil besos, con stories de esos cubriría la Red de amor». Porque el chico le dice en un momento a la profesora que qué va a entender Jesús de su vida si Jesús no tuvo móvil, ni Instagram; 'No sabe lo que sufro yo en mi vida...', dice. La profesora le contesta que a Jesús no le etiquetaron mal en Instagram porque no lo tenía, claro, pero también le acusaron, hablaron mal de él, le crucificaron... Al final, el musical busca traer una imagen bonita y actual de Jesús para los chavales. ¿Cómo llegar muchas veces a los jóvenes, verdad?
–¿Tiene respuesta a eso?
–Este musical ha llamado a 8.000 alumnos que van a participar en los conciertos haciendo los coros. Es un musical muy educativo para los chavales; además de la música, aprenden las bondades y los peligros del móvil. Lo hemos hecho para que disfruten, para enseñarles y para estar cerca de ellos. Hablamos y hablamos a los chavales muchas veces de cosas que no les interesan cuendo de lo que se trata es de que primero se pregunten ellos y de que luego estemos al lado para responderles. Los chavales no se preguntan si no tienen pasión por la vida, si están como anestesiados, adormecidos vitalmente...
–Entre misales y pentagramas, ¿se ha parado ya a pensar qué quiere ser de mayor?
–Cura y músico.
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