Alicia Cámara Muñoz., autora de 'Grandeza de poder y saber. Felipe II y sus ingenieros'
«Nos queda muchísimo por saber del pasado»Alicia Cámara Muñoz., autora de 'Grandeza de poder y saber. Felipe II y sus ingenieros'
«Nos queda muchísimo por saber del pasado»He aquí una mujer que ha sabido en la vida hacer de la curiosidad una virtud. Tanto que es una de las historiadoras que mejor conoce el pasado de España a través de las fortificaciones. Alicia Cámara Muñoz (Madrid, 69 años). Esa tan prestigiosa consideración ... merece de sus homólogos esta catedrática de Historia del Arte de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, a quien la Universidad de Valladolid le ha editado el libro 'Grandeza de poder y saber. Felipe II y sus ingenieros'. El gran rey geómetra, asegura. El rey con el compás, «porque aquel que dominaba o pretendía dominar tierras y mares lo utilizaba casi como una prolongación de la mano». La entrevista, a tiro de piedra del Monasterio del Escorial, analiza el papel de los historiadores en pleno siglo XXI y el porqué de esta obra, que surgió tras haber impartido ella el seminario 'Arquitectura política y militar en las ciudades de la monarquía de Felipe II', en la cátedra vallisoletana que lleva el nombre de este rey.
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–¿La de historiadora es una actividad a contracorriente en estos tiempos tan informatizados?
–A contracorriente, no. Sigue siendo una disciplina que atrae a mucha gente, y a gente joven interesada por nuestro pasado.
–Tiempos también de inteligencia artificial.
–La inteligencia artificial trabaja con lo que está en Internet y los historiadores no podemos hacer eso. Nuestro material no está en Internet, los archivos no están en Internet por muy digitalizados que estén. La de historiador es una profesión en la que hay una necesidad de conocimiento del pasado que la inteligencia artificial, francamente, va a tardar en sustituir.
–¿Ha pensado alguna vez cómo habría sido su trabajo investigador de haber tenido Internet desde el principio?
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–Hubiera sido mucho más fácil. Archivos digitalizados hay en la Biblioteca Nacional, por ejemplo, y en el Sistema Pares de los Archivos Estatales Españoles o en los archivos extranjeros y todo eso lo que te pone al alcance, en tu casa, es todo lo que antes te exigía viajes, estancias y horas y horas en bibliotecas. Eso lo tienes ahora en tu ordenador, lo usamos muchísimo y es fantástico.
–Entonces, bien, ¿no?
–Es una manera de acceder al conocimiento y a los libros antiguos que ha cambiado la forma de trabajar, pero queda mucho que no está en Internet. Y no solo de Archivos, sino que hay mucha bibliografía histórica que no está volcada en Internet. Sigue siendo necesario para muchas cosas consultar en bibliotecas, físicamente, y eso es algo que algunos alumnos no entienden.
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–Pues parece comprensible.
–Pero te dicen: «Es que si no está en Internet...». Y es que parece que si no está en internet como que no tiene valor para ellos.
–¿Tanta dependencia tienen ellos de las búsquedas en Internet?
–Encuentras esa mentalidad en algunos. Y has de decirles que no, que tienen que ir a tal o cual biblioteca, porque hay muchos libros que son fundamentales y no están en Internet. Las revistas científicas, ahora casi todas están, pero mucha bibliografía, no. Entonces, el alumno, y sobre todo el alumno que quiere investigar, tiene que ir a las bibliotecas.
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Alicia Cámara Muñoz
Historiadora del Arte
–¿Cómo hacer interesante al joven de hoy el acudir a museos, viajar a ciudades y a otros países para conocer vestigios arquitectónicos y revisar estanterías en bibliotecas históricas?
–A la persona con interés verdadero por la historia le diría, de una manera muy simple, que basta con que vaya una vez. A un alumno lo llevas una mañana a un archivo histórico y vuelve. Lo he comprobado.
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-¿Por qué razón?
–Porque es apasionante. Los alumnos en Historia del Arte van al Museo del Prado y se quedan enganchados. No es tan difícil: simplemente han de dar el primer paso. Y con los viajes, igual: descubren una nueva manera de entender el mundo e implicarse. Ponerse a ver legajos, tocar los documentos que alguien hace cinco siglos ha escrito, leído, utilizado, saber que han sido necesarios y para qué... Y, sí, luego se van a Internet y buscan quién es este o aquel que aparece en tal documento. Y así entienden el porqué de esa carta.
–¿Con qué argumento animaría usted hoy a un joven a estudiar Historia del Arte?
–Llevándoles a ver ciudades y museos. Supongo que como lo hicieron conmigo. Llevar a un niño a ver un cuadro y explicárselo, no llevarle a un museo y matarlo de aburrimiento, sino enseñarle que una catedral, por ejemplo, es como es y por qué. Y le preguntas: ¿Te ha gustado? Pues ese es el primer paso. Ese primer deslumbramiento hay que aprovecharlo para introducir el conocimiento de por qué eso es así y qué puede significar.
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–¿Y luego en los estudios?
–Un buen profesor es el que despierta ese tipo de vocaciones, tanto en Primaria, como en Bachillerato y la Universidad. Detectar la pasión desde el profesorado genera curiosidad y ahí hay que estar pendientes e intentar guiarles. La curiosidad del propio alumno y la pasión del profesor. Quienes de niños han ido a ver cosas, con sus familias, amigos, etc, tienen un poso y si eso eres capaz de unirlo con lo que es la geografía, la música o la literatura al niño y al joven se le va a ir despertando la curiosidad.
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–¿Es exagerado calificar a la Historia de fuente inagotable para investigar, para saber más?
–¡Nos queda muchísimo por saber! Muchísimo. Desde hace unos años, por citar un ejemplo, está todo el tema de la historia de las mujeres, que es algo que se había estudiado tangencialmente. Todas las damas nobles de las grandes familias, de la realeza, que se están estudiando hoy, están dando cantidad de claves para entender determinados procesos que es fundamental. O el tema del coleccionismo científico. Hoy se sabe mucho más de lo que es, por ejemplo, la formación científica de la nobleza de una etapa concreta. Son pequeñitos ejemplos de cómo queda mucho, pero mucho, por investigar de todo.
Alicia Cámara Muñoz
Historiadora del Arte
–¿Por qué son los historiadores del Arte los que más se han ocupado del estudio de las fortificaciones en los siglos XV, XVI y XVII? ¿No es materia de otro tipo de especialistas?
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–Por ejemplo, hay que pensar que un ingeniero como Paciotto, italiano que trabajó en los Países Bajos, fue quien cambió la disposición de las torres de la Basílica del Monasterio del Escorial. Los ingenieros estaban perfectamente integrados como arquitectos. Otro al que le he dedicado mucho tiempo de estudio, Tiburcio Spannochi, cuando estaba haciendo mi tesis sobre Arquitectura, en un libro de un historiador de la época de Felipe II, Cabrera de Córdoba, encontré que el Duque de Lerma, cuando la Corte se traslada a Valladolid, se llevó a Spannochi para que le hiciera su casa.
–¿Y tiró de ese hilo?
–Me pregunté quién era Tiburcio Spannochi. No había un arquitecto con ese nombre. Me puse a buscar y de ahí salió la enorme cantidad de ingenieros que trabajaron para la Monarquía y que tienen unos dibujos impresionantes de belleza, ciencia y precisión sobre ciudades y territorios y de cómo transformarlas. Hay un material gráfico único, que estaba sin trabajar apenas en ese sentido.
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–¿El epicentro investigador de esa época está en el vallisoletano Archivo General de Simancas?
–Simancas conserva una impresionante cantidad de imágenes de lo que fue la Monarquía de España. Por eso Simancas está llena de investigadores extranjeros: allí está Sicilia, Nápoles, Milán, Países Bajos, Norte de África... ¡Está todo! Estos ingenieros en todo el Mediterráneo, en toda Europa, en los territorios de la Monarquía de España controlaban las relaciones y lo hacían mediante el dibujo y los informes. Es un material de tal belleza que solo por eso ya atrae; pero es que, además, se trata de dibujos precisos, científicos, que dan información única sobre lo que eran aquellos reinos y cómo transformarlos. Y luego tienen connotaciones de relación con el poder.
Alicia Cámara Muñoz
Historiadora del Arte
–¿Qué conducían a qué?
–Un ingeniero no hacía nada si no era en relación con el poder. Para actuar necesitaban estar al lado del poderoso, servir al rey, a un virrey... Están en esos dibujos el mundo de la guerra, el de la arquitectura...
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–¿Ofrecen una visión global?
–Muy global. Y, además, ellos aspiraban a eso. De ahí que en este libro hable de que son también historiadores, geógrafos, matemáticos... y algunos de ellos poseen una capacidad de dibujo extraordinaria. Como Spannochi, ingeniero mayor de los Reinos de España, o Leonardo Turriano, que fue ingeniero en Portugal.
–Defiende en el libro que las fortificaciones de los siglos XV al XVII «son obras que pueden ser valoradas como objetos artísticos». ¿Se deja llevar por su vena historiadora del Arte?
–¡No! A veces son consideradas por lo general así. Lo mismo que de El Escorial se dijo que era una máquina, una fortificación es una máquina en la que todo funciona.
–¿Máquina? ¿El Escorial?
–Una máquina en el sentido de algo que funciona con toda perfección. Esa manera de describirlo aparece ya en el Diccionario de Covarrubias. Algo que funciona así es necesariamente objeto de estudio. Y también hay otra cuestión: las fortificaciones en ocasiones se convierten en modelos, en la misma medida que puede serlo otro edificio, una catedral, por ejemplo.
–'Grandeza de poder y saber. Felipe II y sus ingenieros', ¿qué busca?
–Intentar una nueva reflexión sobre algo en lo que llevo trabajando toda mi vida. Intentar ir más allá. He trabajado biografías de ingenieros, las obras,...
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–¿Por ejemplo?
–La Ciudadela de Pamplona, la de Jaca, Cádiz, Ibiza, grandes fortificaciones. He trabajado la política que hay detrás y la relación con el poder de estos ingenieros. He trabajado en relación con los virreyes y los reinos de Italia y en el norte de África, los presidios. He ido trabajando bastantes temas a lo largo de mi vida y el libro pretendo que sea una especie de epílogo general, de reflexión global sobre lo que han sido mis investigaciones académicas.
–¿Todo esto que se ejecutaba en aquellos tiempos solo podía ser a través de Felipe II? Le define como 'Rey geómetra'.
–Es que realmente lo quería medir todo. Piense en el mismo Monasterio del Escorial: un edificio en el que la belleza está en las proporciones, en la medida, no en el ornamento. Esa simetría, esas proporciones... Es un rey que quiere la información científica, la idea del orden y la geometría...
–¡El rey con el compás!
–El rey que tiene ese control para el tema de los ingenieros, de una manera muy clara, pero con otros muchos a su servicio, como matemáticos, cartógrafos... Ese tipo de cuestiones es algo en las que Felipe II se implica. Por ejemplo, opinaba sobre la Ciudadela de Pamplona, opinaba de muchas materias, no las dejaba solo en manos del Consejo de Estado. Un rey para el que la matemática era fundamental. Y eso es esencial para entender su reinado.
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–¿Después de él en la Monarquía española ya no pasó eso?
–Con tanta implicación del monarca ya no.
–¿Un historiador no debe cansarse nunca de investigar?
–¡Ah! Yo no sé lo que debe hacer un historiador, pero para que un historiador disfrute tiene que tener curiosidad. El día que se acaba la curiosidad se acabó la investigación. Para ser un buen historiador no te tienes que cansar nunca. Pero no es que tenga que haber un sentido del deber del estilo de 'Usted debe hacer esto', es que realmente si no tienes esa pulsión y curiosidad por saber más, no investigas. Investigar es muy duro.
–¿Y para afrontarlo, durante su carrera dónde ha cargado las pilas con la energía necesaria para investigar?
–La curiosidad por saber más cosas. La curiosidad.
–¿Con la curiosidad se nace o hace falta educarla?
–Quizá sí se pueda educar.
–¿Solo se puede educarla a base de macho pilón, de investigar, investigar, investigar...?
–Eso es lo que te va llevando, despacio, a descubrir vidas pasadas, situaciones del pasado, por qué sucedió esto y aquello.
–¿Por qué se orientó por la Historia del Arte y no por la Medicina o las Matemáticas?
–Siempre he sido de letras, desde niña, que ya era una lectora voraz. Luego he tenido unos padres que me llevaban a museos, a viajes... Tuve una abuela muy culta, con la que compartí muchas cosas en cuestión de lecturas... Me gustaba el latín. Y en un momento dado, en la Complutense, dudé si hacer Literatura, pero pensé que toda mi vida iba a ser muy lectora y en cambio Historia del Arte requería una formación un poco más intensa y especializada.
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–Y tras tantos años investigando en la historia, ¿alguna vez ha mirado al futuro para pensar qué quiere ser de mayor?
–En la investigación nunca se para y no necesito estar en la Universidad para irme a un archivo y a una biblioteca.
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