He aquí un maestro del Derecho, un experto en legislación tributaria, una referencia europea del máximo prestigio en Derecho Financiero, un erudito sobre tributación, un lector empedernido –con Marcel Proust como autor de cabecera–, un comunicador de primer nivel y, como compendio de todo ello, ... un caballero dentro y fuera del aula. Alejandro Menéndez (Zamora, 1951), vallisoletano de pro (a los tres meses llegó a la capital del Pisuerga y en ella hunde sus raíces). En sus 50 años como docente ha formado a centenares de profesionales del Derecho, que reconocen en él al hombre sabio del que siempre podrán jactarse de haber tenido como profesor. Hoy catedrático emérito honorífico de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de Valladolid, acaba de completar su primer curso sin impartir clase después de 50 años ininterrumpidos en las aulas universitarias, en las que siempre resonarán los ecos de su docto hacer académico.
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–¿Qué tenía ser profesor que superara la machacona insistencia de su padre para que fuese usted notario?
–Me influyó el hecho de que con 22 años era un joven al que no le costaba obedecer, pero llegó un momento en el que tenía la sensación de que no había aprendido Derecho, que es lo que estudié. Yo tenía muy buena memoria, pero era una memoria selectiva.
–¿Selectiva?
–Leía el 'Marca', la 'Hoja del Lunes' o 'El Norte' y no se me olvidaba, pero el Derecho no se te queda con la memoria...
–¡¿No?! Pero, ¿ no es de empollar?
–Como casi todo en la transmisión de los conocimientos, el Derecho tiene un como, pero también un porqué y un para qué. Y eso es lo que hay que transmitir a los alumnos y a veces no se hace. En su día, me dio cierta inseguridad ponerme a ejercer la profesión, me daba cierta repulsión seguir memorizando; había un sitio en el Departamento de Economía, Hacienda y Derecho Financiero de la Facultad y quería, sobre todo, empezar a saber el porqué y el para qué de las cosas.
–¿Qué le ha dado el Derecho Financiero y Tributario que no le hubieran dado el Civil o el Penal?
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–Fue pura decisión coyuntural y práctica: era donde había sitio.
–Por sus manos han pasado muchas promociones de alumnos. ¿Cada vez que le venía una nueva mejoraba a la anterior?
–En absoluto he podido percibir que las promociones fueran a mejor o a peor. Mi relación con los alumnos ha sido de ensueño porque no he tenido problemas en 50 años, he tenido una relación con ellos estrecha y cercana y al mismo tiempo no he dejado de estar en mi sitio. Yo tenía que enseñar y tratar que aprendieran, pero al mismo tiempo tenía que juzgarlos equitativamente. Pero ellos, la verdad, en un 99,9% me han respondido. El alumno es agradecido. Si tú les das lo que puedes darles, ellos responden.
Alejandro Menéndez
Catedrático emérito honorífico de Derecho Financiero y Tributario
–El desarrollo de Internet y los albores de la inteligencia artificial han coincidido con su madurez profesional. ¿Mejoraron su tarea docente?
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–Internet tiene la ventaja de la búsqueda de las fuentes de conocimiento, bibliografía... Hombre, soy un poco del siglo pasado y sobre todo creo que los ingenieros de Internet necesitan la ayuda de los lingüistas porque, por ejemplo, si para apagar a un ordenador tienes que dar a 'Inicio' no parece que sea la indicación más sencilla para cualquier persona que sepa lo que significa 'Inicio'. Es todo así. Eso para la gente joven es fácil, porque ha vivido con ello, pero yo... La inteligencia artificial, mientras sea inteligencia, no me parece mala porque tampoco estamos sobrados en general de inteligencia, pero es un reto interesante y que habrá que tratar con más inteligencia que la que nos proporciona la artificial.
–Su madurez profesional también coincidió con el Plan Bolonia, que cambió toda la concepción de las carreras universitariss. Y resulta que fue usted y tuvo un flechazo con Bolonia.
–El Plan de Bolonia es, probablemente, una de las grandes mentiras, una de tantas, que circulan socialmente.
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–Suena contundente...
–Lo primero que hay que decir es que el Plan de Bolonia no se aplica en Bolonia, ni se ha aplicado nunca. Lo segundo, es que fue una reunión de países no de la Unión Europea, sino de toda Europa, que tenían un propósito bastante razonable, el de tratar de homologar los estudios para favorecer el intercambio de profesionales y algunas carreras no tienen fácil acomodo en el conjunto de los Estados europeos, hay carreras clásicas (Medicina, Fisica, Derecho,...) que tenían fácil equiparación, otras no. Pero en España existe eso que se llama Autonomía Universitaria...
–Se llama y es, ¿no?
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–Se ha interpretado de forma muy generosa en favor de la autonomía. Esta fue una palabra sacra después de la Constitución. Como Franco era centralista, se asoció la idea de la autonomía territorial... Y es verdad que los rectores los nombraba el Ministerio de Educación, pero hemos llegado a un desideratum que me parece inconcebible.
–¿Por qué?
–No tenemos una sola norma que regule los planes de estudios de las carreras con carácter general y que deje a cada universidad, si se quiere, un pequeño complemento de eso. Ahora cada universidad hace su plan de estudios. Como es fácil de colegir, lo contrario de lo que quería el Plan de Bolonia. Esto, comprendo, a lo mejor me lo niegan, pero es tan verdad como que estamos usted y yo hablando.
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–¿Ha logrado saber si es verdad que 'Hacienda somos todos'?
–No sé si todos, pero si bastantes. Vamos a ver, creo de alguna forma en un sistema en el que haya una solidaridad entre las personas. Lo que pasa es que, como todo, hay que medirlo. Es evidente, por ejemplo, que los sistemas en los cuales ha habido una centralización del poder político con nombres teóricamente muy solidarios, como han sido los sistemas comunistas, no han funcionado. Y no lo han hecho no tanto por las ideas, porque creo que detrás de las grandes ideas muchas veces se esconden los mayores canallas.
Alejandro Menéndez
Catedrático emérito honorífico de Derecho Financiero y Tributario
–¿Ha pasado en este caso?
–La idea de solidaridad, la idea de una Rusia más generosa con la gente modesta estaba en la finalidad de derrocar al zar, pero claro, luego los que se montan en eso no se llaman zares, pero se comportan de forma muy parecida y si encima no hay posibilidad de removerlos, como sucede en Cuba, en China y en la Unión Soviética, queda en un deseo primero muy difícil de cumplir y después si encima no se quiere, no sale.
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–Con lo cual, la solidaridad acaba en un tercer o cuarto plano.
–Hay que tener un equilibrio. Parte de la riqueza de los que hemos sido afortunados y tenemos una vida en la que podemos y debemos renunciar a parte de la misma debe de ir a las personas que no han podido tener esa suerte. Hay derechos que son evidentes, como el de la Sanidad, pero es compatible, yo creo, con un copago de quienes podemos pagar. El tema es saber dar con el quid. Porque entre los pobres también hay caraduras, no solo entre los ricos, ¿no? Lo que hay que tratar es que los caraduras pobres y ricos no nos manden y nos determinen las decisiones públicas.
–Con la cantidad de ministros de Hacienda que ha visto pasar, ¿están a buen recaudo y bien utilizados nuestros impuestos?
–No, yo creo que no. Hubo un ministro de Hacienda, de UCD, García Añoveros, una persona muy inteligente, que fue buen ministro y no sé si ha habido muchos más. Los últimos han sido nefastos. Montoro, el del PP, tomó unas medidas absolutamente absurdas y la ministra de ahora, del PSOE, pues ahí está; se nota que ha sido médica. Una de las grandes tareas de los Estados es saber tener un grado de presión fiscal que no disuada de la creación de riqueza y al mismo tiempo sepa atender a las personas que más lo necesiten. Ese es el término medio, aunque por desgracia casi siempre los términos medios no son lucidos, pero son lúcidos.
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Alejandro Menéndez
Catedrático emérito honorífico de Derecho Financiero y Tributario
–Marcel Proust es su escritor de cabecera. ¿Cuándo se hizo Prust omnipresente en su vida?
–Con 25 años, una amiga mía, Celia Sáinz de Robles, una mujer excelente que falleció hace un par de años, me habló de Marcel Proust. Empecé a leerlo y lo dejé. Pero lo volví a coger. Proust es un hombre que se autobserva de manera detalladísima. Ve la futilidad de los sentimientos y las pasiones, de lo que hoy nos parece que es maravilloso y al día siguiente nos parece que no lo es, de lo que hoy nos parece terrible y mañana se nos hace llevadero; dice que la sabiduría no se transmite, se transmiten los conocimientos y yo creo que la sabiduría es la percepción individual de la verdadera realidad. Y esta es el fruto de la necesidad de encontrarla para encontrar también la felicidad personal. Proust lo ejemplifica en el amor.
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–Pero su elevada producción editorial no le vino por Proust . La materia del Derecho Financiero y Tributario...
–Es 'antiproustiana' la pobre...
–Pero usted ha triunfado en ella. Su Manual de Derecho Tributario lleva 25 ediciones.
–¡Y porque empecé tarde a hacer el libro! En serio, le repito que el Derecho es lógica, lo que pasa es que el Derecho Tributario es una parte especial. Como tal tiene una terminología y entonces tienes que saberla. En Medicina, el médico empieza estudiando anatomía porque al dedo gordo en Medicina no se le llama dedo gordo. Lo que has de transmitirle a los alumnos es que esa terminología específica está reflejando estructuras jurídicas que conoce, como son las del Derecho Civil.
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–¿Usó el fútbol y el Atlético de Madrid como válvula de escape?
–La tenía de antes y era una de las cosas que me gustaban. De niño, en el colegio, había muy pocas diversiones y en el patio jugábamos al fútbol. Yo jugaba fatal, pero lo sabía ver, una característica que me parece importante. Tengo la idea de que a quienes nos costó aprender sabemos enseñar mejor que a los que no les costaba. Y que los buenos entrenadores son aquellos a los que les costó llegar a ser buenos jugadores.
–Cuando oye a los políticos defender las bajadas de impuestos, ¿se le abren las carnes?
–Es que hay que saber establecer qué necesidades queremos cubrir, hay que priorizar las necesidades y el adecuar la carga fiscal a esas necesidades. Lo que tiene que haber es una transparencia de gastos, una racionalidad en el gasto, una autocrítica, una crítica social y una adecuación. Por ejemplo, yo creo que el Impuesto de Sucesiones y Donaciones debe existir a partir de determinadas transmisiones, aunque habría que revisarlo. Tiene que haber más armonía entre las figuras impositivas y tampoco creo en impuestos especiales para sectores económicos específicos.
–'Los placeres y los días' es una obra de referencia de su admirado Proust. Si algo tiene un jubilado, por muy catedrático que sea, es días. ¿Les ha ido usted añadiendo ya los placeres?
–He tenido la profesión que he querido, que es fantástica, en la que entre otras cosas no he tenido plazos ni jefes. Esto es una continuación de lo que es una vida comprometida. He tenido mucha suerte en la vida y eso es imprescindible. Seguramente por eso soy del Atlético.
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–¿En esa trayectoria docente de medio siglo se paró algún instante a pensar qué quiere ser de mayor?
–Responder a esa pregunta se hace, lógicamente, cada vez más urgente a medida que los años te van indicando que seguramente dejarás de estar aquí antes que el año pasado.
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