María José Cocero, directora del Instituto de Bioeconomía de la Universidad de Valladolid
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María José Cocero, directora del Instituto de Bioeconomía de la Universidad de Valladolid
«El problema hoy es que el número de estudiantes motivados es muy bajo»He aquí una mujer de Ciencia. María José Cocero (Fresneda de Cuéllar, Segovia, 1957), catedrática de Ingeniería Química y directora del Instituto de Bioeconomía de la Universidad de Valladolid, cuya creación impulsó. Desde su trabajo, que combina la docencia con la investigación científica para su ... aplicación técnica, tiene el privilegio de haber visto en primera línea la evolución que ha experimentado la juventud en las últimas décadas. Y no oculta que hoy una de sus mayores preocupaciones es que entre los universitarios detecta una más que notable falta de motivación. Con su ejemplo y su hacer trata no solo de contrarrestarla, sino de buscar cada día la manera de que los estudiantes sientan que lo que hacen en la universidad les catapultará hacia el futuro con una más que sólida preparación. Su trayectoria, que fue reconocida el pasado año con el Premio del Consejo Social de la Universidad, tiene una notable repercusión internacional de la que da buena muestra, por ejemplo, la conexión docente que tiene con la Organización Internacional de Investigación para la Ciencia y la Tecnología Avanzada de la Universidad de Kumamoto (Japón).
–Química siempre fue considerada asignatura hueso en el instituto.
–En la Química, las Matemáticas y la Física influye mucho el profesor de Secundaria que te toque y cómo te lo haga de accesible. Es una opinión; tengo todo el respeto a los profesores de Secundaria. A mí el interés me vino porque en Segovia, en el Colegio de las Concepcionistas, nos impartía estas asignaturas un profesor de la Academia de Artillería y me interesaron la Química, la Física y las Matemáticas por cómo iba asimilando esas asignaturas, por cómo me las enseñaban.
–¿La no traslación de los conceptos teóricos de esas materias a la vida práctica puede ser una de las causas de su complejidad para el ciudadano medio?
–La Química es una asignatura muy aplicada. La química nos rodea en productos que usamos cada día, desde la composición y su obtención a los materiales que utilizamos, la transformación de productos de nuestro entorno, etc. La palabra es motivar, que es ahora uno de los problemas que yo encuentro como profesora.
–¿En qué detecta esa falta de motivación?
–Porque el número de estudiantes hoy motivados, incluso con un poco de ambición, es muy bajo. Hacen el Grado y están deseando terminar. Ahí hay un problema. En mi generación teníamos una ambición por llegar a la universidad, estudiar, pensar después cómo íbamos a desarrollar nuestra actividad... Esa ambición, esa motivación hacen que estudies y trabajes todo lo que haga falta y más; estás con interés.
–Y en estos tiempos, ¿no?
–Ahora la gente yo no digo que no estudie, pero no recomiendo que los estudiantes se queden en el Grado. Con el Grado pueden acceder a un puesto de trabajo; es un objetivo y está muy bien, ¿eh? Pero de entrar en una empresa con un Grado a entrar con un Máster, el desarrollo de la carrera profesional en la empresa, que es muy importante, es completamente distinto.
–¿Y eso no lo tienen interiorizado hoy los estudiantes?
–Si se hace un máster y se llevan bien los idiomas, esa persona va a entrar en la empresa y va a tener una carrera profesional diferente. Y eso no lo conseguimos hoy. El máster tiene pocos alumnos, eso sí, muy motivados; este año tenemos 10. Y esos sí, se acaban colocando en empresas, pero no es representativo porque con tan poco número de alumnos...
María José Cocero
Directora del Instituto de Bioeconomía de Valladolid
–Una diferencia esencial entre su generación y la actual es que antes no había Internet. Claro que hoy muchos se piensan que la vida está en Internet.
–Soy de una generación en la que todo estaba en papel. Y tener las revistas en formato electrónico nos cambió completamente el desarrollo de nuestro trabajo. Conseguir trabajos de investigación requería frecuentemente meses de espera.
–¡Eso hoy a algunos les suena al Pleistoceno medio! Pero fue, como quien dice, anteayer.
–Hice mi postdoc en la British Columbia, en Vancouver, una universidad en la que la biblioteca era todo un edificio, en la que por la mañana buscaba la información y hasta el final de la misma, o por la tarde, no la tenía. Te cambia el panorama el tener el acceso a la información, que es la base de todo, el estar informado para tomar las decisiones. Cuando vine a la Universidad de Valladolid el primer dinero que recibí lo destiné a comprar la suscripción a una base de datos en CD que recibía semanalmente.
–La información lo es todo.
–La base de la información es fundamental y para la investigación, imprescindible. ¿Qué pasa ahora con Internet? Ha resuelto el problema de acceder a la información y hasta se dispone de más información de la que podemos asimilar, pero el problema que veo es que mucha es una información no contrastada. En divulgación considero Internet importante como herramienta de difusión; pero para la formación se necesitan los libros.
–Si hay falta de motivación en los estudiantes, se puede pensar que los profesores tendrán responsabilidad en ello, ¿no?
–El profesorado tenemos responsabilidad; también los planes de estudio. Entre la titulación de ingeniero químico y el actual Grado de Ingeniería Química ha cambiado significativamente la motivación de los estudiantes por su titulación. ¿Le cuento una anécdota?
–Nada mejor que un ejemplo.
–En un congreso al que asistí recientemente, me llamó la atención que ingenieros químicos con máster forman parte de las plantillas de empresas que están haciendo inversiones para viajes privados espaciales. Y dentro de esa masa tan grande de expertos, buscan el perfil de ingeniero químico por la versatilidad que tiene. Se lo dije a mis alumnos, todo emocionada, pensando que cómo no les iba a gustar... A continuación, tuvimos un Seminario de Búsqueda Bibliográfica donde podían elegir el tema que quisieran desarrollar.
–¿Y qué pasó?
¡No salieron de temas convencionales! Alguno se interesó por el hidrógeno verde, pero muchos eligieron temas relacionados con trabajos rutinarios de clase. ¿Por qué no se entusiasmaron entonces con lo que les decía? Me chafó un poco su falta de curiosidad por temas que no formaban parte de su entorno más próximo.
–Si el profesor ha de actuar como motivador, ¿quién motiva al motivador?
–Tu propio interés, tu curiosidad y el leer constantemente.
–¿Usted mantiene intacto ese interés?
–Tengo 66 años y ya empezar temas nuevos como que no me llama. Pero sí motivar a la gente. Y cuando entran miembros nuevos al grupo, con su ilusión, eso es un motor importantísimo. A la gente joven que viene con ilusión, ¿por qué no les vas a apoyar? Disfrutas con ello.
–Valladolid fue pionera con la titulación de Ingeniería Química. ¿También con el Instituto de Bioeconomía?
–Tanto en este como en el de Procesos Sostenibles, lo somos.
–¿Llaman las empresas privadas a la puerta de Instituto universitario de Bioeconomía?
–Alguna vez. Pero generalmente somos nosotros quienes nos dirigimos a ellas. Y hay una excepción: últimamente hemos trabajado más con empresas de fuera.
–¿De fuera de Castilla y León?
–¡De fuera de España! Nuestro principal cliente es una empresa de Estados Unidos, pero hemos trabajado para empresas de Reino Unido y de Dinamarca. Y hemos hecho colaboraciones con empresas de Castilla y León, claro. Desarrollamos una tecnología que es innovadora, aunque no lo ven como aplicable a corto plazo aquí. Pero esa empresa norteamericana es a lo que se dedica y entonces tener un centro que le desarrolle tecnología basada en el amplio conocimiento que tenemos de los fundamentos le viene estupendamente.
–¿Falla entonces aquí la relación universidad-empresa al ver que hay más firmas extranjeras con ustedes que de la tierra?
–No, no. Lo que sucede es que las empresas aquí no tienen centros de I+D suficientemente desarrollados, porque nuestra primera comunicación es con los centros empresariales de investigación. Haces la colaboración en lo que dura la financiación pública, que lo veo bien, pero la continuidad, que eso se plasme, ahí es donde no tenemos un desarrollo.
María José Cocero
Directora del Instituto de Bioeconomía de Valladolid
–Si tuvieran alrededor otro tejido empresarial local y regional, ¿otro gallo cantaría?
–Sí, yo creo que habría más posibilidad de hacer cosas si tuvieran un departamento o alguien que tuviera solo esa preocupación. No es que ellas tengan la culpa de nada, es que tienen muchas cosas que hacer y solucionar en el día a día. Ojo, eso sí, nos atienden siempre.
–¿La inmediatez empresarial de afrontar lo urgente, el día a día, frena lo importante, el I+D?
–Cuando les vas con una idea les parece bien, pero luego es que les surgen muchísimas cosas; ese es un problema, sí.
–Por sus manos han pasado 42 tesis doctorales de sus alumnos. ¿A qué atribuye usted ser tan requerida por los estudiantes?
–Pues a una política de grupo de investigación. Formé a gente de esa generación que venían con la formación de ingenieros químicos y les gustó la parte de docencia que daba y lo que estábamos haciendo aquí. Cuando esa gente decide que se va a incorporar a la Universidad, bien en plazas de ayudantes o bien en proyectos de investigación, una forma de consolidar la información es a través de las tesis doctorales. Y empezamos a codirigir tesis, lo que contribuía a consolidar la investigación que estaban haciendo. Luego, también, a una política de que empezamos a trabajar con empresas de una manera fuerte y llegamos a un acuerdo en el grupo de utilizar la remuneración económica que recibíamos por nuestro trabajo a contratar doctorandos y formarles. De esa manera se consolidó hacer tesis doctorales en el grupo. La situación que tenemos ahora es que de los doce alumnos de doctorado solo una es española: el resto son de Albania, Turquía, Kazajistán, Grecia, Venezuela, Colombia, Argentina, Ecuador, Serbia...
–Por tanto, ¿otros países sí saben ver el enorme potencial investigador español?
–Claro. Saben lo que hacemos y vienen aquí. Unos a otros se van motivando, que es lo esencial para hacer bien una tesis, la motivación.
–Si un estudiante llamase ahora mismo a la puerta de su despacho para pedirle consejo sobre si dedicarse o no a la investigación, ¿qué le diría?
–La primera recomendación sería que, si está motivado, se dedique a hacer un doctorado. Un doctorado no es algo que solamente les posibilite trabajar en I+D.
–Se supone que es mucho más...
–Un doctorado te da unas habilidades, que hace falta desarrollar, como análisis y síntesis de problemas, competencias idiomáticas, pensamiento crítico, resolución de problemas complejos, perseverancia y tolerancia al estrés; son perfectamente transferibles a un entorno laboral. Es importante que no consideren el doctorado solo para hacer I+D, sino para otras muchas posibilidades. Sí que recomiendo hacerlo. Una de las cosas que me hizo ilusión de una de mis doctorandas es que me dijo que pensaba que en todos los países la gente que hacía el doctorado era feliz porque ella había sido feliz aquí. Eso te lleva a pensar que si la gente está tan contenta es que estamos haciendo las cosas bien y yo también estoy contenta.
–¿Qué le ha dado a usted en su vida la Química que no le hubiera dado la Filosofía o las Matemáticas?
–Un trabajo que me gusta y me motiva, partir del estudio de los fundamentos en ingeniería y llegar a desarrollar procesos y productos que se pueden implementar a nivel comercial. Esa es una recomendación que también les digo a mis hijos: en la vida se pasan muchas horas en el trabajo y estar trabajando en algo que te guste es muy importante.
–En la evolución de las cosas, está ya aquí la inteligencia artificial.
–Y en esta universidad se está haciendo un esfuerzo porque hay muchos núcleos de gente que está trabajando en inteligencia artificial, algunos muy potentes. Lo que se está haciendo es aglutinarlos. En mi opinión, está bien orientado eso. Y en nuestro instituto hay una persona, Juan García Serna, que está trabajando en ello y que está bien relacionado con los grupos. Yo lo veo como una herramienta que vamos a poder aplicar para facilitarnos el trabajo.
–¿No les da miedo que la inteligencia artificial acabe suplantando al científico?
–Yo creo que, con la visión de ahora, no. Reducirá el trabajo rutinario, pero no el trabajo que implica la creatividad o la innovación. Todo esto va a evolucionar muy rápido, pero, por ejemplo, nosotros hacemos muchos análisis químicos de seguimiento de plantas que operan en continuo. El análisis de las muestras nos lleva mucho tiempo. Lo que estamos haciendo es partir de los análisis que hemos venido haciendo, aplicándoles algoritmos para llegar a establecer composiciones tipo de nuestras muestras, validarlas y reducir significativamente el trabajo de seguimiento experimental de nuestros procesos.
–¿A usted qué le mantiene en acción después de tantísimos años en la Universidad?
–¡Los estudiantes! Me gustan la docencia y la investigación.
–¿Y en estos años se ha parado a pensar qué quiere ser de mayor?
–Profesionalmente puedo disfrutar siguiendo la continuidad de mi trabajo por investigadores bien formados y que han demostrado su buen saber hacer tanto en investigación como en docencia.
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