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r. gómez
Un apasionado del milagro de la viña
PREMIO MEJOR PROFESIONAL

Un apasionado del milagro de la viña

Enólogo y bodeguero ·

Manuel Fariña apostó por el potencial de los vinos de Toro e impulsó la creación de la Denominación, de la que fue el primer presidente

Alicia Pérez

Zamora

Jueves, 3 de diciembre 2020

Es un apasionado del mundo del vino y, sobre todo, de la viña, de esa que visita cada día y que observa como si fuera un milagro. Primero, un palito seco, que va creciendo y se abre despacito y en unos meses, sorpresa, comienzan a brotar las hojas y los racimos. «La viña es increíble, es parte de la vida».

Tal es su admiración por ese proceso natural que si le hubieran dado a elegir entre bodega y viña no lo hubiera dudado. De hecho, el enólogo y bodeguero zamorano Manuel Fariña sigue pisando cada día alguno de sus viñedos de la Denominación de Origen Toro, de la que fue el gran impulsor, artífice y primer presidente del Consejo Regulador.

No en vano, se le conoce como pionero de la DO y haber llevado el nombre de Toro por el mundo.

Nacido en la localidad zamorana de Casaseca de las Chanas, en la comarca de Tierra del Vino, Fariña es heredero de una tradición familiar. Su padre, Salvador, comenzó a elaborar vino en Casaseca, en Bodegas Porto, predecesora de Bodegas Fariña.

Se llamaba Bodegas Porto porque sus padres se trasladaron desde Porto de Sanabria después de vender la tienda y las vacas.

De niño acompañó a su padre en sus labores y, tras estudiar Enología se hizo cargo de los aspectos técnicos y comerciales de la bodega. Hacían vinos de mesa y graneles que vendían en garrafón. Después, empezaron a embotellar vino de más calidad, su emblemática marca Colegiata.

Un visionario

Fue un visionario del potencial de los vinos de Toro. «Lo que se veía claramente es que se pasaba de graneles a embotellados, de estos a otros embotellados de más calidad y eso lo aportaban las denominaciones de origen». Estaba convencido de la calidad del vino y de la uva de la zona, y de que estaban sin explotar.

Seis bodegas con la misma inquietud unieron fuerzas y comenzaron a trabajar para obtener esa figura de calidad. Manuel Fariña fue en 1984 el primer presidente del Consejo Regulador de la Denominación específica, el paso previo a la Denominación de Origen. Ocupó la presidencia del Consejo Regulador cinco años.

Tras quedar Casaseca de las Chanas fuera de la delimitación de la indicación geográfica, construyó la bodega de Toro en 1987.

Apostó por Toro con convencimiento porque intuía que había «unas posibilidades tremendas» y que la zona tenía futuro.

Los inicios no fueron fáciles a pesar de los esfuerzos y los cambios que introdujeron en las bodegas y en los criterios de vendimia y elaboración. Tuvieron que luchar contra muchos mitos sobre el vino de Toro, principalmente en el mercado nacional, hasta el punto de destinar el 85% de la producción a la exportación.

«Se instalaron más bodegas y vinieron algunas de prestigio y con ganas de hacer calidad. Ha sido bueno para Toro. Se han hecho inversiones, se han creado puestos de trabajo y se han plantado viñedos», dice convencido de que la DO, hoy con más de 60 bodegas, tiene mucho recorrido.

Ha transmitido su pasión a su hijo, Manu, quien ahora está al frente de la bodega. «Me consulta cosas, hablamos de lo que he hecho, que los tiempos van cambiando y que se demandan otras cosas porque el consumidor cambia dentro y fuera de España», explica Fariña, el visionario.

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