Viticultor con mayúsculas y amante del campo, ha dedicado su labor profesional a desarrollar trabajos para bodegas prestigiosas y a mejorar la calidad del vino y de la viña, siempre pegado al terreno
Abdón Segovia es un pozo de sabiduría. Escucharle hablar del mundo del vino y de la viña es toda una experiencia. Es viticultor por encima de todo y eso se nota. Le gusta compartir sus conocimientos, más si cabe con sus colegas –como llama a sus compañeros de profesión–, explicarles cómo se cuidan las viñas, los tipos de suelo, los tratamientos que requieren los viñedos y las fases por las que pasan la uva y el vino hasta llegar a una botella.
La relación de Abdón Segovia con el sector empezó cuando tenía cuatro años. Nacido en Morales de Toro (Zamora) en 1947, la familia se trasladó a una casa de campo rodeada de viñas en Villaester y con tan solo cinco años, su madre le enviaba a través de los viñedos con la cesta del almuerzo para su padre y su hermano mayor. «¡Como Caperucita Roja!», bromea.
Es un viticultor con mayúsculas y un amante del viñedo y de las labores del campo, porque estaba predestinado a serlo. Hijo, nieto y biznieto de viticultores, Abdón Segovia tuvo claro desde joven cuál era su propósito en la vida, aunque a los 15 años desertara del trabajo en el campo y emigrara al País Vasco, concretamente a Elgóibar (Guipúzcoa) para trabajar de día como aprendiz en un taller y formarse por la noche en la Escuela de Aprendizaje Industrial.
«Echaba de menos...»
Seis años después, con 21, decidió volver a su pueblo. «Me di cuenta de que aquello no me gustaba. Echaba de menos el olor que desprenden las viñas, los pinares, la tierra… El ver las estrellas y la luna». Y a su regreso, comenzó a trabajar en el campo junto a su hermano. En aquellos tiempos, las viñas habían sufrido un cambio. Muchas se habían arrancado con la llegada de los tractores.
Tras el resurgir de los viñedos nuevos y la necesidad de las bodegas de incrementar la producción y tener sus propias viñas, se dedicaron a realizar nuevas plantaciones por diferentes zonas de Castilla y León, primero en vaso, la forma tradicional, y después en espaldera.
En 1978 crearon la primera empresa de servicios vitivinícolas de España. «Trabajamos para muchas bodegas haciendo plantaciones y empezamos a poner las espalderas, a dirigir las plantas, hacer las transformaciones, las podas en verde, podas de invierno, acciones de formación…», explica el viticultor, que ha llevado sus amplios conocimientos y experiencia por diferentes denominaciones de origen de la comunidad y del resto de España.
Aquella empresa fue el germen de Vocarraje, la empresa familiar de servicios vitivinícolas que Abdón Segovia fundó a principios de los 80 y en la que actualmente trabajan su hijo, de momento el último Abdón de la saga, y sus tres hijas. Durante una vida completa dedicada a la viticultura, ha trabajado para bodegas de reconocido prestigio en zonas como Rueda, Ribera, Burdeos, Penedés, Priorato y Bierzo, y su labor ha permitido el asentamiento en la DO Toro de bodegueros importantes a través de la canalización de inversiones y el asesoramiento a nuevas empresas.
Inquieto por naturaleza, sigue investigando a pie de viña y en su propia bodega para mejorar la calidad de los vinos y los tratamientos que se aplican a las cepas para combatir enfermedades fúngicas como la temida yesca, siempre con el objetivo de «volver a la naturaleza y hacer las cosas de la forma más natural posible».
Abdón no deja de sorprender a propios y extraños. Su afán por aprender le ha llevado en los últimos tiempos a hacer pruebas de los tradicionales vinos tintos de Toro que vio elaborar a su padre y una experiencia nueva con vinos de biodinámica.
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