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Su día a día es siempre igual. Viven en una espiral de la que –admiten– no quieren salir. En Juana Jugan cohabitan desde hace décadas niños y mayores, chabolas levantadas con retales de tela y láminas de madera, neumáticos, caminos embarrados, vertederos ilegales y chatarrería ... . En este margen del barrio vallisoletano de Las Delicias, junto al hospital Benito Menni, se abrió un costurón de pobreza severa y chabolas que en la actualidad es considerado el asentamiento de infraviviendas más importante en Valladolid. Allí viven hacinadas cinco familias.
Es uno de los cerca de 45 poblados de estas características que aún resisten en la comunidad. Una de las –al menos– 45 cuentas pendientes a las que antes o después deberá hacer frente la Junta de Castilla y León. Porque hace dos años rubricó su compromiso de acabar con esta situación con un protocolo con la Federación Regional de Municipios y Provincias. Pero, de momento, de aquel acuerdo solo se han derivado dos convenios con entidades locales para reforzar su colaboración y remar al compás hacia el desmantelamiento de estos núcleos.
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El primero se materializó en 2019 con el Ayuntamiento de la localidad palentina de Venta de Baños (unos 6.360 censados). Allí, la intención inicial, según valoraron las partes implicadas, era eliminar el asentamiento en un periodo de doce meses. Sin embargo, todavía permanecen en pie las cuatro chabolas, enclavadas en el centro del pueblo, en la calle del 8 de marzo. «Se está avanzando en el tema e intentando hacer una vivienda pública para erradicarlo», anticipa el alcalde, José María López, quien también desvela la «problemática» del asunto porque, dice, estos núcleos, interrelacionados entre sí, llevan ahí desde «hace 35 ó 40 años». Están instalados en una parcela próxima a un «edificio histórico». «Ahí estaba lo que llamábamos la 'venta del pueblo'. Era, digamos, una unión de caminos antes de montarse el ferrocarril», explica el primer edil, en el cargo desde las elecciones municipales del 2019.
Asimismo, concreta que viven cuatro familias –«pertenecen a la misma y se han ido asentando los hijos», incide– y «lo tienen bien, pero no tienen ni luz ni agua corriente». En su caso, además, la Junta comprometió 90.000 euros –más otros 60.000 que aportará el consistorio– para la adquisición de cuatro viviendas para realojarles. La «idea», tal y como explica la directora de la Fundación de la Fundación Secretariado Gitano en Castilla y León, Mar Fresno, es que «en el transcurso de este 2021 se erradique el 100% de este núcleo, que no es muy grande».
Con Venta de Baños, el Ejecutivo regional 'inauguró' la carrera de fondo hacia la supresión de estos focos a través del citado plan. El segundo –y el más importante a nivel de comunidad en lo que a tamaño se refiere– se selló hace tan solo unos días, el pasado 26 de enero, con el Ayuntamiento de Burgos.
Ambas administraciones acordaron acabar de forma «progresiva y sincrónica» con 'El Encuentro', el núcleo chabolista «más grande» de Castilla y León, como sostiene Fresno. En este poblado, situado al norte de la ciudad, a la altura del cementerio municipal San José, viven 39 familias –unas 138 personas, con menores de edad y ancianos– repartidas en 25 casas «prefabricadas, en condiciones muy precarias, produciéndose constantes atascos y desbordamientos de aguas, así como cortocircuitos con riesgos de incendios y electrocuciones», como señalan fuentes de la Consejería de Fomento y Medio Ambiente. En este caso, las previsiones apuntan hacia 2023, fin del mandato, como fecha límite para culminar el realojo progresivo de estas familias.
Pero no son los primeros pasos que da el Ejecutivo regional para tratar de poner coto a estas situaciones. Puso su mirada en estos espacios hace más de dos décadas, a principios del presente siglo, y desde entonces ha materializado acuerdos y pactos con cerca de una veintena de ciudades de todo el territorio castellano y leonés –incluidas capitales de provincia como Valladolid, Segovia, Palencia, Ávila, Zamora, León o Burgos, entre otras– y a través de los cuales se logró solventar diversos asentamientos chabolistas. En el caso de la capital vallisoletana, el convenio con el ayuntamiento concluyó el diciembre del 2011.
Se dieron de plazo inicialmente el 2020 para eliminar de forma definitiva estos asentamientos, ofreciendo una alternativa y una vivienda digna y adecuada a las características de quienes allí residen. Pero esta demora en ese compromiso adquirido no preocupa al Secretariado Gitano –concretan que «es una evidencia que la gran mayoría» de la población que habita en chabolas es de etnia gitana– porque, afirma Fresno, «hay muy buena disposición política». La formalización del convenio con Burgos, dice, es «buena muestra» de ello. «Los procesos son más lentos de lo que a veces desearíamos, pero van por la buena línea y la senda marcada para cumplir el protocolo. Creo que se va por ese camino, la voluntad política que en su momento marcó el anterior presidente de la Junta se está cumpliendo, aunque a veces los ritmos más van lentos de lo que desearíamos», argumenta la directora del Secretariado Gitano.
Mientras tanto, Fresno solo confía en que «se siga trabajando en esta línea» y opta por no «dar un marco posible de fechas para acabar con ello» porque –justifica– «es una estimación complicada de hacer». Por el momento, lo único que está en su mano es «trabajar» con las unidades de convencia en términos relativos a lo que puede suponer para ellos, llegado el caso, unas «mejores condiciones de vivienda y las oportunidades que les aportaría vivir en un entorno más normalizado».
A quien «más afecta» esta situación, asevera Fresno, es a la población gitana. El motivo, indica, es porque «no deja de ser uno de los grupos más excluidos socialmente, con los que se ceba la pobreza extrema». En Segovia, el último núcleo de infraviviendas se derribó hace una década. En Valladolid, «aunque se ha avanzado mucho», apunta la concejala de Servicios Sociales y Mediación Comunitaria, Rafaela Romero, aún son dos los focos de chabolismo que quedan, y están prácticamente unidos. Uno, en la carretera de Madrid, bajo el viaducto que conduce hacia Las Delicias. Allí habitan dos familias.
A escasos metros, detrás del Benito Menni, está el histórico poblado de Juana Jugan, donde viven desde hace aproximadamente medio siglo los Barrul. Ahora, son cinco familias. «Llevamos trabajando con ellos un tiempo; es una situación compleja, tremendamente delicada porque hay menores y llevarles a una vivienda social es tener una educadora encima para ayudarles a situarse, a manejarse económicamente... Y no siempre aceptan ese seguimiento que va en contraprestación de la vivienda».
El Ayuntamiento deberá encontrar una solución para erradicar Juana Jugan, pues «ese sector está ya para oferta de construcción». «No tenemos ninguna opción si no quieren salir de ahí, les hemos hecho toda clase de ofertas, todo lo que estaba en nuestra mano», apunta Romero. Ellos mismos –aunque reticientes a hablar con los medios de comunicación– lo reconocen: no quieren marcharse de ahí. Es su casa. Donde se han criado, y no conocen otra forma de vida.
«Es lo que hay, no nos queda otra», cuenta un joven de unos veinte años, mientras se consume un cigarrillo entrelazado entre sus dedos. Subsisten vendiendo chatarra. Es su forma de vida y –relata– no quieren otra. Quieren mantener en pie el poblado que su abuelo levantó hace 50 años. Y, coinciden sus residentes, lo defenderán.
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