He aquí una mujer que personaliza la constancia, el apego a unos valores y la fe en unos ideales vinculados a la tierra en la que adquieren forma. Pilar Pérez de Albéniz (San Sebastián, 1942). Uno no sabe muy bien si está ante una donostiarra ... de Aranda de Duero o ante una arandina de Donosti, pero escuchándola se es consciente de que las raíces de esta madre de tres hijos, que trabajan codo con codo con ella, se hunden en la Ribera del Duero en la empresa familiar que fundara su marido, Pablo Peñalba, fallecido en 2007, y que dio lugar a Finca Torremilanos. Dos centenares de hectáreas de viñedo, del que se elaboran uno de los tintos de mayor proyección internacional de la Denominación de Origen; un hotel y un restaurante, en el proyecto que fue pionero en España en enoturismo, y la única bodega de Castilla yLeón también acogida a la DO Cava.
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–De usted siempre se ha dicho que fue una avanzada a su época. ¿Defina avanzada?
–Yo no me he considerado nunca avanzada. Soy una persona normal, normalísima. ¡Mi marido era el avanzado! Era una persona con unas ideas que a mí nunca se me habrían ocurrido. Lo que pasa es que estaba tan metida en el negocio que has de hacer y avanzar. Hacerlo o morir. Había muchas ilusiones y es la ilusión la que te lleva a hacer todo. Yo había trabajado siempre, desde los 18 años, en la oficina de los ferrocarriles de CAF, hasta que conocí a mi marido, me casé y entré en Torremilanos. Y aquí sigo.
–¡A sus 80 años!
–En activo y cotizando a la Seguridad Social.
–¿Es que una bodeguera no se retira nunca?
–Depende. Creo que me llegará el tiempo, cuando el cuerpo me lo pida, pero de momento el cuerpo no me lo pide.
–¿Y la mente?
–¡Menos! Esto es muy divertido, hombre.
–Su marido y usted crearon una empresa familiar. ¿Porque el negocio da solo para esa figura mercantil o porque donde esté la familia que se quite todo?
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–Nosotros no disponíamos entonces de dinero y tuvimos que recurrir a los bancos, concretamente a Caja de Burgos, que nos dijo que dónde íbamos con 'el churrillo de la Ribera'. Tal cual. Nos dijeron que íbamos a perder el dinero y el nombre.
–Vaya lumbreras el que lo dijo.
–Exactamente. Un responsable de entonces de la Caja. Los padres de mi marido, que eran gente buenísima, nos dieron sus ahorros para comenzar nuestro negocio. Nunca nos exigieron nada, pero mi marido sabía lo que tenía que hacer y formó una sociedad con sus hermanos. Mi marido era muy brillante; poco hablador, que para eso ya me tenía a mi, pero era un gran pensador.
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–Por si innovaban poco con el vino, añadieron el proyecto del enoturismo. ¿Por qué?
–Fuimos el primer hotel-bodega de España, ¿eh?, de España. Luego se creó otro en Cataluña, Perelada; otro en Rioja, en La Guardia, que era de un francés...
–Pero, ¿cómo se les activó el chip del enoturismo?
–Es que en tiempos de Franco del País Vasco no solo se iba a Francia a ver películas que no se podían ver aquí. También se viajaba mucho a Burdeos y lo del enoturismo ya existía allí. Fue un poco copiar lo que nos pareció bonito.
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–Sus tres hijos están en la empresa familiar. También un sobrino. ¿Da tranquilidad a la hora de seguir trabajando el hecho de que tenga garantizada la sucesión?
–Pues sí, porque tristemente existen negocios en los que los padres se han sacrificado, han trabajado, los hijos han visto el sacrificio y no lo han aceptado.
PILAR PÉREZ DE ALBÉNIZ
Bodeguera
–Siempre se habla, y más ahora con el 40 aniversario de la Denominación de Origen, de los padres de la Ribera del Duero...
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–...¡Yo soy una madre!
–A eso iba, que nunca se habla de las madres de la Ribera del Duero. Y sin madre no hay criatura. ¿A qué lo achaca?
–Es una costumbre. Y yo nunca lo he dado mayor importancia.
–Pero, ¿en el mundo del vino es más secundario el papel de la mujer que en otros ámbitos?
–No, no, creo que no. Yo asistía con mi marido a muchas conversaciones, pero realmente las decisiones en este capítulo siempre eran un poco de mi marido y, dentro del grupo de los padres de la Ribera, mi marido tomaba muchas decisiones y la gente lo seguía. Y había en ese momento pocos conocimientos de lo que es realmente una denominación de origen y el prestigio que puedes adquirir, pero había una gran ilusión. Yo siempre digo 'los flipados de la Ribera'.
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–Dichosos flipados, ¿no?, por lo que se ve 40 años después.
–Efectivamente. Pero había más ilusión que conocimiento.
–¿Se mantiene?
–Creo que sí. El espíritu permanecerá. Existe. A mí me admira Francia. Tu vas a la Denominación de Origen del Champán, con una hectárea o dos de viñedo puede vivir una familia.
–¿Por qué allí sí?
–Porque no es cuestión de cantidad sino que tienen un precio garantizado alto. Por eso una familia puede vivir. Lo que no se puede hacer es pagar a 4 céntimos un kilo de uva. No me parece justo. Una de las exigencias es que tu personal esté contento, que trabaje dentro de este negocio y esté contento.
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–¿Cómo mide usted el grado de satisfacción de su personal?
–En que no tengo cambios. Tengo gente desde que empezamos, hace más de 40 años. En la bodega, en el campo, en todos los sitios. Cuando compramos esto aquí pastaba un rebaño y el que era el pastor sigue trabajando con nosotros, es una persona estupenda. La gente, si está contenta, no se te va, no vuela.
–En los 40 años de la Ribera del Duero, ¿qué rasgo define más el paso del tiempo por ella?
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–Lo que no ha variado es la ilusión. No es que no hayan entrado grandes compañías, pero afortunadamente son las mínimas. Existe la ilusión en los bodegueros y la gente que trabaja en las bodegas.
–El mundo del vino parece que es de una enorme rivalidad entre bodegueros.
–¡Nos llevamos estupendamente! Pero que quede clara una cosa: mi competencia, como bodeguera, es la cola-cola y la cerveza; otro bodeguero, no. Repito: mi competencia es la coca-cola y la cerveza. Y con Sonorama he tenido aquí en el hotel, y ya lo tengo reservado para el año próximo, a todos los de una conocida marca de cerveza, pero...
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–Ya, sin embargo se ven series de televisión como 'Dinastía' o 'Herederos' y vaya sucesión de intrigas y rivalidades dentro de las bodegas y entre ellas...
–¡Pero eso es televisión!
PILAR PÉREZ DE ALBÉNIZ
Bodeguera
–¿Encuentra en la DO Ribera del Duero que se mantenga alguna asignatura pendiente?
–Sí, ¡hay muchas!
–Detalle la más llamativa.
–Sacar el mejor vino. Todavía no ha salido el mejor vino de la Ribera del Duero. Han salido muy buenos vinos, pero todavía no ha salido el mejor. Y yo particularmente pienso que el mayor reto que tengo es sacar el mejor vino; ahí estamos haciéndolo. Por eso tengo un buen equipo de gente: mi hijo mayor se ocupa del enoturismo, del hotel; el segundo, que es el de la biodinámica, se ocupa de la enología ya que estudió en Burdeos; y el tercero vive en EE UU y lleva las exportaciones. Y mi sobrino lleva todo lo del campo.
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–Para hacer un buen vino, según usted, ¿qué hace falta?
–La fantasía de un vino cambia siempre. No es el mismo vino el que gustaba muchísimo hace diez años, solo hace diez años, que el que gusta ahora. Los paladares cambian. Es el llegar a conseguir ese vino que es común al paladar de todos y al precio de todos.
–Pero la juventud, y eso es una preocupación que ustedes los bodegueros manifiestan, parece que no acaba de entrar en el mundo del vino...
–Ya le he dicho que mi competencia es la coca-cola y la cerveza. Y le cuento: mis tres hijos han estudiado el Bachillerato en Estados Unidos, en el mismo colegio al norte de Seattle. En el colegio les llamaban la Saga de los Peñalba y cuando venían a España venían bebiendo coca-cola y comiendo hamburguesas. Y decíamos al verles, 'ya cambiaréis, ya cambiaréis'.
–¿Y cambiaron?
–¡Hombre, por supuesto! No se niegan a tomar una coca-cola, pero no beben coca-cola. No se niegan a comer una hamburguesa, pero les gusta la comida propia de esta tierra.
–¿No estarán dentro del sector vitivinícola los culpables del alejamiento de la juventud? No parece que la gente vayamos buscando los taninos en el vino.
–Yo tampoco los encuentro. Hay un denominador común que es el que marca un buen vino, porque un buen vino gusta a todos. No sabes por qué, pero es así.
–Pero, ¿no se le ponen a los jóvenes muchos obstáculos para acceder al mundo del vino? Unos lo achacan al barroquismo, otros admiten exceso de pijotería, otros de liturgia: tanta cata, tanto buscar aromas terciarios...
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–Sí, es cierto que hay gente que es muy pijotera, pero... No sé cómo decirle... Es teatro y es espectáculo. Siempre lo he propuesto y, últimamente, doy mucha guerra con dos cosas. Yo no soy presidenta ni lo voy a ser nunca de la Denominación Ribera del Duero porque lo primero que haría sería quitar la oficina central del Consejo Regulador de Roa y la llevaría a Peñaranda de Duero. En Roa, Aranda y Peñafiel pondría tres oficinas de administración, etiquetas, etc, pero la sede como bonita, Peñaranda de Duero. Es una auténtica preciosidad.
–Imagino...
–Usted se va a Burdeos y ¿dónde está el consejo regulador? En Saint-Èmilion, no en Burdeos. Mi marido, como buen arandino, luchó porque la sede del Consejo Regulador de la Ribera estuviera en Aranda, pero yo, Peñaranda: es un sitio precioso. Tiene tradición, patrimonio... La gente cuando descubre la plaza tan maravillosa que tiene, con la Colegiata, se deslumbra y permite presumir de antigüedad.
–¿En Roa, no?
–La sede me parece una seta en medio de la nada. Lo siento.
–Con los adelantos tecnológicos que hay, ¿hoy es imposible hacer un mal vino?
–Es que te lo marcan la tierra y el clima, no la tecnología.
–¿A usted le gusta su vino?
–Sí.
–¿Y alterna con él?
–Alterno con todos. Yo cuando voy a tomar un vino, no pregunto y si me ofrecen alguno que no conozco, lo tomo.
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–Hay que estar al tanto de lo que hacen otros bodegueros, claro.
–No, no, no es por eso; es que hay que ser conscientes de que todos tenemos derecho a la vida. A mí lo que hacen otros no me preocupa, me preocupa lo que hago yo, porque yo sé lo que tenemos que hacer: las cosas bien. Lo que hacen los demás es su problema. El compromiso ha de ser propio y si ves lo de otros y es bueno, reconocerlo.
PILAR PÉREZ DE ALBÉNIZ
Bodeguera
–Surgen ya proyectos de vino en lata. ¿Usted es 'antilatas' o de las de 'vamos a probar a ver qué tal'?
–Chile y Argentina fueron los primeros en poner plástico en lugar de corcho y su experiencia con el plástico no fue buena. ¿Qué va a ser con la lata? En los aviones te sacan una botella pequeña y te la quita el tapón de estaño. Pero nosotros a las botellas pequeñas que hacemos, por ejemplo para los cruceros que salen de Valencia y Barcelona, a todo lo ponemos corcho.
–Corcho y vidrio, entonces.
–¿Y por qué lata? ¿Otra lata más para tenerla que tirar? Pues recuperemos las botellas.
–A sus 80 años, ¿ha tenido tiempo de pensar en qué quiere ser de mayor?
–Quiero seguir siendo como soy ahora, porque soy feliz.
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