He aquí un hombre que lleva toda su vida entregado al mismo proyecto. Cipriano García (Zamora, 1958), director general de Caja Rural de Zamora desde hace 21 años, entidad en la que entró como botones cuando tenía solo 14, y a la que ha conseguido ... situar con peso y espacio específicos en el sistema financiero de Castilla y León. Prototipo de directivo hecho a sí misma, haber comenzado su labor profesional desde abajo y permanecer ya más de medio siglo en la misma entidad le confieren una pátina muy especial, única, en el conjunto del sistema financiero español. Desde Zamora, como centro vital. En Zamora, como núcleo profesional. Con Zamora por bandera. Ha cumplido 65 años y deja claro en esta entrevista que tiene cuerda para rato. Es más, su horizonte a medio plazo solo tiene un objetivo: Caja Rural de Zamora. El mismo que no ha dejado de ser su fin primordial desde que era un crío.
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–¿Por qué tiene tantas ganas de seguir trabajando? El Banco de España le ha concedido la prórroga de 5 años que pidió.
–Es mi carácter. Tengo una filosofía de vida combativa desde que nací. Y el proyecto de Caja Rural de Zamora me ilusiona sobremanera. Además, veo un montón de posibilidades de desarrollo en estos momentos, un montón de proyectos que merecen la pena para seguir creciendo.
–Ha contado en alguna ocasión que su madre le insistía en que nunca olvidase de dónde venía. ¿De dónde viene?
–De una familia humilde, normal y corriente, sin muchos posibles. Mi padre estuvo muy delicado durante muchísimos años y eso hizo que yo tuviera una infancia y una juventud complicadas. Cuando entré en la Caja Rural de Zamora, con 14 años, experimenté la sensación de que realmente dejé de trabajar... Fue mi sensación vital en aquel momento, después de haber ayudado a mi padre durante años. Y la insistencia de mi madre, que era muy persuasiva, mostraba que estaba absolutamente convencida de mis posibilidades, de la motivación que suponía entrar en una entidad como Caja Rural de Zamora, que era muy humilde en aquellos momentos, pero entendía ella que era una ubicación donde lógicamente podía desarrollar mis posibilidades.
–Esfuerzo, orgullo, ambición sana, palabra dada y lealtad son valores que, recuerda con frecuencia, le transmitió su padre. Pero en esta sociedad tan internetizada, cotizan a la baja. ¿Vamos a peor?
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–Para mí siguen cotizando al alza. Son mis valores y mis principios. Nunca voy a renunciar a ellos. Mi madre era la que me transmitía la humildad, el 'No te olvides nunca de dónde vienes', el 'No te creas nunca más que nadie', y esa humildad he intentado seguirla; y mi padre me transmitía el orgullo de ir con la cabeza alta, el 'Cuando das una palabra tiene que corresponderse con tu actitud', el 'Que lo que piensas, lo que dices y haces se correspondan siempre' y que 'Nadie te tenga que decir nunca que faltas a tu palabra y a tus valores'. ¿Están hoy a la baja en la sociedad, como dice usted? Pues para mí van a seguir hasta que muera porque son con los que he convivido los 65 años que llevo de vida.
–Pero, oiga, esos valores no se aprenden con ninguna asignatura universitaria, ni se enseñan en las aulas en las que se forman los futuros directivos de banca y de empresas.
–Ese es un debe que tiene nuestra sociedad. Esos valores son los que determinan lo que realmente es importante en la vida. Decir una cosa hoy y otra mañana me parece que desacredita a la persona y al proyecto. Y yo, por encima de mi persona, tengo el proyecto por bandera y no puedo faltar nunca a mi palabra porque detrás de mí está la entidad, la Caja, y tengo que tener lealtad, profesionalidad y máxima entrega. Y ya no voy a cambiar por el tiempo que me queda.
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Cipriano García
Director general de Caja Rural de Zamora
–El de las entidades financieras es, como el del fútbol, un mundo de fichajes, de quitar a la competencia sus mejores profesionales. ¿Nunca le tentaron a cambiar de aires?
–Sí, sí lo hicieron. Tuve ofertas de entidades y en alguna ocasión me ofrecieron cantidades importantes como sueldo. Pero llegué a la convicción de que mi casa es esta. En aquellos momentos, lo poco que sabía lo había aprendido en Caja Rural de Zamora, esos valores que comentábamos, y si alguien debía algo a alguien era yo a la Caja. Eso no se paga con dinero, sino con corresponder, que es lo que llevo haciendo hasta hoy y seguiré haciendo.
–Cuando alguien mira a las cajas rurales, ve que aunque son sistema financiero no son banca tradicional. Pero, ¿cómo distinguir a una caja rural de lo que son los bancos de toda la vida?
–Ese es un logro de la Caja Rural de Zamora. Un logro que hemos conseguido con esfuerzo y dedicación durante muchísimo tiempo. Todo el mundo tiene claro que la Caja Rural de Zamora tiene una predisposición de colaboración siempre, en cualquier momento puntual; y no sólo en el ámbito de aportaciones sociales, sino en el ámbito financiero, que es muy importante. Cuando han llegado las crisis importantes, fundamentalmente la de 2008...
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–¡Que fue terrible! Y se están pagando las consecuencias aún.
–En 2008 desaparecieron las entidades financieras del espectro de la tierra, pero la Caja Rural de Zamora siguió dando la cara, siguió atendiendo a sus clientes, atendimos y a otros que eran otras entidades, pero que se refugiaron en nuestra forma de hacer. Eso, a la larga, como tiene que ser todo en la vida, ha dado sus resultados.
–El famoso impuesto a la banca a ustedes no les afecta, pero...
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–...Claro, ese impuesto afecta a partir de un determinado volumen de beneficios en adelante.
–Pero sí les afectan otras decisiones del Gobierno. Hace tres años Caja Rural de Zamora se puso al frente del ofrecimiento de apoyo al proyecto estatal de reabrir el Campo Militar de Montelarreina. Tres años después no tiene pinta aquello de que se vaya a reactivar.
–Sigo pensando que es un proyecto realizable. Cada cierto tiempo, porque sigo insistiendo, me siguen diciendo los responsables políticos que avanza, que sigue su ritmo, que están en los proyectos...
–...Pero no se ve movimiento.
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–Ha habido una actuación en el campo, hace seis meses, de desbroce, de adaptación a acometer un posible proyecto. Me dicen que el proyecto está en marcha, que ha salido hace pocas fechas, que ha habido alguna dificultad, supongo que técnica, pero hasta ahora no ha habido nadie responsable en el ámbito político que me haya dicho que ese proyecto no se va a llevar a cabo.
Cipriano García
Director general de Caja Rural de Zamora
–Los bancos cierran oficinas, pero ustedes las abren; los bancos reducen plantilla y aumentan los cajeros automáticos, y van ustedes en la Caja y contratan y fomentan el trato directo. ¿Reman contracorriente?
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–No: es, una vez más, nuestra convicción. Nosotros entendemos que las personas necesitan hablar con personas y cuando hay proyectos no se pueden transmitir a través de un cajero: hace falta visualizar a una persona responsable que perciba qué necesidades tiene el cliente; que éstos tengan la oportunidad, incluso, de reportarle su punto de vista y que de ese compendio se pueda ahormar el desarrollo de una actividad que no se puede trasladar a través de un cajero. Eso solo se puede determinar, entiendo yo, desde la cercanía. Los balances son importantes en todas las entidades, lógicamente, pero no son más que balances. Hay muchísimos proyectos viables que se desarrollan a través de que las personas tienen ideas e iniciativas y la Caja tiene que ser copartícipe de ellas.
–¿Por qué funciona mejor Caja Rural de Zamora que Zamora?
–No voy a decir tanto... Somos una parte de Zamora indiscutible, zamoranos de pro y nos sentimos como tal. Iremos en sintonía. La diferencia es que Caja Rural de Zamora ha tenido una expansión. Si nos hubiésemos limitado a nuestro entorno natural, que es Zamora, tendríamos otros números y otra situación muy distinta a la que tenemos. Tenemos una repercusión ya importante en provincias como León y Valladolid. Todo el mundo sabe que somos fiables, eficientes y rápidos en el análisis de las operaciones y en la percepción de lo que es el ámbito empresarial.
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–Muchos aseveran que si no fuese por su Caja, Zamora estaría peor. ¿Realidad, exageración...?
–Entienda que me resulta incómodo el tema porque somos los partícipes... Zamora y la Caja Rural son un binomio indisoluble. De lo que no tengo ninguna duda es de que la Caja Rural contribuye de una forma muy importante al desarrollo de la provincia, dicho con toda la modestia, pero con una convicción absoluta. No dejamos, en la medida de nuestras posibilidades, ningún proyecto viable que se acerque a Zamora que por falta de financiación no se pueda llevar a cabo.
–¿Caja Rural de Zamora tiene 'Ciprianodependencia'?
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–¡No, no, no! ¡Eso, no, eso seguro que no! Soy el director de la Caja, llevo aquí 51 años y alguna repercusión tendré obligatoriamente. Para mí la Caja es lo más, pero no soy imprescindible. Cuando yo me vaya seguro que va a venir alguien que lo hará seguro que mejor que yo. Soy uno más. La Caja no tiene ninguna dependencia de mí, claro que no.
–¿Animaría a un joven a lo de pelear hasta el último depósito, a atender a todos y cada uno de los clientes...? La perseverancia en esta sociedad no parece tener muy buena prensa.
–A nuestros empelados, cada vez que tengo oportunidad de dirigirme a ellos, les digo siempre lo mismo: este es el mejor proyecto personal y profesional que se puede tener.
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–Es lógico que lo piense así: es el director general.
–Una entidad como la nuestra, donde todos tenemos nombre y apellidos, donde tienes un desarrollo personal y profesional que tú mismo te puedes elaborar, y que tienes la facilidad de con una llamada de teléfono solucionar problemas puntuales, me parece que no se da en ningún sitio en estos momentos. Es más, a los jóvenes, cuando llevan ya un tiempo si no les gusta esta actividad lo que les digo es que lo mejor que pueden hacer es marcharse y buscarse la vida en otro sitio.
–Ese discurso no lo frecuentan muchos directivos.
–Es que los que están aquí tienen que estar convencidos por filosofía, que creo que es lo más importante que tiene la caja... La Caja puede ganar un año un millón más o uno menos, pero lo que es la filosofía de la entidad es más importante que el beneficio que está generando. Esa cultura, que es de empresa, es el mayor valor que tiene la Caja, sin ninguna duda, y no se puede perder.
–Luego, ¿sí les anima?
–Lógicamente, por mi trayectoria, no puedo por más que animar a la gente joven. Si yo he sido capaz de llegar a ser director es posible llegar a serlo en estos momentos con muchísima más facilidad, se supone, porque la gente tiene una preparación muchísimo mayor que la que teníamos cuando yo empecé.
–¿Nunca pensó que alguna de su dos hijas se dedicase a la tarea que lleva su padre toda la vida desarrollando?
–Está prohibido por nosotros mismos.
–¿Y eso?
–Tenemos un código ético que marca que ningún hijo de ningún empleado ni de ningún directivo puede entrar en la Caja: es una norma autoimpuesta. Por eso, ni mis hijas ni yo nos hemos planteado esa posibilidad: si no se puede llevar a cabo con los hijos de los demás, con mis hijas, menos.
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–Por cierto, con lo arriesgado que es el pádel y la exigencia física que impone, ¿por qué lo practica a sus 65 años?
–Intento, en la medida de mis posibilidades, muy limitadas, seguir manteniendo una actividad física razonable. Uno de los factores importantes para que con 65 años sigas en la pelea diaria del trabajo es que te encuentres físicamente bien. Y el día que no me ilusione lo que estoy haciendo, lógicamente me tendré que marchar. Pero mientras tenga fuerzas, seguiré. En ese aspecto intento mantenerme físicamente también en condiciones.
–¿Ya se ha parado a pensar en algún momento qué quiere ser de mayor?
–De momento, no. Esto me absorbe mi vida entera.
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